9/5/2024 - economia-y-finanzas

La Ley de Gravedad

Por horacio gustavo ammaturo

  La Ley de Gravedad

Se atribuye al físico y teólogo Issac Newton haber enunciado, tanto el fenómeno físico como la fórmula matemática del cálculo de la conocida Ley de Gravedad o Ley de la Gravitación Universal.

Básicamente, considera la relación entre la masa de cuerpos y la distancia que hay entre ellos.

Por ejemplo, la caída libre de un cuerpo en la superficie terrestre.

La masa del planeta nos atrae a ella y actúa sobre nuestra masa imprimiendo una aceleración. Por eso, un objeto que cae durante un minuto impacta más fuerte que otro, de idéntica masa, que lo hace durante un segundo.

En condiciones normales nada ni nadie puede escapar de esta ley suprema de la física. Cualquier intento por modificar, ocultar o negar esta realidad demanda esfuerzos y recursos que hay que sostener en el tiempo.

En la Argentina de hoy, encarar los cambios radicales que se pretenden podría asemejarse a ir en contra de la ley de gravedad.

Negar cuestiones estructurales, culturales, sociales, políticas, jurídicas y económicas sería suponer que al tirar una piedra al cielo ésta permanezca flotando en el firmamento indefinidamente.

Sin ánimo de tomar partido por las cuestiones de fondo, es decir, si es mejor un modelo que otro, o si existe algún extremo con el que me sienta más identificado, les propongo visualizar en el siguiente cuadro parte de la discusión de la que estamos hablando:

Durante 21 años los argentinos hemos vivido en un país en el que

  • Frente a la falta de inversión privada, producto de la pendularidad legislativa y la discrecionalidad ejecutiva y judicial, quedó como única alternativa a que el estado sea el inversor de primera instancia.

  • Dentro de esa misma lógica, la crisis de consumo, recesión, desempleo y pobreza, los gobernantes de aquellos tiempos entendieron que el proteccionismo de mercado serviría para reacondicionar un aparato productivo paralizado y desactualizado.

  • El estado, también, debía intervenir en el empleo, contratando más gente, más allá de las reales necesidades, otorgando subsidios y regulando, aún más, al empleo privado.

  • Atrasando el tipo de cambio para sostener el poder adquisitivo de un peso, que se agotaba con su propia sobre emisión.

  • Conservando las tasas de interés en moneda local negativas frente a la inflación, algo que fomentó el consumo y, también, el ahorro en moneda extranjera fuera del sistema financiero local.

Estas políticas relajaron algunos músculos y sobre desarrollaron otros.

  • La competencia en precios y productividad perdió importancia dando lugar a la búsqueda de contactos, relaciones y oportunidades circunstanciales.

  • El riesgo comercial y empresario fue reemplazado por el riesgo a los cambios regulatorios.

  • La gimnasia en la venta quedó relegada frente a la dificultad de abastecimiento.

  • La mejora en el desempeño laboral, esa que promueve el ascenso social y los mejores ingresos, en muchos casos se tiñó de ajustes salariales acordados en convenios colectivos, obligatorios y compulsivos, distribuyendo lo mismo entre justos y pecadores.

  • La legislación laboral y su aplicación fomentaron al trabajo marginal y para el caso de los empleados regularizados significaron aumentos en los costos de los bienes y servicios por la incidencia que tienen los juicios y reclamos laborales.

  • El sistema financiero saturado de pesos sin incentivos para su atesoramiento fue utilizado por el Estado para financiar su propio déficit, aspirando cuanta divisa o activo de reserva de valor pudiera existir.

Sostener los incentivos que sirvieron para salir de una crisis de consumo y desempleo semejante como la que hubo en el 2001 terminó por desalentar cuestiones fundamentales de cualquier mercado:

  • Productividad, eficiencia y escala.

  • Riesgo empresario basado más en el negocio que en el entorno regulatorio.

  • Bajar los precios para vender más.

  • Ser un buen empleado para tener mejores ingresos, ascenso laboral y social.

  • Que sea rentable ahorrar en la propia moneda dentro del sistema financiero local.

Ahora bien, claramente el uso abusivo de estas herramientas terminó por romperlas.


Sin embargo, antes de emprender cambios semejantes deben existir etapas de adaptación y entrenamiento.

Ya en Argentina hemos ido durante mucho tiempo en contra de “la ley de gravedad en la economía”, quemando recursos y, principalmente, atrofiando músculos fundamentales para poder sostenerse en “circunstancias normales” y desarrollando masa donde no se debería necesitar.

Al igual que con el ejemplo de la piedra que se tira al cielo, en su ascenso sube con una fuerza que va decreciendo, hasta un momento en el que pareciera que se queda quieta o flotando, para que luego, en milésimas de segundos caiga con una fuerza proporcional a su peso y a la altura desde donde venga.


Discutir si existe o si conviene la fuerza de gravedad es totalmente abstracto, está ahí, existe.

Lo mismo ocurre con el modelo que reguló a nuestro país durante más de dos décadas.

El peso y el tiempo transcurrido nos ha acostumbrado a un sistema de enorme e impresionante masa, arrojado desde la más alta de las alturas.

De las autoridades depende si se trata de un aterrizaje, más o menos suave, o si nos estrellamos contra el piso.


Paradójicamente, de acuerdo a cómo esto se produzca se concretará o no el cambio de modelo.



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horacio gustavo ammaturo

horacio gustavo ammaturo

Soy Gustavo Ammaturo. Licenciado en Ciencias Económicas. CEO y Director de empresas de infraestructura, energía y telecomunicaciones. Fundador y mentor de empresas de Fintech, DeFi y desarrollo de software. Blockchain Product Designer.

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