Al inicio de su mandato el flamante presidente Mauricio Macri definió que el índice de pobreza sería el KPI con el que se mediría su gestión.
Indicador más que válido para evaluar el desempeño de un mandatario en un país que cuando asumió tenía poco más del 30% de sus habitantes pobres.
Lamentablemente, la pobreza llegó, hacia finales de su presidencia, al 35,5% de la población y probablemente, esta haya sido una de las causas por las que perdió en las elecciones del año 2019.
Para quienes no están familiarizados con las siglas, los KPI (en inglés "Key Performance Indicator") son los Indicadores Claves de Rendimiento, es decir que su seguimiento servirá para entender si se está en el camino correcto para cumplir con las metas y objetivos fijados.
Los KPI deben ser:
Claros en lo que se quiere medir
Medibles para poder observar su evolución
Realistas y posibles de alcanzar
Alineados con el resto de los objetivos estratégicos
Definidos en un plazo de tiempo específico
Los KPI típicos para analizar la evolución de un país son:
PBI. El PIB es el valor total de todos los bienes y servicios producidos en un país durante un período de tiempo (generalmente un año). Es el indicador más utilizado para medir el crecimiento económico y la producción nacional. Si el PIB crece a un ritmo superior al de la población, se considera un signo positivo de desarrollo.
Índice de Desarrollo Humano (IDH): El IDH considera variables como la esperanza de vida, la educación y los ingresos per cápita. Mide el bienestar general de la población y su acceso a servicios básicos.
Inversión: La inversión en infraestructura, educación, salud y tecnología es crucial para el desarrollo sostenible de un país.
Consumo de energía: El aumento del consumo de energía refleja el desarrollo industrial y la calidad de vida.
Balanza comercial favorable: Un superávit en la balanza comercial indica que el país exporta más de lo que importa, lo que puede ser un signo de desarrollo económico.
Tanto el déficit fiscal como la inflación son circunstancias que corren en paralelo a los indicadores tradicionales que se utilizan para analizar el desarrollo económico de un país.
El déficit fiscal no es un indicador directo de desarrollo económico, sino más bien un reflejo de la política fiscal de un gobierno en un momento dado que puede tener tanto efectos negativos como positivos, dependiendo del contexto y de cómo se maneje.
Efectos Positivos: Si el déficit se utiliza para financiar inversiones en infraestructura, educación o salud, puede tener un impacto positivo en el crecimiento económico a largo plazo.
Efectos Negativos: Por otro lado, un déficit fiscal sostenido puede llevar a un aumento de la deuda pública y a una carga de intereses más alta, lo que podría limitar el gasto en otras áreas importantes y potencialmente desacelerar el crecimiento económico.
Por el lado de la inflación puede influir en el desarrollo, sin embargo, no es un indicador directo pues puede tratarse de:
Inflación Controlada: Una inflación moderada y estable puede ser señal de una economía saludable y en crecimiento. Permite ajustar los precios y salarios de manera predecible, lo que puede fomentar la inversión y el consumo.
Inflación Alta o Hiperinflación: Niveles altos de inflación pueden ser perjudiciales para la economía, ya que erosionan el poder adquisitivo de la moneda, desincentivan el ahorro y la inversión, y pueden llevar a la incertidumbre económica.
Deflación: Por otro lado, la deflación, que es una caída generalizada de precios, tampoco es deseable, ya que puede indicar una demanda débil y una economía en contracción.
Claramente cada gobierno debería seleccionar los KPI acordes con el momento y circunstancia por la que atraviesa.
Sin perjuicio de ello, es fundamental recordar que solo con:
crecimiento económico, siendo su KPI el PBI
aumento del empleo, medido por la tasa de desempleo
disminución de la pobreza e indigencia, de acuerdo con los indicadores de referencia
inversión en infraestructura, que se calcula de acuerdo con las obras públicas y privadas que se ejecutan cada año.
fomento del ahorro y la inversión en moneda local, medibles a través de los depósitos en entidades financieras.
desarrollo, capacitación y cuidado de las personas, que cuenta con indicadores tales como tasas de natalidad y mortalidad, alfabetización, graduados universitarios, etc.
saldos comerciales y financieros favorables, que se pueden observar tanto con la balanza comercial como con la de pagos.
las economías de los países crecen, mejoran las condiciones sociales y, en consecuencia, es lo que la ciudadanía espera de sus gobernantes.
Pretender asimilar las finanzas de una nación con las de una empresa o familia podría limitar las posibilidades y herramientas que tienen los países para cumplir con sus objetivos.
Los horizontes de planeamiento son muy diferentes. Las familias planifican por años, mientras que los países lo deben hacer por décadas o siglos.
Las implicancias de las decisiones tienen alcances distintos en sus efectos, pues en las familias influyen sólo sobre su entorno, mientras que en un país afectan a toda la población.
Un país que genera confianza puede contar con el apoyo de su pueblo y la comunidad internacional por mucho tiempo. En el caso de la familia, la confianza se relaciona más con quien la conduce que con la tradición familiar.
Probablemente, la selección de los KPI definan el éxito o fracaso de una gestión.
Si los médicos resolvieran las infecciones bacterianas bajando la fiebre nada más, probablemente, los cuadros se prolonguen haciendo sufrir innecesariamente al paciente que podría haber recibido un antibiótico.
Si un gobierno entiende que la forma de medir su desempeño es a través del tratamiento de los síntomas y no de las causas de ellos, puede alejarlo de las verdaderas cuestiones que hay que atender y prolongar el sufrimiento de un pueblo.
Existe un único orden, las personas primero, los números después.
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