El nuevo Framework Agreement entre Estados Unidos y Argentina, difundido oficialmente por la Casa Blanca, sigue dando de que hablar en nuestro país. Algunos sectores de la industria nacional están preocupados, otros ven con buenos ojos los primeros acuerdos que se dieron a conocer y también encontramos sectores que pueden ganar y ver un desafío por delante al mismo tiempo.
Quienes pueden ver parte del nuevo acuerdo como algo positivo y desafiante es la industria textil, esto nace producto del párrafo donde se lee sobre: el compromiso de reforzar la lucha contra los productos falsificados y pirateados. Para un país donde la venta de ropa trucha y la importación informal crecieron con fuerza en los últimos años, la noticia parece positiva. Pero, ¿no sería seguir girando en círculo? ¿sirve que la industria textil tenga menos competencia externa pero continúe con la misma carga fiscal, los mismos costos internos? Rápidamente se está notando como estas discusiones movilizan a los textiles del país.
Casi 15 años de caída: los datos de Fundación ProTejer
La Fundación ProTejer, entidad que nuclea a empresas textiles, viene alertando hace años sobre la situación crítica del sector.
Según los reportes más recientes:
Se indica que entre diciembre de 2023 y abril de 2025 el sector textil, confecciones, cuero y calzado “perdió 10.300 puestos de trabajo”.
La utilización de capacidad instalada cayó a niveles críticos: en varios trimestres estuvo por debajo del 47%.
Pero lo más contundente es que la Fundación ProTejer viene advirtiendo desde principios de la década de 2010 que la producción textil está en niveles de retroceso cada año más críticos. No tendría sentido responsabilizar la última gestión cuando vemos que los distintos gobiernos, modelos económicos y distintas políticas de comercio exterior, no cambiaron el problema sino que se profundizó.
La crisis no es nueva. Lo nuevo es que, con el avance del e-commerce internacional, el deterioro se aceleró.
SHEIN y TEMU: los números que movilizan el mercado local
Los datos oficiales de la Cámara Argentina de Comercio Electrónico (CACE) muestran con claridad la magnitud del fenómeno:
En el primer semestre de 2025, SHEIN representó el 10% de todas las compras digitales internacionales realizadas desde Argentina.
Temu llegó al 8%, un crecimiento explosivo considerando que su entrada al país fue mucho más reciente.
Las compras por courier —el mecanismo legal que permite ingresar productos comprados en plataformas extranjeras— se duplicaron en 2025 respecto del año anterior.
El resultado es simple: Mientras una remera producida en Argentina acumula hasta 50% de carga tributaria total -Según la Fundación Protejer- una prenda enviada desde China paga casi nada, llega en dos semanas y se vende a un precio impensable para cualquier fabricante local.
Es en este punto donde el desafío se vuelve más complejo para los productores locales, ya que no compiten contra otras empresas: compiten contra un ecosistema global de ultra-low-cost subsidiado por escalas productivas gigantescas, menores regulaciones laborales en sus países y una logística global hiperoptimizada.
Qué dice realmente el acuerdo con Estados Unidos
En el comunicado oficial de la Casa Blanca, aparece el siguiente textual:
“Argentina ha tomado medidas contra un mercado regional importante y notorio de bienes falsificados y continuará mejorando la aplicación de las normas contra productos falsificados y pirateados, incluso en el entorno online.”
Además, el acuerdo incluye otro compromiso clave:
“Adopt and implement a ban on the importation of goods produced by forced or compulsory labor.”
Esto quiere decir que Estados Unidos exige controles más estrictos sobre falsificaciones, importaciones dudosas y productos asociados a trabajo forzoso. En definitiva: más presión para regular la entrada de ropa falsificada, especialmente la que llega por envíos individuales o informales. Algo que seguramente el Diputado Nacional Miguel Ángel Pichetto celebre luego de proponer esta semana un impuesto de hasta el 30% para las plataformas TEMU y SHEIN.
El problema de base que nadie toca: la presión fiscal y los costos internos
La industria textil argentina lleva décadas, como diría el presidente Javier Milei "cazando en un zoológico". La idea de controlar la importación de ropa no es nueva y de avanzar solo regresaríamos a los viejos hábitos de: comprar ropa en el extranjero o comprar ropa trucha porque la ropa de calidad es inalcanzable. ¿Por qué siempre se insiste con los controles aduaneros? ¿no hay plan b?.
Estamos en pleno proceso donde se dialoga de modernización laboral, reforma previsional y reforma tributaria, es un buen momento para escuchar a los propios empresarios que con números confirman: Los altos costos laborales, impositivos y de logística son de los más altos de la región. Nuestro país supera el 42% de informalidad, un trabajador informal es un trabajador sin derechos laborales y los impuestos sobre la producción textil encarecen la prenda final hasta niveles que el consumidor argentino ya no está interesado en volver a pagar. Si no se revisa la estructura fiscal y regulatoria, cualquier avance en controles se convierte en un alivio momentáneo y un nuevo círculo vicioso.
Nada cambia si el modelo impositivo sigue igual
La industria textil argentina gira en los viejos paradigmas: si el país abre, sufre las importaciones; si se mantiene cerrado, el ahogo de la presión fiscal interna encarece sus precios y cuando busca financiamiento, el sistema financiero no aparece.
El acuerdo con Estados Unidos puede ayudar a ordenar parte del caos que generan las falsificaciones y el mercado informal transfronterizo. Puede ordenar, puede mejorar controles, puede presionar para la trazabilidad. Pero no soluciona el problema estructural más profundo. Una industria textil no puede ser viable si sobre cada prenda que produce se acumula un esquema impositivo que encarece entre el 40% y el 50% del valor final.
Controlar falsificaciones es positivo. Limitar el contrabando es clave. Regular los envíos ultra low-cost podemos debatirlo. Pero si el Congreso Argentino no se permite un debate serio sobre la matriz de impuestos y costos internos, entonces cerrar la economía o abrirla será exactamente lo mismo.

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