En otras oportunidades hemos comentado que de las crisis inflacionarias extremas se sale con menor consumo, en consecuencia se trata de mayor pobreza para las clases económicas más postergadas, pues, la disminución en la demanda hace que el precio de los productos bajen.
Cuando los procesos inflacionarios son extensos, los productores y comerciantes se acostumbran a remarcar sus precios sabiendo que alguien los va a comprar. Al compás de suben los precios, suben los salarios, nos hemos familiarizado con relativizar el impacto visual en las listas, góndolas y vidrieras.
Parte de las políticas que ha encarado el nuevo gobierno del presidente Milei apuestan a que el poder adquisitivo de los argentinos baje tan significativamente como para que las empresas se vean en la necesidad de reducir los precios, y así, junto con una política monetaria restrictiva, es decir sin emitir nuevos pesos, terminar paulatinamente con la inflación.
En consecuencia, existe otro factor mandatorio para resolver la cuestión inflacionaria.
Tal como lo hemos expresado, la pérdida del poder adquisitivo con la consecuente baja en el consumo es el inicio de este programa, sin embargo, quienes los compradores son una parte en este proceso pues son los vendedores quienes forman los precios, por eso, recién cuando llegue la escasez económica y financiera a los grandes productores y cadenas comerciales podremos verificar el inicio de una nueva fase en la administración de la crisis y probable recuperación económica.
El acceso al mercado cambiario por parte de los importadores permitiría al Banco Central recuperar pesos vendiendo dólares, sin tener la necesidad de pagar altas tasas de interés para sacarlos de plaza. Para eso, debería fijar un tipo de cambio lo suficientemente alto como para seducir a los tenedores de divisas a venderlos.
Finalmente, podrían alcanzar la verdadera instancia que detiene a los procesos inflacionarios, la iliquidez.
La falta de circulante ha sido la que permitió luego de la salida de la convertibilidad que la inflación se mantuviera controlada, que las cuasimonedas sean adoptadas mayoritariamente y que la creatividad de un pueblo golpeado hasta las ruinas restablezca rápidamente la confianza en su propia moneda, el crédito y un sistema bancario casi quebrado.
Entonces, podemos identificar diferentes fases dentro del programa de estabilización monetaria:
- Pérdida de poder adquisitivo de las personas.
- Menor consumo.
- Estanflación.
- Impacto en las Pymes y cuentapropistas, ruptura en la cadena de pagos, desempleo y quiebras.
- Traslado del impacto a las grandes corporaciones que se ven afectadas por los problemas de solvencia en las cadenas de distribución y caída en las ventas.
- Iliquidez.
- Revalorización del peso.
Probablemente nos encontremos en la tercera etapa, en las puertas del doloroso momento en el que la pérdida del poder adquisitivo impacta violentamente en la mayoría de los hogares y comercios de cercanía.
La falta de dinero para cubrir las necesidades básicas de las personas es la forma más cruel de contención a la inflación.
Sólo recién, cuando el agua llegue a la cintura de los pocos grandes y haya ahogado a muchos de los medianos y pequeños, la falta de liquidez será la señal de que a partir de ese momento el peso ha vuelto a cobrar vida.
Existen alternativas basadas en tecnologías de procesamiento de pagos que pueden diseñar ecosistemas transaccionales de manera tal que permita regular los flujos monetarios para que la iliquidez resulte menor en los sectores más vulnerables y acelere la revalorización del peso en aquellos factores económicos que los acumulan y desprecian.
La búsqueda de cambio de modelo del país significa transformaciones en lo filosófico, moral y en las costumbres de los argentinos que van mucho más allá de las cuestiones económicas.
Apoyarse en las herramientas que aporta el siglo XXI en cuanto a modelos monetarios, fiscales y tributarios reducirían el impacto negativo en quienes menos tienen y aceleraría la recuperación tan ansiada.
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