Hoy, día de la soberanía nacional y saliendo electo democráticamente como Presidente de la Argentina el economista Javier Milei, se despierta nuevamente la esperanza en la gente de poder volver a ser grandes, de poder soñar, y de cantar con orgullo el himno argentino: "¡Oíd, mortales!, el grito sagrado:¡libertad!, ¡libertad!, ¡libertad! Oíd el ruido de rotas cadenas, ved en trono a la noble igualdad". El cielo se tiñe de celeste como nuestra bandera y se siente que vienen buenos tiempos. Pero no debemos olvidar poner los pies sobre la tierra y analizar donde nos encontramos como país, y específicamente, donde se encuentra la ciencia Argentina.
La innovación en ciencia y tecnología contribuye de manera importante en el crecimiento económico de un país. Recordemos la nuestra a lo largo de los años:
- Los premio Nobel de Bernardo Houssay por el rol de la hipófisis en la regulación de la cantidad de azúcar en sangre, Luis Federico Leloir por describir los nucleótidos azúcares y su papel en la formación de hidratos de carbono y César Milstein por el desarrollo de anticuerpos monoclonales.
- El primer bypass de Favaloro
- Incluso más recientemente la Vacuna contra el COVID-19 ARVAC, o el tratamiento para la atrofia muscular espinal de nusinersen con ácido valproico, por ejemplo.
Si bien hemos demostrado dar algunos hitos importantes a nivel mundial, y nuestros científicos son muy aclamados en el exterior, hay dos realidades innegables:
- El porcentaje del PBI que Argentina destina a la ciencia es aprox. del 0.34% lo cual representa muy poco a comparación de países más avanzados en este campo como Estados Unidos, Israel, Suiza, Alemania, entre otros que supera el 3%, teniendo incluso en cuenta que nuestro PBI es mucho menor.
- El porcentaje destinado a la ciencia se encuentra mal administrado.
Pero no desesperen, que se podría hacer mejor. ¿Cómo podríamos lograr posicionarnos a nivel mundial y generar valor monetario a través de la ciencia?
¿Cerrar el CONICET y dejarlo en manos de la industria privada? No, TRANQUILOS...
Sí es cierto que hay muchas investigaciones muy lejos de ser aplicadas, cuyos resultados no tienen progresión a futuro de generar capital económico o patentamiento. Observando cómo funciona la ciencia pública en el exterior, países como Suiza, Alemania o Estados Unidos, invierten muchísimo dinero en ciencia aplicada que en un futuro puedan lograr transformarse y crear empresas que generen dinero y crecimiento en sus países, sin descuidar la ciencia básica, claro está. Considero que ese es justamente el problema del CONICET. El hecho de no tener suficiente dinero para solventarlo todo debido a la crisis económica, genera una división impresionante del poco dinero en las miles de investigaciones que hay en la Argentina. De esta forma, aquellos grupos de investigación que tienen el potencial de generar capital o conocimiento de mayor importancia, disponen de muy poco y avanzan muy lento aunque aun así, algunos pocos con suerte, logran descubrir cosas muy interesantes. Además, los investigadores destinan gran parte de su trabajo pidiendo subsidios para solventar sus investigaciones que la mayoría de veces no les alcanza y deben conformarse con menos, o incluso utilizan dinero de su propio bolsillo para continuar. ¡Esto no va más!
Pensémoslo de esta manera; ¿Qué sucede cuando una familia tiene menos ingresos que antes? Lo más razonable sería que eliminen los gastos no indispensables y se centren más en lo necesario. Ahí está la clave. Creo que la ciencia y la tecnología es una inversión. Pero que no todas las investigaciones lo son. Al menos en este momento tan crucial.
No creo que sería conveniente cerrar el CONICET, sino más bien reestructurarlo desde adentro: quitar a aquellos investigadores que están en carrera del CONICET pero que hace tiempo no investigan nada y simplemente lo dejan en manos de sus “becarios”, o aquellos que no cumplen con mínimos horarios necesarios, disminuir el suministro de líneas de investigación que no tienen un futuro empresarial o que no son tan imprescindibles de conocer en este momento, y seguir suministrando líneas que puedan generar patentamientos como tratamientos a curas de enfermedades, dianas farmacéuticas, resistencias vegetales a cambios climáticos, investigaciones aeroespaciales, etc., y destinar más dinero aún para aquellos grupos con ambiciones. El científico ya tiene una motivación interna por la ciencia y por lo que hace, y creen 100%, pero no es suficiente. Ellos sacrifican mucho y no se los valora lo suficiente. Simplemente habría que reenfocar sus investigaciones e impulsar a que generen. El hecho de fomentar este tipo de investigaciones, de seguro que a largo plazo ampliará los ingresos del país. Esto aumentará la confianza mundial e incluso las inversiones de empresas extranjeras radicadas en Argentina permitiendo que en un futuro sí se disponga de más para destinarlos a otras investigaciones.
Hoy estamos en un momento de priorizar. Se destruyó tanto la economía en los últimos años que ya casi no hay presupuesto para este sector. Y hay que ser conscientes de esto. Si hoy se necesitan los recortes es por un futuro mejor, con una buena causa.
¿Cuáles serían las consecuencias de dejar en manos de la industria privada la investigación?
La investigación privada está muy bien, pero no es lo único. Siempre es buena una interrelación entre lo privado y lo público. Lo que habría que eliminar es el gasto innecesario y la corrupción en ambos entes. Sería difícil esperar por ejemplo que las farmacéuticas investiguen todo sobre la salud, cuando muchas se enfocan en ciertos temas.
Un punto a tener muy en cuenta es que la investigación pública puede funcionar como una incubadora de Start-Ups de carácter científico generando diversidad empresarial. Si dejásemos todo en manos de la industria privada, esa diversidad se eliminaría, y nos encontraremos tendiendo a la monopolización de la ciencia a unas pocas. Las farmacéuticas acapararían todo el mercado y sería casi imposible generar nuevas pequeñas empresas. Esto es debido a que todo lo que un empleado investiga y descubre en la farmacéutica, es para conocimiento propio de dicha empresa y bajo ningún concepto puede “robarse” ese conocimiento para abrir la suya propia. Por ejemplo, un científico que trabaja en una farmacéutica con ganas de emprender se vería mucho más limitado porque necesitaría tener o bien un laboratorio propio o alguien que le preste uno e invierta para permitirle investigar y así en un futuro abrir su empresa.
El hecho de fomentar investigaciones públicas con objetivos claros de salida empresarial, creo que es una gran oportunidad. Debemos intentar dejar de pensar ambos entes (público y privado) como dos cosas completamente opuestas y empezar a verlo como la continuación de un camino de lo público hacia lo mixto, y así tener lo mejor de ambos mundos. Siendo que esto permita a largo plazo destinar de más para sumar líneas y volver a competir por un premio Nobel.
Por esto, creo que es muy necesario analizar como afectaría cada decisión tomada e intentar acertar para lograr combinarlas con el fomento de generar capital económico en Argentina. Será un camino difícil, pero es posible crecer para volver a ser el pujante país que fuimos y que debería ser por la claridad de nuestros padres de la patria y de los que vendrán.
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