Empezar desde cero en cualquier aspecto de la vida puede ser desafiante. Pero con la motivación adecuada, objetivos claros y el acompañamiento de expertos, alcanzar el éxito puede ser posible. Este es especialmente el caso cuando se trata del manejo de las finanzas personales y las inversiones.
El primer paso es pensar en los objetivos. Es clave tener en claro qué es lo que se pretende lograr con las inversiones y que objetivos buscamos a corto, mediano y largo plazo. Hacerse preguntas como: ¿para qué estoy invirtiendo?, ¿qué quiero lograr?, ¿cómo logro hacerlo?.
Puede que estas preguntas no encuentren respuesta inmediata, lo que subraya la importancia de contar con el apoyo de un profesional. El asesoramiento de un profesional facilita la toma de decisiones basadas en un conocimiento sólido y nos ayuda a visualizar el contexto general, en vez de centrarnos solo en los detalles.
Con la ayuda de un asesor financiero, el siguiente paso es visualizar el camino, ver en cuanto tiempo se pueden lograr los objetivos. Los objetivos a corto plazo podrían ser comprar un vehículo, pagar unas vacaciones o la compra de un inmueble. Mientras que los objetivos a largo plazo pueden variar desde planificar la vida en familia con hijos, pagar colegios, pagar salud de todo el núcleo familiar, o planes de retiro para poder vivir sin preocupaciones en el futuro.
Para lograr los objetivos a corto plazo, la clave es invertir con un perfil más conservador ya que tenemos menos tiempo para recuperarnos en el caso que se necesite el dinero con urgencia. Mientras que, a largo plazo, se dispone de margen para asumir un mayor nivel de riesgo en busca de una mayor rentabilidad. Existe una relación directa entre el nivel de riesgo que está dispuesto a asumir un inversor y el retorno potencial que podría obtener. A mayor riesgo, mayor es la posibilidad de obtener ganancias significativas, pero también aumenta el riesgo de pérdidas. Por el contrario, al optar por inversiones de menor riesgo, las expectativas de rentabilidad disminuyen, así como el riesgo de incurrir en pérdidas.
Algunas de las preguntas que hará el asesor financiero son acerca de los objetivos y las limitaciones a la hora de invertir. Dichas metas y limitaciones evolucionan con el tiempo. No es lo mismo lo que buscamos a los 20, que lo que tratamos de lograr a los 40 o a los 60 años. Los objetivos individuales pueden centrarse más en el rendimiento de los activos o en la gestión del riesgo a asumir con la inversión. Algunas personas quieren lograr un retorno anual específico mientras que otros buscan asumir el menor riesgo en la medida de lo posible. Las limitaciones tienen que ver con la necesidad de liquidez, el horizonte de inversión, temas fiscales o legales, y circunstancias personales como temas familiares o de salud.
A raíz de todas estas consultas, el asesor determinará el perfil del inversor. Dicho perfil es clave para que el asesor pueda brindar alternativas de inversión al cliente y diseñar un portafolio a medida para lograr sus objetivos. Existen 3 perfiles de inversión:
Perfil Conservador: Admite un riesgo muy bajo, busca preservar el capital y tener una mínima ganancia. Prefiere invertir en activos de baja volatilidad, mostrando una aversión al riesgo bastante alta.
Perfil Moderado: Busca conseguir un equilibrio entre estabilidad y crecimiento patrimonial, por lo que tolera una exposición intermedia al riesgo. La clave de este inversor va en la diversificación del portafolio.
Perfil Agresivo: Busca maximizar la rentabilidad, por lo que su exposición al riesgo es elevada. Destina la mayor parte del capital a activos con un potencial retorno superior a la media y considera a la diversificación esencial para minimizar riesgos. Este tipo de inversor posee una mayor experiencia y conocimiento de los mercados.
Una persona no debería tener un único perfil a lo largo de toda su vida, sino que hay varias etapas financieras que están correlacionadas con el paso del tiempo. Dichas etapas las dividiría en:
1- Educación: etapa donde se absorben conocimientos y es el cimiento sobre el que construimos nuestras vidas financieras.
2- Primeras etapas laborales: Corresponde al inicio de la vida laboral, usualmente entre los 18 y 22 años, con ingresos iniciales modestos. Es una fase ideal para establecer fundamentos sólidos sin tener muchas obligaciones financieras.
3- Desarrollo de la carrera: Se caracteriza por un aumento en los ingresos y en las responsabilidades. En un período de formación de familias y la planificación financiera a largo plazo se vuelve crucial ya que los ahorros de esta etapa sostendrán el futuro.
4- Techo de la carrera: Esta etapa trae consigo los ingresos más altos de la carrera profesional, concentrándose en el ahorro para el retiro y necesidades familiares, como la educación de los hijos. Normalmente se sitúa entre los 40 y 60 años.
5- Pre-retiro: Es el período de transición hacia el retiro, donde minimizar los riesgos en las inversiones se vuelve crucial debido al menor tiempo disponible para recuperar el capital destinado a la jubilación.
6- Retiro: Con más tiempo libre, es posible que los gastos aumenten, especialmente en atención médica y ocio.
Conscientes de nuestra etapa de vida y perfil de riesgo, es momento de considerar cuáles son las claves para iniciar el camino en el mercado de capitales, en qué instrumentos financieros invertir, seleccionando aquellos que mejor se alineen con nuestras metas y necesidades financieras actuales y futuras.
Pero eso lo veremos en nuestra próxima columna financiera sobre claves para empezar a invertir.
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