Fuente: Nexofin
El alivio inicial de los organismos internacionales no logró revertir la sangría de reservas
Tras la cadena nacional del presidente el 11 de abril, las reservas brutas del Banco Central pasaron de 24.000 millones a 38.000 millones de dólares en apenas diez días. Las reservas netas, en tanto, subieron de un déficit de 7.000 millones a 6.400 millones. Aunque este último valor sigue siendo modesto, hacia mediados de abril se percibía que el gobierno había logrado contener la sangría de divisas, gracias al respaldo de los desembolsos del FMI y del Banco Mundial.
Sin embargo, desde el anuncio presidencial, las reservas continuaron su deterioro. Entre el 16 de abril y el cierre del mercado del viernes 30 de mayo, las reservas brutas cayeron de 38.612 millones a 36.854 millones de dólares, mientras que las reservas netas pasaron de un pico de 1.741 millones a -2.310 millones. Es decir, el Banco Central perdió más de 1.750 millones de dólares en reservas brutas y volvió a terreno negativo en reservas netas, profundizando una dinámica que pone en duda la sostenibilidad del repunte inicial. La caída fue particularmente marcada a partir de la semana del 21 de mayo, con una pérdida neta acumulada cercana a los 4.000 millones de dólares en apenas diez días. El dato más alarmante se registró el viernes 30 de mayo, cuando las reservas netas se desplomaron en 1.477 millones de dólares en un solo día, una señal de creciente fragilidad, pese a los esfuerzos oficiales por sostener el tipo de cambio y contener las expectativas devaluatorias.
Con la apertura de las compras de dólares para atesoramiento por parte de personas humanas, la aparente estabilización comenzó a mostrar fisuras. Solo en abril, un millón de individuos compraron en conjunto 2.048 millones de dólares, con un promedio de 204,8 dólares por persona, mientras que 309.000 personas vendieron apenas 111 millones, a un promedio mucho menor, de 36 dólares cada una. Está marcada asimetría entre compras y ventas revela que la expectativa devaluatoria persiste en la sociedad, incluso tras el anuncio oficial y el respaldo de los organismos multilaterales. Lejos de haberse disipado, la demanda minorista de dólares muestra que los ahorristas continúan cubriéndose frente a una eventual corrección cambiaria. A su vez, esta dinámica anticipa un riesgo aún mayor para el segundo semestre del año, cuando también se habilite el acceso al mercado cambiario para personas jurídicas y empresas, lo que podría ejercer una presión adicional sobre las reservas del Banco Central y tensionar nuevamente el frente cambiario.
Fuente: Elaboracion Propia con información del BCRA
Además del atesoramiento, muchos analistas atribuyen el crecimiento en la demanda de divisas a la fuerte salida de dólares por turismo. El turismo emisivo creció un 67,6% interanual, impulsado por la salida de 8,4 millones de residentes argentinos del país, mientras que el ingreso de extranjeros cayó un 25,4%.
Todo este cóctel resulta especialmente riesgoso en un contexto en el que el gobierno utiliza el tipo de cambio oficial como ancla para contener las expectativas inflacionarias, al tiempo que debe cumplir con metas de acumulación de reservas y afrontar compromisos de deuda. En paralelo, la demanda de dólares por parte de personas humanas (precisamente los dólares que el gobierno debería estar acumulando para pagar su deuda externa) alcanzó en abril su nivel más alto desde octubre de 2019, cuando se compraron casi 4.300 millones de dólares, pese a que entonces regía un cepo con un tope mensual de USD 10.000 por persona impuesto durante el tramo final del gobierno de Mauricio Macri. La magnitud de la demanda actual, en un escenario de controles aún más estrictos, revela la presión persistente sobre el frente externo y el complejo desafío que enfrenta el equipo económico para sostener el esquema cambiario sin verse forzado a una corrección del tipo de cambio.
Un equilibrio cada vez más frágil
En definitiva, el alivio inicial que supuso el desembolso de los organismos multilaterales parece haberse diluido rápidamente en un escenario de creciente incertidumbre. La pérdida sostenida de reservas, la demanda persistente de divisas por parte del sector privado y la falta de señales claras sobre una estrategia de largo plazo siembran dudas sobre la sostenibilidad del esquema actual. En la medida en que no se recomponga la confianza en el rumbo económico, el gobierno seguirá enfrentando una presión constante sobre el frente cambiario, con márgenes cada vez más estrechos para evitar una corrección abrupta del tipo de cambio.
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