El año 2024 fue un año donde el rock, tanto nacional como internacional, dijo presente en nuestro país. En un contexto donde los géneros urbanos llenan los principales estadios, rompen récords de escucha y recitales, uno de los principales géneros de la música ha tenido que reversionarse y buscar colaboraciones con los nuevos artistas para buscar nuevos públicos. Mientras tanto, Los Piojos se despedirán luego de una vuelta llena de éxito en el Más Monumental repleto el 14 de junio y todo indica que no sería el último show que harán como despedida hasta nuevo aviso.
Desde hace décadas, la música rock ha sido un faro cultural, un espacio de rebeldía y un estandarte de innovación artística. Sin embargo, en los últimos años, esta pregunta ha rondado en conversaciones, medios y foros: ¿sigue siendo el rock un género relevante o ha sucumbido al peso del tiempo? ¿Qué escuchan los Centenialls? Algunos argumentan que el espíritu de ruptura y creatividad que lo definió en sus inicios se ha diluido, mientras que otros afirman que el rock ha mutado, adaptándose a nuevas generaciones y contextos. ¿Estamos ante el ocaso de una era o frente a un nuevo capítulo?
Música era la de antes
Durante la guerra de Malvinas, el gobierno tomó una decisión que potenciaría al rock nacional: las radios del país tenían prohibido mandar música inglesa. En consecuencia, las principales estaciones tuvieron que buscar y difundir bandas argentinas para llenar el espacio, permitiendo aire al folklore, el tango y, sobre todo, al rock nacional, que hasta entonces los militares veían como un enemigo. Figuras como Spinetta, Serú Girán y León Gieco encontraron en ese contexto un público ávido de conectar con sus letras cargadas de poesía y crítica social. Temas como Sólo le pido a Dios de Gieco o Alicia en el País de Serú se convirtieron en himnos que, además de hablar de la época, trascendieron como parte del imaginario colectivo del país. El rock nacional se consolidó no solo como un género musical, sino como una herramienta de resistencia cultural y un espacio de expresión para una sociedad asfixiada por la censura y el autoritarismo.
Por ende, hablar de rock suele ser sinónimo de los años dorados de este género durante la década de los setenta y ochenta ¿Sigue existiendo ese estilo en la música? Los principales artistas de aquella época se encuentran en un retiro musical: muchos no sacan discos hace años o su estilo fue cambiando a lo largo del tiempo y ya no encuentran su mejor versión (caso La lógica del escorpión de Charly García), otros, si siguen activos, realizan conciertos con sus mayores éxitos (4030 de Fito Paéz) y también quedan quienes solo están vivos en su legado. Algo lógico ya que pasaron más de cuarenta años y el mundo y los públicos están en permanente cambio y el rock, no ha sido la excepción.
Del rock clásico y alternativo de los ochenta se ha pasado a uno barrial en los noventa donde andas como Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota, Los Piojos, y La Renga conectaron con sectores populares, combinando letras urbanas con sonidos crudos donde se potenció y desarrolló “la cultura del aguante”, algo muy lejano a lo que promovía Almendra o Los Gatos en sus inicios, pero también se han fusionado los géneros como lo hicieron Los Pericos con el reggae y el pop como Babasónicos y Calamaro.
¿Por qué eso sería parte del rock si la propuesta ha cambiado? ¿Por qué Callejeros está más cerca de Baglietto que de los géneros urbanos? El género debió ser modificado por el contexto mundial y aquellos que no aceptaron esos cambios, han intentado aferrarse a aquellos años felices donde escuchaban y asistían a recitales de sus artistas y negarse a que ese tiempo ya pasó, que la música de antes es parte del pasado. O no. Porque la música no es estática y su escucha está en permanente movimiento.
¿Quién dijo que todo está perdido?
Distintos artistas del género han declarado la muerte del rock como tal. El rock solía ser el canal por excelencia para expresar inconformismo, crítica social y emociones intensas. Hoy, géneros como el trap y el hip hop han tomado ese rol, adaptando las narrativas a problemáticas actuales como la precarización laboral, la desigualdad, y las vivencias de los barrios populares. Artistas como Wos, que incorpora influencias del rock en su estilo, reflejan cómo la música urbana no reniega de su vínculo con el rock, sino que lo resignifica. Canciones de Duki, Bizarrap o Trueno con guitarras distorsionadas o colaboraciones con artistas de rock (como Wos con Ricardo Mollo en Culpa) muestran que las fronteras entre ambos géneros se han difuminado. A menudo, el rock es percibido como un género que mira hacia el pasado, mientras que la música urbana representa lo contemporáneo. Esto ha generado tensiones entre los seguidores de ambos movimientos, con críticas cruzadas sobre la autenticidad y la profundidad artística. Sin embargo, estas diferencias no son absolutas: artistas de ambos géneros están explorando formas de convergencia.
Mientras que el rock encuentra un público fiel entre las generaciones que crecieron con el género, la música urbana conecta de forma más directa con las juventudes actuales. Sin embargo, el fenómeno de la nostalgia y el impacto de festivales como el Cosquín Rock, que ahora incluye artistas urbanos, demuestran que el rock todavía tiene un lugar en la conversación cultural y viceversa, como la presencia de Airbag en el último Buenos Aires Trap.
Spotify, la plataforma de streaming más importante del mundo, ha sacado su Wrapped el año pasado y confirma que el rock está muy lejos de tener su entierro, sino que revive permanentemente de sus cenizas como el Ave Fénix. El 60% de los jóvenes de nuestro país escuchan rock. Es más: el rock argentino tuvo un crecimiento del 233% en reproducciones durante los últimos cinco años. Y parece que la tendencia sigue al alza, porque los streams aumentaron un 27% solo entre 2022 y 2023.
La plataforma va más allá y se anima a afirmar que la Generación Z (los nacidos en la década de los 2000 y nunca vivieron sin conexión a Internet) es la nueva guardiana del rock argentino. Además, señala que entre los artistas que más reproducen los jóvenes se encuentran Babasónicos, Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota, Soda Stereo, Andrés Calamaro y Charly García: verdaderos clásicos del género a nivel local. No solo se quedan en bandas separadas (que vuelven como Los Piojos) o artistas retirados, sino que le abren las puertas a nuevos artistas del rock como El Mató a un Policía Motorizado, Eruca Sativa, Conociendo Rusia entre otros, en un escenario que la industria musical insiste cada vez más en el rap, trap, y RKT.
Lejos de ser una competencia directa, el rock y la música urbana parecen habitar espacios diferentes. Mientras el rock mantiene una conexión fuerte con su público nostálgico y ciertos sectores alternativos, la música urbana domina los charts, las redes sociales y los festivales masivos. Aunque ya no sea el género que encabeza las listas de éxitos o define el espíritu de una época, su legado persiste como una huella imborrable en la música y la cultura. Las canciones que marcaron a generaciones siguen resonando, mientras nuevas formas de expresión, como la música urbana, ocupan el espacio que alguna vez fue exclusivamente suyo.
Tal vez, entonces, el rock no haya muerto, sino que ha cambiado de piel, esperando que nuevas generaciones lo redescubran, lo transformen y le den un nuevo significado como lo hizo en toda su historia. Desde Tanguito a Sumo. Desde Almendra hasta Viejas Locas. En este sentido, el debate sobre si el rock murió podría ampliarse: ¿debe el rock resignarse a ser un género de nicho, o puede encontrar una forma de dialogar con los lenguajes de la actualidad?
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