1/12/2022 - entretenimiento-y-bienestar

El arte de hacer planes solos

Por ethel rosso

Imagen de portada
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Diseñar planes en nuestra mente es un deporte en el que todos parecemos ser expertos. Ir a tal lugar, hacer tal cosa, probar tal otra, un sinfín de posibilidades en las cuales podemos regodearnos durante horas imaginando todos sus detalles y lo bien que la vamos a pasar con quienes salgamos. Sin embargo, todavía resta la parte complicada sin la cual, a simple vista, ningún plan podría concretarse, es decir, coordinar con nuestros invitados. A veces todos pueden y no hay mucho que organizar, en ocasiones (casi siempre) a nadie le coinciden los horarios y el plan, triste e inevitablemente, se termina desvirtuando. En definitiva, concretar salidas con amigos no siempre sale bien; sin embargo, aún es posible pensar otro tipo de planes que incluyan a un sólo invitado: nosotros mismos.

Salir solos es todo un arte y puede resultar un reto para aquellos que acostumbran salir con otras personas, es decir, la mayoría de nosotros. Después de todo, "somos seres sociales por naturaleza", frase harto repetida y considerablemente cierta. ¿A dónde salir solos? ¿Cuánto tiempo vamos a poder disfrutar de nuestra propia compañía sin sentir la ansiedad de refugiarnos en nuestros celulares? El arte de salir solos puede suponer infinitas preguntas, pero, con ellas, un vasto espacio de creación para aprender a conocernos a nosotros mismos y comprender nuestros límites y posibilidades. A continuación, una breve guía para sobrevivir a una salida a solas.

Experimentar la propia presencia

Todavía recuerdo uno de mis primeros planes sola. Había salido de compras un día caluroso y se me antojaba tomar un jugo de naranja lo más frío posible, así que entré en una cafetería, tomé asiento en una mesa para cuatro y lo pedí. El mozo, como es de esperarse, me preguntó si estaba esperando a alguien más y contesté que no (tal vez lo más gratificante de salir solo es que nunca hay que esperar a nadie). Eventualmente, comencé a mirar a mi alrededor y noté que todo el mundo tenía compañía. “¿Y ahora con quién hablo?”, me preguntaba. Rápidamente agarré mi celular y abrí Instagram, esa red social tan adictiva que sólo se vuelve aburrida en dos ocasiones: cuando estamos en una sala de espera y cuando salimos a merendar a solas. “Me hubiese traído un libro”, pensé (sí, el mejor amigo para hacer planes solos es un libro). Llegó mi pedido y le saqué una foto apurada, con vergüenza de que los otros comensales me miren (no, nadie está mirando, a nadie le importa). Disfruté mi jugo, que acompañé con dos medialunas, y miré al horizonte hasta pedir la cuenta.

Lo más difícil de hacer planes solos es la desesperada y casi siempre fracasada búsqueda de estímulos externos. Mensajes, redes sociales, personas cerca nuestro, algo por hacer que nos ofrezca distracción frente a lo que realmente está sucediendo. Es que no hay nada más complicado que experimentar nuestra propia presencia, en especial en los tiempos que corren. Hacer planes solos es un arte porque lo que estamos haciendo no es salir para distraernos sino, por el contrario, para estar más presentes que nunca. Una especie de meditación, pero divertida: observamos lo que sucede, escuchamos, sentimos, y a través de esa presencia aprendemos a disfrutar de nuestra propia compañía, en planes que normalmente haríamos con otras personas.

Apostar por nuestros gustos

Hacer planes solos es una excelente oportunidad para salir de nuestra zona de confort, pero no necesariamente tenemos que salir corriendo del estrecho espacio de nuestra comodidad si no nos sentimos a gusto con ello. Una buena recomendación para iniciarse en el arte de salir solos es elegir planes que respondan a nuestros gustos personales y a lo que realmente disfrutamos hacer, agregando el condimento de que esta vez vamos a prescindir de la compañía de alguien más. En otras palabras, podemos plantear salir solos como un experimento que apunte a descubrir qué tan bien nos llevamos con nosotros mismos, sin la necesidad de forzarnos a ponernos en lugares que no nos agradan.

Un plan con nosotros mismos puede implicar simplemente salir a tomar un café, pero si estar sentados en una mesa solos despierta ansiedades y nerviosismos, una buena opción para empezar puede ser salir a caminar escuchando música, o tendernos una manta en un parque y llevarnos un libro, o quizá salir de compras. Lo mejor de estos planes es que no dependemos de nadie más para ejecutarlos, lo cual amplía los márgenes de libertad para diseñar salidas que realmente nos diviertan.

Hacer planes solos para hacer planes con otros

Convivir con nuestra presencia, estar a gusto a solas realizando una actividad que nos guste, las oportunidades que nos ofrece el mero hecho de salir solos a tomarnos un café o a mirar una película en el cine son considerablemente numerosas. Si hay algo que aprendí haciendo planes sola es que, a partir de la experimentación de esa clase de planes, la experiencia de salir con otras personas cambia radicalmente. El lograr sentirse totalmente presente en un plan solitario posibilita que disfrutemos con la misma presencia de las conversaciones con nuestros amigos, sin la necesidad de ver historias en las redes sociales con otras personas y otros planes, mientras nuestro propio plan se está desarrollando.

El arte de salir solos supone infinitas anécdotas para contarles a las personas con las que nos encontramos, múltiples temas de conversación que van a volver mucho más interesante la experiencia que tenemos en materia de salidas. De hecho, hacer planes solos puede ser lo más común del mundo cuando uno logra acostumbrarse a no depender de la confirmación de alguien más. Si no podemos coincidir siempre con los otros, la oportunidad de coincidir con nosotros mismos está a la vuelta de la esquina.

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ethel rosso

ethel rosso

Psicóloga (MN 81203). Buenos Aires.
Me gusta hacer yoga, leer y pasear mucho. A veces escribo, porque soy demasiado curiosa.
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