La escritura: un recurso esencial para el bienestar
¿Cuántas veces escribiste lo que sentías en lugar de decirlo en voz alta? ¿Es aquello un acto de cobardía o de valentía pura?
A mí siempre me juzgaron por ser poco expresiva, por no demostrar afecto, como si la única manera que existiera de hacerlo fuese mediante un abrazo o un beso. Toda mi vida crecí sintiendo que era una persona fría, más bien distante, y me encerré tanto en aquel personaje que comencé a creer que era verdad, que esa era yo.
Un poco con el pasar de los años y contra viento y marea, me fui encontrando con una herramienta que había pasado bastante desapercibida toda mi vida: la escritura. Mi familia siempre me había animado a leer, lo cual agradezco todos los días, pero nunca me había incentivado a escribir un cuento, o un poema; como consecuencia, mis comienzos en aquel arte fueron por puro azar, aunque mucho más tarde comprendí que nada es azaroso.
Mi manera de comunicarme cambió gracias a aquel encuentro, mi manera de comunicarme también son las palabras pero en un forma distinta, un poco más bella y con un tinte artístico. Cada vez que alguna situación me deja sin palabras recurro al lápiz y al papel, o al block de notas de mi celular, pues los tiempos cambiaron. Existen días en los que mi garganta se siente igual que un gran colador lleno de piedras intentando colarse con fuerza por esos agujeros tan pequeños; es entonces cuando sé que debo escribir para aliviar ese dolor de no poder decir lo que siento.
Por suerte aprendí a usar la escritura como una herramienta, pero se necesita mucha valentía para regalar tus palabras a otros. Guardamos en ellas muchos secretos, nos presentamos ante el papel como un cuerpo desnudo y vulnerable porque sabemos que en ese momento no existe nada ni nadie más. ¿Da un poco de miedo, no? Encontrarte solo con tus pensamientos, en lugar de ignorarlos y dejarlos volar. Nunca más deberían llamar cobarde a alguien que aún no sabe usar su voz, ya llegará su momento, siempre llega la oportunidad en la que tenés que gritar para no perderte en vos mismo, pero mientras tanto existen otros caminos.
Sé que somos miles los que elegimos hablar menos y escribir más, y nos propongo animarnos a decir en voz muy alta qué nos angustia o qué nos hace reir; también me hablo a mí que me escondo tras el papel. Pero a su vez animo a quienes se consideran personas frontales, que siempre van a decir lo que no les gusta, a que se sienten, agarren una hoja y respondan estas preguntas: ¿Qué me hizo sonreir hoy? ¿Qué me hace sonreir todos los días? ¿Qué angustia o malestar estoy cargando en el cuerpo?
Recuerden que la valentía sólo vive en quienes saben poner en palabras cada sentimiento que les atraviesa el cuerpo.
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