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El promedio de las personas, y me incluyo, se jacta de ser racional, de creer únicamente en lo que ve y en lo que la ciencia constata. Hoy en día esto tiene gran incidencia en particular en las generaciones actuales, circunstancia en la que la ciencia y la tecnología avanzaron con tal visibilidad al punto de reemplazar y eliminar la figura de un dios omnipotente “todopoderoso'' para algunas personas.
No solo la ciencia parecería ser la única portadora de verdad moderna, si no que además, para estas personas, creer en una figura divina resulta impensable, incluso a veces tonto. Sin embargo me atrevo a decir que nadie de estas generaciones, o al menos nadie que esté leyendo esta nota, puede decir que en momentos de miedo, suspenso, o mucha expectativa, no se encontraron rezandole a un ser superior, en el que dicen no creer, para que todo saliera bien. En mi opinión, ese comportamiento no difiere en absoluto con el fenómeno de las cábalas.
El significado que cada persona le da a sus cábalas varía infinitamente. Mientras que algunas cábalas se basan en la mera continuación de una tradición familiar o entre amigos, otras surgen de las maneras más insólitas e irrisorias. A su vez, pueden tener lugar en todo tipo de situaciones: exámenes, entrevistas de trabajo, año nuevo, y la que en estos tiempos nos une a todos, el mundial. Pero lo que une a todas las cábalas, por más diversas que sean, es el objetivo que tienen: obtener un resultado favorable a través de métodos no basados ni en la lógica ni en la ciencia. Y entonces, cuando sacamos la lógica y la ciencia, ¿con qué nos quedamos?
En lo personal, mi cábala favorita la uso a la hora de rendir parciales, y es extremadamente simple. En un papel tipo “post - it” escribo los temas que no quiero que me tomen, y lo pego en el freezer. Creo que roza el borde con la magia negra o los gualichos, pero lo único que sé es que definitivamente más de una vez ha funcionado. Al mismo tiempo, tengo conocidos que se visten de traje para ver los partidos del mundial, o compañeros de facultad, ateos, que prenden velas antes de rendir.
Las cábalas de año nuevo por otro lado son un mundo aparte, desde poner plata en los zapatos para tener un año próspero económicamente, hasta comenzar debajo de la mesa para conseguir novio/a. No niego ni afirmo haber usado la última cábala y que haya funcionado, no solo para mi si no para las tres personas que salieron conmigo ese año nuevo.
En definitiva, no podemos negar que las cábalas existen y que varios, me atrevo a decir la mayoría, las han utilizado al menos una vez en su vida. Lo extraño es que, en un contexto en el que las creencias metafìsicas son cada vez más dejadas de lado, parecemos hacer la vista gorda a esa negación de un más allá y decidimos confiar ciegamente en la veracidad de estas cábalas, y su potencial para alterar el destino de las cosas.
Friedrich Nietzsche en su obra “Así habló Zaratustra” dice: “ebrio es el dolor para quien sufre, de apartar la vista de su sufrimiento y perderse a sí mismo”. Quizá entonces, tener cábalas está en nuestra naturaleza, en el desear que algo superior resuelva las cuestiones de la cotidianeidad que están fuera de nuestro alcance y de alguna manera tape esa frustración. O quizá, las cábalas son señales de que en efecto hay una fuerza metafísica y todo está conectado. Como todo, queda a libre interpretación de cada uno.
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