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Seguramente en algún momento de tu vida viviste la experiencia de ir al teatro. Quizá sos más aficionado y es algo que haces en lo cotidiano de tu vida, o quizá más de chico tu abuela te llevó un fin de semana y ese es el único recuerdo que tenés de estar sentado en una butaca viendo a gente en vivo interpretar distintos roles. Pero en fin, hayas ido una o mil veces, el microteatro es una experiencia completamente distinta, para todo tipo de personas.
¿Cómo surge esta tendencia?
La propuesta nació en España, más específicamente en Madrid, en el año 2009, y tardó un tiempo en llegar a Buenos Aires en 2017. Esta actividad llega de la mano de Julieta Navarro y Pablo Bossi, encargados de instalar el microteatro en la ciudad porteña. Particularmente, lo que tiene de especial es la ruptura de lo tradicional y conocido en el área del espectáculo, poniendo especial foco en la interacción del espectador con la obra.
Debo admitir que mi primera experiencia arrancó un poco con el pie izquierdo. Yo, como muchos otros de esta generación, tengo el mal hábito de llegar religiosamente tarde a los lugares. Siempre hago la típica argentina: me fijo a qué hora tengo que estar en el lugar y calculo unos cinco o diez minutos tarde “de márgen”. Si, ya sé, está mal y estoy trabajando en eso. Pero el punto de la historia es que ese día efectivamente llegamos tan solo dos minutos tarde, y no nos dejaron pasar. Obviamente al principio me llevé un disgusto, y de nuevo el pensamiento argentino : “bueno che, ¿Qué les cuesta dejarme entrar?”. Pero, cuando logré entrar a la siguiente función, entendí porqué efectivamente no me podían dejar pasar ni un minuto tarde, y por qué si me dejaban pasar hubiese arruinado toda la función.
Finalmente y para no alargar el misterio, hablé con la gente de la recepción que por suerte con la mejor onda me dijeron “tranquila, a todos les pasa” y me cambiaron la entrada para más tarde. Cuando entro al espacio se trataba de algo brillantemente simple: una salita bastante escueta con las paredes pintadas de amarillo, quince sillas para quince espectadores, y dos actores que ya estaban en escena para cuando todos entramos a la sala. Todo transcurrió en quince minutos, y en ese breve lapso experimenté un abanico de emociones inmenso, me reí, me sorprendí y empatice con los personajes. Todo eso en quince minutos.
Un formato disruptivo
Lo innovador del espacio de microteatro es que te ves forzado necesariamente a interactuar con la obra, ya sea porque de repente el actor te incluye en el diálogo o porque actúa mirándote fijo a los ojos, creándose un clima de intimidad único y mismo desafiante. A mi, en una de las tantas veces que fui, me pasó que la actriz me tirara un pedazo de comida como si fuese una paloma, y hasta que no lo agarré no dejó de mirarme. Así, mil anécdotas más.
Creo que lo más rupturista de este formato es que, al ser obras tan cortas, te da tiempo a tomarte un vino o comer algo en el entretiempo, y a ese ritmo podes tranquilamente ver tres o cuatro obras en una noche. Sobre esto en particular, no quiero dejar de hacer un análisis del significado sociocultural que deja ver el microteatro sobre nuestra generación. Lo cierto es que, positivo o no, las generaciones son bien conocidas por su necesidad de lo efímero y rápido. Todo debe suceder inmediatamente y en la brevedad, canciones que pasaron de tener cinco o seis minutos hoy en día no duran más de dos, y un video que dure más de un minuto ya parece ser un insulto al espectador. Si bien realizar un juicio sobre esto sería motivo para otro análisis, lo cierto es que, en una sociedad con tantos estímulos y a la vez tan poco tiempo para todo, el microteatro parece haber sabido adaptarse perfectamente. Lo que es más, si bien es cierto que ofrece cierto confort y contención a las nuevas generaciones, lo hace a la vez que desafía sus niveles de compromiso y les exige el total de su atención y dedicación por tan solo quince minutos.
Desde su año de estreno, el microteatro presentó más de seiscientas obras en Buenos Aires en sus seis salas, vistas por más de medio millón de espectadores. La oferta de obras se presenta mensualmente, así que hay que estar atento al recambio de cartelera. Es un plan para hacer con amigos, parejas y definitivamente solo. Personalmente recomiendo ir sin planearlo, una noche en la que la cena haya terminado antes de lo previsto, o simplemente estés con tus amigos merodeando en pleno palermo preguntándote cuál es la próxima parada.
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