El reclutamiento
En marzo 2022 me anoté como voluntaria de FIFA para ser parte de esta aventura sabiendo lo que significaba ir a un país con la cultura de Qatar. De cinco mil voluntarios internacionales seleccionados, fui una de ellas.
Ante todos los prejuicios que el mundo entero ponía sobre el país que iba a ser anfitrión de la Copa del Mundo (y míos propios) pude confirmar tanto muchas cosas positivas como negativas.
Distancias imposibles
El primer desafío lo presentaron las distancias. Es de público conocimiento que este mundial rompió los esquemas al lograr llevar a cabo el torneo en el menor espacio posible. Incluso fue el primero en dar la posibilidad de ver dos partidos en un día… y si le ponías muchas ganas, incluso tres. A pesar de esta facilidad o intento de acercamiento, no fue tan simple. Como voluntaria me hospedé en un establecimiento construido especialmente para el mundial, llamado “Barwa Barahat Al Janoub” ubicado a dos horas del centro, de Doha. No solamente a dos horas del centro, sino que también, a dos horas de mi trabajo y de los estadios. Esto hizo que sea muy desgastante y poco motivador querer ir a visitar el centro, a trabajar o incluso a hacer pequeños planes como ir a cenar de noche. Voy a admitir que las últimas dos semanas empecé a utilizar Uber para trasladarme, para ahorrar tiempo y ganas, sacándole más provecho a la experiencia. El famoso Barwa – también conocido como “La Cárcel” “El Barwargento” – era el lugar en donde, junto a los voluntarios, se hospedaban los hinchas de todos lados del mundo: en su mayoría, argentinos. A 86 dólares la noche, la habitación de dos camas reducía su precio a la mitad si compartías con alguien. Los voluntarios internacionales estábamos todos hospedados gratuitamente.
Falta de organización
Si bien el ingreso y egreso de espectadores no fue un problema en los estadios, la frustración venía al querer conseguir entradas. Durante todo el torneo la página oficial representó un desafío, especialmente para partidos tan solicitados como los de Argentina. La mayoría terminaba entonces comprando tickets de reventa unas horas antes de que comience el partido.
En cuanto a la organización del programa de voluntarios, honestamente sentí que fue todo muy en el aire y falto mucho ahí. Esto no quita que mi experiencia haya sido increíble y que lo volvería a hacer otra vez. Tanto el país como la gente de FIFA “vendían” al público la idea de que el voluntario era el corazón del mundial, el motor indispensable para que todo funcione. Siendo esto completamente cierto, con muchísimas áreas que dependieron estrictamente de nosotros, no nos sentimos siempre de esta manera.
Algunas cosas positivas
Para empezar por lo positivo, debo decir que se nos dio un uniforme super completo diseñado por Adidas. Cada día, al llegar a cumplir tu “shift”, es decir, tu turno de trabajo, te recibían con algún que otro regalo. A cada voluntario se le dio una entrada para asistir como espectador a un partido (cabe aclarar que este no se podía elegir, y no coincidía con el país natal de cada uno). Con hospedaje lejos, pero gratis, comida de buffet incluida en cada turno de trabajo y el desayuno repartido cada mañana, los gastos esenciales estaban bastante cubiertos. Quitando el pasaje de avión, las primeras dos semanas no gaste ni 100 dólares. Al finalizar todos los turnos de trabajo requeridos, el regalo final era un Smart Watch y unas monedas doradas oficiales de FIFA.
Otras no tanto
En cuanto a lo negativo, como mencionaba, las cuatro horas de viaje gastadas en ir y volver de trabajar desgastaban mucho, sumado a las 8 horas aproximadamente que duraba cada turno de trabajo. Dependiendo dónde te tocará trabajar, podías estar todo el día haciendo nada o todo el día moviéndote. El mejor trabajo era tener un rol en un estadio, teniendo que cumplir con sólo siete turnos de trabajo en todo el Mundial y pudiendo ver los partidos gratis – incluso la posibilidad de estar cerca de los jugadores o en la mismísima cancha. A medida que las instalaciones se dejaban de usar, los voluntarios se reubicaban – terminando muchos de ellos trabajando en el Lusail (el famoso estadio donde argentina, jugo la mayoría de sus partidos y la mismísima final del mundo). Otros trabajos, en cambio, implicaban estar todo el día parado indicando a la gente el lugar donde tenía que seguir caminando, como ocurría en el Fan Festival y algunos hoteles. En mi caso puntual, yo cubría el “Main Media Operations Center”. Actuando como oficina para fotógrafos y periodistas, a quienes entregábamos acreditaciones y merchandising, allí ocurrían las conferencias de prensa de cada país. En este espacio a los voluntarios nos tocaba cumplir con el doble de turnos de trabajo que la gente que trabajaba en estadios, es decir, 14 turnos, en los cuales muchos de ellos era pasar horas sentada en un escritorio sin nada que hacer. Fue muy frustrante haber viajado tan lejos, esperando ser parte de algo único y estar tantas horas haciendo nada.
Para mi sorpresa, detalles simples como la entrada al Museo Nacional de Qatar y otros lugares culturales no se volvió gratuita, sino todo lo contrario. Ante el elevado precio de admisión, muchos optamos por saltearnos estas actividades. El transporte, en cambio, si era gratuito. Esto significó que los volúmenes de gente utilizándolo generaban colas de entre 30 y 60 minutos para acceder. Los voluntarios no contábamos con prioridad, por lo que no quedaba más que armarnos de paciencia tras las ocho horas de trabajo. Aún más sorprendente fue no recibir entradas gratuitas para los partidos de nuestros propios países.
Ser mujer en Qatar
En cuanto a ser mujer en Qatar, ir a este país iba en contra de toda mi moral realmente. Antes de partir, nos habían llenado la cabeza de todo lo que no íbamos a poder hacer ahí, como vestirnos “descubiertas”, o abrazarnos, tomar alcohol, entre otras cosas – sin embargo, al llegar nos encontramos con una realidad completamente distinta, sin ningún tipo de restricción. Eso no quita la incomodidad que viví en innumerables ocasiones. La cultura árabe acostumbra a ir en grupo, algo intimidante al pasar cerca y sentir la penetrante mirada ajena, fija en cada una de nosotras. No podía evitar pensar en esta misma situación, en mi país, como no sucede y si llegase a ocurrir, tomaría acción rápidamente como acudir a un policía, meterme en un local o salir corriendo porque ya todas sabemos lo que significa. Para sumar a la incomodidad, era un desafío caminar por la calle sin que se acercara alguien a pedirte tu número o redes sociales. En espacios concurridos, me tocó vivir situaciones donde se me tocaron partes del cuerpo sin consentimiento. Todo esto generaba un contraste con la “caballerosidad” que se nos presentaba, tratándonos en ocasiones como reinas. “Lo pedís, lo tenés” era la ideología que aplicaba para nosotras. Cabe recordar que la cantidad de mujeres en el país es reducida respecto a la población masculina.
En lo personal me fui con la impresión de un país que, al ser tan rico económicamente, puso el foco en la demostración del lujo y la innovadora arquitectura por sobre la difusión de sus costumbres e identidad. Con una mentalidad quizás demasiado estructurada, se aplicó la estrategia de “regalar lo material” al extranjero para ganar su aceptación, por sobre generar un intercambio más personal, dejar entrever la esencia Qatarí – lo cual, para mí, es lo que atrae y deja el recuerdo de un país.
El foco puntualmente en los voluntarios internacionales podría haber sido más claro y considerado, ya que fuimos nosotros quienes volvimos a nuestros países contando la experiencia. Incluso la etapa previa al viaje, de preparación y selección online, fue poco clara. Nos encontramos constantemente intentando adivinar respuestas a preguntas irresueltas, siendo la comunicación con la organización muy limitada durante el proceso.
Desde él afuera, salió todo mucho mejor de lo que hasta ellos mismos esperaban. Y probablemente se destaque por sobre otros países que fueron o serán anfitriones.
Mi conclusión
A pesar de todas las cosas que a muchos de nosotros como voluntarios no nos cerraron, fue una excelente experiencia. Si bien no elegiría volver a Qatar de visita, encontrando muchos choques con la cultura local, me llevo todo un grupo internacional de gente que conocí e hizo único el viaje. Ser parte de esta experiencia tanto como voluntaria y como hincha es algo que nunca voy a olvidar, donde no solo vi a mi propio país ganar, sino que también a Messi levantar la copa del mundo, muchachos.
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