Miguel Russo durante el Mundial de Clubes de la FIFA
El fútbol argentino despide a uno de sus grandes referentes. Miguel Ángel Russo, el icónico entrenador que marcó una era en Boca Juniors y otros clubes del continente, falleció el 8 de octubre a los 69 años en su hogar de la Capital Federal, tras una prolongada lucha contra el cáncer de próstata y vejiga diagnosticado en 2017. Su partida, ha generado una oleada de homenajes en redes sociales, medios y canchas, donde se lo recuerda como un "guerrero" del deporte rey. Russo estaba en internación domiciliaria, con un estado delicado que se agravó en los últimos días, y dejó un vacío profundo en La Bombonera, donde su nombre resuena como sinónimo de títulos y tenacidad.
Russo no solo fue un entrenador, fue un coleccionista de trofeos que elevó a varios equipos a la cima. Su palmarés incluye hitos inolvidables, como el Torneo Clausura 2005 con Vélez Sarsfield, la Copa Libertadores 2007 dirigiendo a Boca Juniors, un título continental que lo catapultó a la fama. En 2020, durante su tercer paso por el club, sumó la Liga Profesional y la Copa Argentina, consolidando su estatus como uno de los técnicos más exitosos en la historia xeneize. En el extranjero fue bicampeón con Millonarios de Colombia en 2017, ganando la estrella en una final épica contra Independiente Santa Fe. También dirigió en Arabia Saudita (Al-Nassr), Perú (Alianza Lima) y Paraguay (Cerro Porteño), dejando huella con su enfoque motivador y estratégico.

Estos logros no fueron casuales, Russo predicaba un fútbol simple, inteligente y de contragolpe, con figuras como Juan Román Riquelme como ejes de sus equipos. "Llevar a Boca en la espalda es como arrastrar un camión", dijo una vez su ex ayudante Hugo Gottardi, reflejando la presión que Russo manejaba con maestría.
Nacido el 9 de abril de 1956 en Valentín Alsina, un barrio obrero de Lanús, Russo encontró en Estudiantes de La Plata su cuna futbolística. Debutó como jugador en 1975 y permaneció hasta su retiro en 1988, disputando más de 300 partidos como mediocampista defensivo. Elegante en la recuperación y preciso en la distribución, fue pilar en los títulos de Primera División de 1982 y 1983, bajo la dirección de Carlos Bilardo. Su lealtad lo convirtió en un "one club man" (hombre de un club) ya que toda su carrera como jugador defendió a Estudiantes de La Plata, un raro ejemplo de fidelidad en el fútbol.
Como entrenador, volvió a Estudiantes en 1989, iniciando una carrera que lo llevó por Lanús, Los Andes, Colón, Vélez, Rosario Central, San Lorenzo y Racing. Pero su paso por el "Pincha" no sólo forjó su identidad, sino que representó los valores de humildad y resiliencia que exportó al fútbol sudamericano. En Colombia, con Millonarios, inspiró a toda una liga al ganar títulos mientras enfrentaba quimioterapias, en Paraguay y Perú, promovió un estilo defensivo que influenció a generaciones de técnicos. Russo significó para el fútbol sudamericano un puente entre la tradición argentina y la innovación continental: un motivador nato que construía equipos desde la base, demostrando que la victoria se gana con inteligencia y no solo con estrellas. Su lucha contra el cáncer, sin rendirse nunca, fue lo que lo elevó a ícono de superación, inspirando a rivales y aliados por igual.

La noticia sacudió al mundo del fútbol. Boca Juniors lo despidió como "una leyenda eterna", mientras San Lorenzo y Millonarios destacaron su bajo perfil y sus conquistas. Jugadores como Leandro Paredes le dedicaron triunfos recientes, y Riquelme lo abrazó en su última aparición pública el 23 de septiembre. Casado con Mónica Croavara y padre de tres hijos (incluyendo a Ignacio, futbolista de Tigre que metió un gol el día después de su muerte, rompiendo en llanto en el partido), Russo equilibró familia y carrera con la misma tenacidad que mostró en la cancha. En un deporte efímero, Russo deja un faro de lealtad y coraje. Descanse en paz.
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