Las aulas volverán a abrir este mes. Será el segundo cuatrimestre del año con una crisis que si bien viene de varios años atrás y no remontó la situación bajo ninguno de los últimos gobiernos, la situación se encrudeció este año cuando el presupuesto fue congelado y puso en jaque la cursada. Los reclamos remarcados en la marcha histórica del 23 de abril, con la UBA a la cabeza, lograron llegar a un acuerdo con el gobierno actual para cubrir los gastos del funcionamiento (primero entregado a la UBA y más tarde, al resto de las universidades nacionales) y parte de los salarios de docentes y no docentes, el 90% del presupuesto educativo, aunque estos muy por debajo de la inflación.
Unos años atrás esa situación parecía ser utópica ya que existía un gran consenso en la comunidad que la educación era central para un país que vive de crisis en crisis y cada vez en una grieta más profunda. Puan, la película de María Alché y Benjamín Naishtat cuenta en qué consiste ser parte del universo puanner de una manera absurda y lo que viven los docentes y no docentes en la crisis económica.
Dos filósofos, dos ideas opuestas.
La película inicia con el fallecimiento de Eduardo Caselli, titular de la cátedra de una de las materias de la carrera de Filosofía de la Facultad de Filosofía y Letras. Todo parece que a quien le asignarán la titularidad por concurso es a Marcelo Pena (Marcelo Subiotto), un histórico de la facultad situada en la calle Puan. Es el profesor que está hace más tiempo y mano derecha histórica de Caselli, incluso desde que era su estudiante. Su vida pasa por la filosofía. Además de la UBA, él va a los barrios carenciados a dar clases y a una señora de la alta sociedad, dejando en evidencia que los intereses de este estudio trasciende las clases sociales. Él no se imagina su vida fuera de Puan. Es el único lugar donde siente que es alguien y se atará a ello pase lo que pase. A pesar de ser muy reconocido por sus colegas, no lo es por los decanos y rectores de la universidad. Como todo docente y no docente de la UBA le tardan a depositar los sueldos y vive la dura realidad de la crisis económica del país en carne propia a pesar de tener varios trabajos como profesor. Sin embargo, todo protagonista tiene su antagonista y el suyo es Rafael Sujarchuk (Leonardo Sbaraglia).
Sujarchuk vive una realidad completamente paralela a la de sus compañeros, incluso ni siquiera residía en Argentina. Después de haber finalizado sus estudios se fue a vivir en Alemania donde es, en oposición a Pena, muy reconocido tanto pública como económicamente y ello le permite no comprender el día a día que vive un docente en Argentina. Su vuelta al país se da ya que comienza a salir con la actriz Vera Motta (Lali Espósito) y participar del homenaje a Castelli, quien fue su profesor cuando él estaba en la carrera y era compañero de Marcelo. Aunque solamente dio una masterclass en un aula magna, ve la oportunidad de concursar contra su colega, algo que potenció aún más el interés de ambos. Sujarchuk es una persona carismática con un discurso que puede convence a todo el mundo y su reconocimiento lo pone en ventaja sobre el protagonista para quedarse con la cátedra.
La historia se centra en esta disputa burocrática y ambos intentarán hacer todo lo posible debido a que el otro también lo desea. Incluso, pasarse de lo moral.
Cuando la realidad se copia de la ficción.
Para hacer una película que se mete en la sociedad argentina, es imposible no pasar por la crisis económica y en este caso, choca directamente con la UBA. Los directores plantean una historia que en ese momento parecía que nunca iba a pasar ni imaginarse en un futuro lejano, un posible cierre de la Universidad de Buenos Aires.
La cátedra de filosofía se ve muy afectada por el presupuesto y Sujarchuk parece ser la respuesta: su “aura de Frankfurt” y renombre internacional parece ser el salto de jerarquía para ser escuchados. La priorización de lo extranjero por sobre lo nacional parece ser también la respuesta en Puan y Pena cree que es el único que puede competirle para que se respete el legado de su tutor y el sentido de pertenencia.
Además, desde un toque cómico, una conocida de la pareja de Pena conoce a alguien del Banco Central por una app de encuentros que le da información de la fuga sistempatica de dólares del banco con una UBA cada vez más fundida. Si bien la crisis se acentúa cada vez más, no es el centro de la historia hasta que la rivalidad de los protagonistas no se resuelve.
Nadie se salva solo.
Al final de la película, los protagonistas se citan para saldar diferencias en el café Sócrates, lugar histórico para los estudiantes de Puan. Sujarchuk se quedó con la cátedra, pero necesita de Pena ya que se da cuenta que esto no es Alemania, sino lo contrario: vivir en Argentina no es para nada fácil y más alguien que durante más de veinte años estuvo acostumbrado a la dinámica europea con muchos más recursos. Marcelo acepta colaborar y formar una dupla en los teóricos, pero parece que eso no podrá cumplirse lo prometido. Las noticias que llegan son devastadoras: no hay plata para lo que queda de la cursada y la UBA debe cerrar por tiempo indefinido.
Marcelo no duda y sale al rescate de su pasión y de todos los alumnos que soñaban con recibirse de sus carreras demostrando que la facultad era mucho más que una institución educativa. La universidad es un reflejo de la identidad de todos los estudiantes. Su amor lo hace liderar el corte de calle para que el gobierno le de una respuesta a la entidad educativa y da la clase pública con ayuda de los docentes y sus alumnos demostrando que nadie se salva solo y mucho menos, en este país. El plan se mantiene en la lucha, pero él es arrestado por la policía y es obligado a irse para Bolivia mientras deja sembrado el legado de la unión nacional, un legado más allá de las aulas.
Comentarios