Cuando las personas entran a la tercera edad, piensan más en un retiro a corto plazo y disfrutar de la familia amigos y no tanto en seguir buscando nuevos horizontes en su trabajo. En el mundo del cine, se cuentan con los dedos aquellos actores que se mantienen en lo más alto de Hollywood pasando los ochenta años como Robert de Niro, Clint Eastwood y Anthony Hopkins, entre otros. Este último cuenta con la particularidad de ser el ganador de mayor edad del premio al Mejor actor del Oscar, el premio más reconocido del cine.
El 2020 tuvo a la pandemia por el Covid-19 como el gran protagonista del año provocando, entre otras cosas, que las películas tuviesen que estrenarse en las plataformas destreaming para no retrasar el proyecto. En ese contexto, Netflix estrenó “El padre”, una película franco-británica de drama dirigida por Florian Zeller y protagonizada por Anthony Hopkins quien interpreta a Anhtony y por Olivia Colman quien hace de su hija.
La única verdad es la realidad
Anthony es un hombre mayor que padece de demencia y su fuerte carácter impide que tenga un buen trato con las cuidadoras ya que él considera que no necesita de ellas. Su hija observa que la enfermedad está avanzando y toma la decisión de que él se mude con ella con la colaboración de una enfermera que estará mientras ella trabaja.
La demencia lo lleva a confundir a las personas a su alrededor y a enfrentarse a la pérdida de control sobre su vida. La película explora cómo la enfermedad afecta tanto al paciente como a sus seres queridos, en particular a su hija. La confusión no es solo del protagonista, sino también al espectador sobre qué es lo real, qué es ficción, qué es un hecho del pasado y qué es el presente.
La forma en que se presenta la confusión del protagonista y la manipulación del tiempo y los espacios en la narrativa hace que el espectador también experimente la confusión que siente el personaje. La película, al contarse desde una mente senil, constantemente rompe con las convenciones del tiempo y espacio, lo que provoca una experiencia fragmentada para el espectador. Esta técnica es esencial para construir el caos mental del protagonista ¿Su hija está casada o divorciada? Si ella está separada, ¿quién es el hombre con el que habla mientras ella no está en casada? Y si está casada, ¿por qué le contó que se mudará a París porque conoció un hombre?
Es importante destacar el trabajo del director, quién realizó una gran adaptación de su propia obra Le Père (El Padre traducido al español) jugando con los nuevos espacios físicos que el cine le permite. El espectador nunca se siente completamente seguro de dónde está realmente el personaje. Al principio de la historia, hay un cuadro pintado por su hija menor (la cual no sabemos de su paradero hasta el final), pero al día siguiente no está más (o quizás jamás estuvo). El colapso de la memoria de Anthony también crea una experiencia similar para el espectador, que ya no sabe si está viendo una versión diferente de un mismo lugar o si la película está jugando con la percepción de lo que se está mostrando.
El uso de fechas contradictorias también contribuye a la manipulación del tiempo. Anthony se enfrenta a situaciones donde las fechas y los eventos no se alinean, lo que refuerza la sensación de que el tiempo se ha vuelto fluido e incierto. ¿Cuántos años tiene Anthony? ¿Hace cuánto que no ve a su hija? El mismo evento puede presentarse de formas ligeramente distintas en diferentes momentos de la película. ¿Quién le cocinó? ¿Quién le preparó el té a la mañana? Las interacciones con su hija y su cuidadora se repiten y mezclan, pero con pequeñas variaciones generando varios Déjà vu. Durante el transcurso de la historia, la película deja varias dudas, pero con la certeza de que se está con un film de época.
La edad es solo un número
A los 83 años, Anthony Hopkins muestra ser dos caras de una misma moneda. El Anthony de la ficción, un anciano gruñón que se niega a tener cuidados médicos permanentes en su casa y mucho menos, estar en un geriátrico con personas de su edad. Su personalidad lo obliga a que solo quiera estar en su departamento o en el de su hija (que fue comprado por él varios años atrás) y descansar sus últimos años de vida. Por otro lado, el Anthony de la realidad es un actor maduro que su interpretación fue reconocida con un BAFTA y un Oscar, ambos como mejor actor. Si bien ya había sido condecorado con ambos premios en 1992 por su icónico Dr. Hannibal Lecter, su interpretación como Anthony podrá ser tan reconocida como aquella en “El silencio de los inocentes”.
En “El Padre”, son muy pocas las escenas en las que Hopkins no está presente, lo que demuestra que ser el gran protagonista le requirió un esfuerzo físico y emocional considerable. Incluso llega a realizar unos pasos de baile, un detalle que, aunque parece sencillo, evidencia el desgaste y la energía que el actor volca en su personaje. Este tipo de trabajo, tanto físico como mental, es impensable para un hombre de su edad.
Interpretar a Anthony no solo fue una prueba de su habilidad actoral, sino también una reflexión de su propia vida y su relación con el envejecimiento. A lo largo de los años, Hopkins se convirtió en uno de los grandes intérpretes de su generación. En “El Padre”, se siente como si estuviera experimentando las mismas pérdidas que su personaje, lo que otorga una dimensión emocional tan auténtica que es imposible no hacer el paralelismo con su propia vida. Su personaje y su rol fueron una mirada profunda a las emociones humanas más universales: el miedo al olvido, el rechazo a la dependencia, la lucha por mantener la dignidad. La habilidad de Hopkins para comunicar estas emociones, sin caer en la exageración, es un testamento no solo a su talento, sino a la sabiduría adquirida con los años.
La edad fue un sello de su maestría. A los ochenta y tres años, se convierte en el actor más longevo en ganar un Oscar, un hecho histórico que resalta no solo su longevidad como artista, sino también el reconocimiento a su esfuerzo continuo. Mientras otros actores jóvenes dominan la pantalla, Hopkins demuestra que la experiencia acumulada, la madurez y el talento perfeccionado con el tiempo pueden seguir siendo una fuente invaluable de innovación y profundidad en la actuación.
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