Diana Mondino con Amador Sánchez Rico, Embajador de la Unión Europea en Argentina.
El reciente establecimiento del gobierno bajo el liderazgo libertario de Javier Milei ha marcado una transformación radical en el panorama político de Argentina. En términos de acuerdos comerciales, la nueva administración declaró inequívocamente su postura en contra de involucrarse con regímenes comunistas. Para fortalecer los lazos diplomáticos, la Canciller, Diana Mondino, lanzó una campaña destinada a consolidar y mejorar las relaciones con las naciones occidentales, con un énfasis particular en reconstruir la alianza deteriorada con Estados Unidos, que sufrió durante la anterior administración de izquierda de Alberto Fernández y Cristina Kirchner.
Sin temer las implicaciones económicas, Milei ha sido un crítico feroz de China, argumentando que si desean negociar con Argentina, deben hacerlo a través del sector privado. Para inclinar la balanza, el nuevo gobierno debe utilizar su as bajo la manga: el acuerdo de libre comercio Mercosur - UE, iniciado durante la presidencia de Mauricio Macri (2015-2019). Macri fue un pionero en reconocer el potencial de Argentina para la colaboración con Europa, caracterizado por su carisma que dejó una impresión favorable en los líderes extranjeros. Además, tuvo la suerte de ser anfitrión de la cumbre del G20 en Buenos Aires en 2018, aprovechando la oportunidad para entablar diálogo y fomentar relaciones con líderes europeos, notablemente Angela Merkel y Emmanuel Macron, quienes Macri afirmaba “se habían enamorado de Argentina”.
Hoy, seis años después de ese encuentro, la realidad internacional ha cambiado profundamente. En primer lugar, surgió la inesperada pandemia de COVID-19, que reconfiguró la integración productiva global, donde la eficiencia y los costos ya no son los únicos determinantes de la inversión, sino que también se tienen en cuenta factores de seguridad y resiliencia. Por otro lado, la invasión rusa de Ucrania ha sido otro cambio en el escenario geopolítico, obligando a Europa a buscar nuevos mercados. Establecer y comerciar con países afines, conocido como friendshoring, reduce significativamente los riesgos. Es el momento perfecto para que Europa lo haga, ya que tres de los cuatro estados miembros del Mercosur (Argentina, Uruguay y Paraguay) ahora tienen gobiernos anticomunistas con una visión positiva de la Unión Europea.
Asegurar el acuerdo Mercosur - Unión Europea brindaría a las industrias europeas la oportunidad de reubicarse en países sudamericanos, reduciendo así la exposición a riesgos potenciales asociados con Rusia. Sin embargo, las ventajas se extienden más allá de Europa; los países miembros del Mercosur también se beneficiarían significativamente. Tendrían acceso al diverso mercado de la UE, expandirían sus oportunidades de exportación y atraerían inversión extranjera directa, entre otros beneficios. Este “Acuerdo de Asociación” implicaría la integración de un mercado que comprende 800 millones de personas, representando casi una cuarta parte del PIB mundial, con un comercio bilateral de bienes y servicios que supera los 100 mil millones de dólares. Tal asociación resultaría en un impulso sustancial en la creación de empleo, fomentando el desarrollo económico en las regiones participantes.
Si bien hay aspectos positivos a considerar, es importante reconocer los desafíos. En Europa, particularmente en Francia, el acuerdo ha enfrentado oposición por parte de los agricultores que argumentan que competir con los sectores agrícolas altamente eficientes de Argentina y Brasil sería inviable. Notablemente, las negociaciones han durado 22 años, con el Mercosur esperando acción por parte de la Unión Europea, alimentando la impaciencia entre líderes sudamericanos como Luis Lacalle Pou, presidente de Uruguay, quien está explorando el diálogo con China para posibles acuerdos comerciales. De manera similar, Lula da Silva, presidente de Brasil, ya ha tomado medidas en esta dirección, lo que se alinea con la membresía de Brasil en la alianza BRICS.
La urgencia para que Europa encuentre un consenso respecto a la oportunidad de colaborar con el Mercosur no puede subestimarse. No hacerlo podría tener repercusiones significativas para el futuro de Europa en la economía global. Además, no hay garantía de que los gobiernos del Mercosur permanezcan abiertos a las negociaciones con la UE indefinidamente. Argentina juega un papel crucial en este acuerdo, particularmente desde que Javier Milei terminó la participación del país en el BRICS, un esfuerzo de integración encabezado por Alberto Fernández. Más allá de sus claras ventajas económicas, esta asociación tiene importancia en la reafirmación de los valores occidentales y en abordar la influencia económica y política de China y Rusia, no solo dentro de Mercosur, sino en toda América Latina.
Carl Moses, asesor y analista especializado en América del Sur, expresó sus preocupaciones en una entrevista con DW, afirmando: "Cada día, se clavan nuevos clavos en el ataúd del tratado. La absurdidad radica en el hecho de que, dentro de la Unión Europea, la mayoría de los expertos están convencidos de que Europa necesita urgentemente el acuerdo más que Sudamérica. A pesar de esto, Europa no está tomando medidas." También destacó una queja planteada por Greenpeace, una organización que advierte que este tratado podría resultar en un aumento del transporte comercial y marítimo, potencialmente dañando el clima. Esta objeción es egoísta y no analiza de manera realista la situación económica. Argentina, Paraguay y Brasil tienen altos niveles de pobreza y desempleo, que podrían aliviarse con este tratado, permitiendo la creación de millones de nuevos empleos y, en consecuencia, una mejora en sus condiciones socioeconómicas.
El destino de este tratado recae en la Unión Europea como entidad colectiva, y todos los indicios apuntan a que esta es su última oportunidad para obtener el apoyo de Mercosur. China y Rusia han demostrado una mayor agilidad y adaptabilidad en la conclusión de negociaciones, lo que ha resultado en avances sustanciales en Asia, África y América Latina. Sin embargo, esto también se traduce en una difusión de sus ideologías y un mayor apoyo hacia ellos. Es hora de que Europa tome una decisión definitiva y cese más demoras en un asunto que ha estado sobre la mesa durante más de dos décadas.
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