13/1/2025 - politica-y-sociedad

5 años sin Fernando

Por Jerónimo Alonso

5 años sin Fernando

El verano de 2020, el último antes de la pandemia del Covid-19, se caracterizó por ser un verano de muchos inconvenientes y sucesos violentos en la costa argentina: golpizas a las salidas de establecimientos bailables y fiestas electrónicas, accidentes en las calles e incidentes en las playas. Muchos de ellos tuvieron un factor en común: un grupo atacando a un individuo sin capacidad de defenderse. Enero estaba saliéndose de control hasta que una gota rebalsó el verano: el 18 de enero de 2020, Fernando Báez Sosa, un joven de dieciocho años, fue asesinado a golpes por un grupo de rugbiers en la salida de un boliche en Villa Gesell.

Fernando era un chico de dieciocho años proveniente de una familia humilde y pocos recursos donde era el único hijo Silvino Báez y Graciela Sosa, un matrimonio de Paraguay que inmigraron al país a probar suerte. Tras haber terminado el CBC de la carrera de Derecho, Fernando se fue a Villa Gesell con su grupo de amigos y su novia para las vacaciones antes de comenzar con la carrera. Por otro lado, sus asesinos, eran un grupo de rugbiers oriundos de las familias más poderosas de Zárate.

La noche del horror.

Ambos grupos se encontraron en la noche del 17 de enero en Le Brique, uno de los boliches más conocidos de la zona. El lugar estaba tan lleno que impedía a las personas moverse con facilidad. Un choque accidental de Fernando con uno de los rugbiers fue el principio del fin. Este último comenzó a agredirlo verbalmente a él y un amigo que había tenido un encontronazo con otro rugbier del grupo. A pesar de los intentos de calmar la situación, la seguridad actuó y expulsó a Fernando (quien salió pacíficamente) y a los rugbiers, los cuales seguían con intenciones de iniciar una pelea, y los patovicas tuvieron que agarrar a uno de ellos (Maximiliano Thompsen) a la fuerza para despedirlo del lugar.

Baez Sosa y sus amigos se olvidaron del hecho y se fueron a tomar un helado por la zona, pero Thompsen y compañía querían pelear, como era su costumbre en Zárate, lugar en la que gracias a su status económico, manejaban cierta impunidad. No pasó más de diez minutos que los chicos rodearon a Fernando y empezaron a pegarle en grupo a la vista de todos, especialmente, enfrente de sus amigos que no paraban de llorar y estar en shock.

El pacto de silencio de los rugbiers.

Luego de la brutal golpiza y la agonía de Fernando, una testigo intentó hacerle RCP mientras llegaba la ambulancia a socorrer algo que era imposible de revertir. Mientras tanto, los rugbiers se fueron del lugar del hecho como si no hubiese pasado nada. Las cámaras de seguridad vio a algunos en la puerta de un supermercado donde fueron interrogados por la infantería donde negaron haber visto la golpiza. Mientras la seguridad preguntaba, las cámaras registraron cómo varios ocultaban sus manos e incluso Ciro Pertossi se chupa los dedos para limpiarse la sangre.

Una vez reunidos decidieron hacer un pacto de silencio, un pacto que mantuvieron hasta el día del juicio. A las cinco de la mañana todos estaban en la casa y ya sabían que en la puerta de Le Brique estaba la ambulancia y había llanto porque Fernando estaba muerto. A pesar de ello, se cambiaron la ropa para pasar desapercibidos, se sacaron una foto sonrientes y a algunos se los vio en Mc Donalds. En pocas palabras: no les importó nada. Le pegaron hasta matar y aunque “caducó” como escribió Lucas Petrossi en el grupo de WhatsApp, no dejó de ser “alta noche” para ellos, siempre y cuando no se contase "nada a nadie" como pidió el mismo Ciro.

A la mañana siguiente, fueron detenidos gracias al seguimiento de las cámaras y declaraciones de testigos. Su modus operandi siguió igual: pacto de silencio y no decir ni una palabra. Solo hablaron para seguir demostrando que seguía sin importarles la vida que cobraron. Cuando un policía les preguntó de quién era la zapatilla, no dudaron en decir Pablo Ventura, un joven remero de Zárate que no era parte del grupo ni mucho menos había viajado a Villa Gesell. Pablo no solo fue detenido, sino que también estuvo preso un par de días hasta que fue sobreseído porque se comprobó que la noche de la emboscada estaba cenando con sus padres en un restaurante en Zárate y no daban los tiempos para que estuviese en Le Brique. Más tarde se supo que los rugbiers vivían molestando a Ventura. Siempre que el grupo cometía cualquier tipo de incidente, la respuesta era siempre la misma: fue Pablo Ventura.

Solo cuando los acusados comenzaron a darse cuenta de que enfrentaban penas de hasta treinta y cinco años de prisión, lo que en la práctica se traduce en cadena perpetua, fue cuando algunos decidieron pedir disculpas públicamente. Este arrepentimiento tardío fue interpretado por muchos como una estrategia para suavizar las consecuencias legales de sus actos.

Un acto de justicia.

En el 2023 el juicio culminó con condenas de prisión perpetua para los principales responsables (Máximo Thomsen, Enzo Comelli, Matías Benicelli, Luciano Pertossi y Ciro Pertossi) por ser “coautores de homicidio doblemente agravado por el concurso premeditado de dos o más personas” y quince años para los partícipes secundarios (Blas Cinalli, Ayrton Viollaz y Lucas Pertossi). El caso continuó siendo objeto de debate en la sociedad argentina debido a las implicancias de la violencia entre jóvenes, el abuso de poder, la cultura de la impunidad, y el rol de las redes sociales en la difusión de contenidos violentos. En más o menor medida, todos fueron criminales.

El caso de Fernando Baez Sosa marcó un antes y un después en la sociedad argentina por múltiples motivos, principalmente por la dureza de las penas. El primero de ellos fue la disminución de la violencia en los veranos argentinos. Si bien los años siguientes fueron marcados por la pandemia, se redujeron notablemente los actos en patota contra una persona que poco se podía defender. En segundo lugar se cortó hasta cierto punto el miedo y la impunidad contra “hijos del poder”. En Zárate comentaban que no era la primera vez que el grupo salía a los boliches a pelearse ya que disfrutaban pegar. Y no eran un caso aislado donde los rugbiers se violentaban contra una persona sin motivo.

Es importante destacar que el caso también generó un debate sobre el rol de los medios de comunicación, la justicia y la seguridad en Argentina, así como sobre la necesidad de educación en valores y prevención de la violencia.

Los padres de Fernando nunca bajaron los brazos para que su hijo no quede en el olvido de la sociedad, una sociedad que admiró y acompañó las fuerzas para buscar justicia. A cinco años de su fallecimiento, Fernando Baez Sosa sigue diciendo presente. No falleció ni hubo pelea ni tampoco fue una desgracia. A Fernando lo emboscaron hasta matarlo.

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Jerónimo Alonso

Jerónimo Alonso

Me llamo Jerónimo y tengo 21 años. Actualmente me encuentro en el tercer año de la carrera de Ciencias de la Comunicación en la Universidad de Buenos Aires. Me gusta escribir de diversos temas para poder informar al público y contar historias poco conocidas o desde otra mirada.

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