1/8/2025 - politica-y-sociedad

Argentina: la joya austral de occidente

Por Octavio Sánchez Piedrabuena

Argentina: la joya austral de occidente

Escenario Internacional

El mundo experimenta una transformación profunda y vertiginosa . La hegemonía que durante décadas ejercieron Estados Unidos y Europa muestra claros signos de erosión: polarización política, crisis económicas, desconfianza institucional, protestas masivas y un socavamiento de influencia cultural frente a nuevas potencias emergentes. Así China se consolida como un actor global cada vez más influyente, no sólo en términos militares, sino también financieros, geopolíticos y tecnológicos. La guerra en Ucrania, el conflicto persistente entre Israel y Palestina, y las tensiones latentes en torno a Taiwán trazan un mapa internacional marcado por la incertidumbre y el conflicto, que azotan al mundo entero con la amenaza de un conflicto global de escalas inéditas.

Aquí es donde a Argentina se le presenta una única oportunidad histórica. Su posición geográfica, alejada de los principales focos de conflictividad internacional, le otorga una neutralidad geopolítica sumamente valiosa. A eso se suma un vasto capital cultural: una historia rica, una identidad latinoamericana profundamente conectada con la tradición occidental, y una capacidad de producción artística, académica, científica y humanista que ha brillado más allá de sus fronteras. Argentina puede erigirse como un último bastión católico, democrático y occidental, pero no por su despliegue armamentístico o su poderío económico, sino por un factor mucho más intangible pero sumamente punzante: su calibre cultural.

Argentina cuenta con un commoditie único que es su argentinidad, contando así con un enorme poder de atracción que le provee la capacidad de influenciar a través de la cultura, las ideas, el talento y el modo de vida en el resto de los países de latinoamérica -y proyectar al resto del mundo. Con Buenos Aires como epicentro, supo ser durante el siglo XX la capital cultural de América Latina, exportando escritores, músicos, científicos, intelectuales, deportistas y artistas que marcaron a generaciones enteras y trascendieron como íconos universales. La argentinidad —ese cóctel exquisito de herencia europea, pasión criolla e inventiva mestiza— es el instrumento capaz de conectar, inspirar y liderar desde el plano musical, cinematográfico, literario, científico, deportivo, gastronómico e intelectual. Un ejemplo ineludible de este calibre es el Papa Francisco, tal vez el argentino más aclamado e influyente de todos los tiempos, cuyo mensaje de cercanía, humildad y justicia social conmovió al mundo entero y atrajo a millones de personas nuevamente al catolicismo. Su figura no sólo restituyó el prestigio de la Iglesia, sino que también puso en primer plano la identidad argentina como una síntesis potente entre tradición y modernidad, fe y compromiso social.

El legado cultural de Argentina: Un pilar histórico de soft-power

A lo largo de su historia, Argentina ha ejercido un rol central como referente cultural en América Latina y el hemisferio sur. Buenos Aires como epicentro, fue y sigue siendo una de las ciudades más vibrantes del continente: conocida como la “París de Sudamérica”, combina una arquitectura majestuosa con una vida cultural inagotable. Librerías, cafés, teatros, boulevares, festivales, cines, disquerías, y una producción intelectual que rivaliza con la de las grandes metrópolis del mundo.

Fue cuna de gigantes de la escritura como Jorge Luis Borges, Julio Cortázar y Ernesto Sábato, cuyas obras trascendieron idiomas y fronteras. A eso se suma el tango —con figuras de la talla de Carlos Gardel o Astor Piazzolla—, la potencia del rock nacional -con Luis Alberto Spinetta y Charly García como principales referentes, entre muchos otros-, la música clásica -donde supo brillar la legendaria Martha Argerich-, el folklore -con Mercedes Sosa como la Voz de América- y un cine que ha sabido construir historias conmovedoras desde nuestro sello local -con películas como La Historia Oficial o El Secreto de sus Ojos, ambas ganadoras del Oscar. No podemos omitir tampoco a la flamante figura de René Favaloro, que revolucionó la medicina mundial al desarrollar la técnica del bypass coronario, salvando millones de vidas y dejando un legado de excelencia científica y compromiso ético. Argentina también se erige como un faro educativo, científico y de pensamiento político en la región. La Universidad de Buenos Aires (UBA) —gratuita y universal— ha formado a cinco premios Nobel y a miles de profesionales que hoy brillan dentro y fuera del país. El pensamiento crítico, la discusión política y la producción teórica han sido parte del aire que se respira en sus aulas, consolidando a la Argentina como un semillero de ideas que nutren a toda la región.

La rebeldía, creatividad y profundidad emocional argentina, ha causado furor a nivel global. Desde Lionel Messi hasta el Papa Francisco. La literatura argentina también vive hoy un momento de proyección, con figuras como Mariana Enriquez, que renueva el gótico rioplatense con impacto internacional. Obras como El Eternauta, reeditadas en múltiples idiomas, reflejan una idiosincrasia popular y épica que vuelve a captar la atención de nuevas generaciones. Incluso en el mundo de la ciencia y la tecnología, investigadores y médicas argentinas lideran proyectos en laboratorios de Estados Unidos, Europa y Asia, mostrando que el conocimiento también es un vehículo de proyección nacional. Jóvenes talentos como Franco Colapinto en la Fórmula 1, representan a una nueva generación que lleva la bandera celeste y blanca más allá del deporte. Este legado no es una reliquia, sino una plataforma resonante. Occidente se encuentra enajenado por el conflicto y la desesperanza, y Argentina puede convertirse en la brújula austral que lidere desde lo humano e intelectual.

Ventajas geopolíticas: lejanía y neutralidad como activos

En un mundo atravesado por conflictos armados, tensiones diplomáticas y una creciente inestabilidad, la ubicación geográfica de Argentina resulta un activo estratégico poco valorado. Alejada de los principales puntos de tensión, Argentina se presenta como un refugio de estabilidad relativa, libre de amenazas externas directas y ajena a rivalidades geopolíticas de gran escala. Su tradición histórica de no alineamiento automático en conflictos globales, sumada a su pertenencia a organismos como el G20, el Mercosur y las Naciones Unidas, le permite mantener una voz equilibrada en los foros internacionales. A esto se suma la riqueza de sus recursos naturales: litio, energía, alimentos, agua dulce y biodiversidad, que se vuelven cada vez más valiosos en un mundo donde las cadenas de suministro están fragmentadas por guerras o disputas estratégicas.

Para que Argentina convierta ese capital cultural en verdadera influencia internacional, necesita una estrategia deliberada y sostenida de proyección de su identidad al mundo. Así como Australia ha sabido capitalizar su estabilidad y distancia de los conflictos para proyectarse como un socio confiable en su región, Argentina puede adoptar un modelo similar, pero con un diferencial propio: una proyección basada en el poder simbólico de su cultura, su historia y su distinguida identidad. Debemos aprender también de países como Japón y Corea del Sur, que entendieron esto a la perfección: a través del anime, el K-pop, el cine, la literatura o la gastronomía, lograron instalar su marca cultural en la mente de millones sin necesidad de intervención militar ni dominio económico. Argentina podría seguir un camino similar, promoviendo su legado cultural con políticas públicas activas y coordinación entre Estado, sociedad civil y sector privado. El tango, el fútbol, la literatura, la ciencia, la moda, la gastronomía, el arte contemporáneo, e incluso el humor argentino, son elementos exportables que despiertan admiración y simpatía. El país ya tiene los ingredientes; lo que falta es un relato unificador y una decisión estratégica de ocupar ese lugar en el mundo que, hoy más que nunca, está disponible.

El sur como el nuevo norte de Occidente

En este contexto global marcado por el riesgo de una nueva conflagración de alcance mundial, Argentina tiene ante sí una oportunidad histórica. Su neutralidad geopolítica, su posición periférica respecto de los grandes focos de tensión, su riqueza en recursos estratégicos y, sobre todo, su capital cultural, la colocan en un lugar singular: el de convertirse en un norte de estabilidad, creatividad e inspiración en el hemisferio sur. Lejos de los centros tradicionales de poder, pero íntimamente conectada con la tradición occidental, Argentina puede proyectarse como un puente entre el mundo que declina y el mundo que emerge, una referencia simbólica y cultural que irradie valores, talento e identidad desde el sur hacia el resto del planeta, donde el sur emerja como el nuevo norte. Frente a esta oportunidad, tiene el inmenso desafío de pensar en grande: superar sus dilemas internos, ordenar sus prioridades, y apostar por una estrategia de proyección internacional ambiciosa, coherente y sostenida. En tiempos donde las potencias tradicionales tambalean, Argentina tiene la chance de brillar con luz propia. El mundo ya no busca solo fuerza. Busca sentido. Y ahí, Argentina tiene algo profundo para ofrecer.

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Octavio Sánchez Piedrabuena

Octavio Sánchez Piedrabuena

Estudiante de Ciencias Políticas (UCA)

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