1/7/2025 - politica-y-sociedad

¿Puede caer Maduro? El ajedrez venezolano y el rol (in)directo de Irán

Por Uriel Manzo Diaz

¿Puede caer Maduro? El ajedrez venezolano y el rol (in)directo de Irán

El presidente iraní, Ebrahim Raisi, a la derecha, y su homólogo venezolano, Nicolás Maduro, se dan la mano al final de su rueda de prensa conjunta en el Palacio de Saadabad en Teherán, Irán, el sábado 11 de junio de 2022. © Vahid Salemi / AP

El poder, en su estado más crudo, no se asienta únicamente sobre la fuerza, sino sobre una estructura compleja de legitimidades artificiales, redes transnacionales de sostenimiento y ficciones cuidadosamente mantenidas. Nicolás Maduro no gobierna Venezuela: la administra desde un régimen que ha mutado en maquinaria autopoética de reproducción autoritaria. Preguntarse si “puede caer” equivale a interrogar el corazón mismo del modelo híbrido que amalgama despotismo, fachada electoral y alianzas internacionales de conveniencia. En este tablero, Venezuela no juega sola: y es precisamente el movimiento de sus aliados —Irán, Rusia y China— lo que podría abrir, por primera vez en años, una hendija significativa en su blindaje.

Un tridente asimétrico: Caracas, Teherán, Moscú

La geopolítica del chavismo es, ante todo, una política de sobrevivencia. En esa clave debe leerse su alineamiento con los tres grandes contrapesos del orden liberal occidental. El régimen de Maduro ha consolidado un modelo de diplomacia de la dependencia: petróleo por lealtad, oro por armamento, legitimación internacional por tecnología de control.

Irán aporta entrenamiento militar y tácticas de represión civil sofisticadas (el “modelo Basij” trasladado al contexto urbano venezolano), además de una cooperación opaca en refinerías y contrabando de crudo. Rusia, por su parte, actúa como garante de estabilidad estratégica: financia, arma, y —sobre todo— bloquea resoluciones en foros multilaterales que pudieran escalar en sanciones efectivas. China opera como banquero silencioso y estratega de largo plazo: su interés es el litio, el petróleo, y una posición clave en la periferia estadounidense.

Pero hay algo más sutil: estos tres actores, cada uno a su manera, sostienen a Maduro no solo como aliado, sino como símbolo. En un mundo fracturado, la continuidad del régimen venezolano funciona como un dedo en el ojo de Occidente, una prueba de que el tiempo del “cambio de régimen” se ha vuelto obsoleto como doctrina.

¿Qué sostiene al régimen más allá del petróleo?

La economía del chavismo post petrolero —porque sí, el chavismo sobrevivió al ocaso de PDVSA como potencia— se ha reconfigurado en una amalgama de economías ilícitas, redes clientelares y una dolarización informal que sostiene al sector más acomodado del oficialismo. El sostén del régimen es, hoy, más “extraterritorial” que nacional: el crimen organizado, los vínculos con Hezbollah, la triangulación con el régimen iraní, y las rutas de narcotráfico controladas por sectores del Estado configuran un modelo de sostenimiento político-financiero que el analista Moisés Naím denominó acertadamente como “el Estado criminal”.

Esta configuración no es un accidente, sino una adaptación estructural. Venezuela ya no es una economía rentista, sino una economía de enclave criminal con fachada institucional. Su persistencia ya no depende tanto del precio del crudo como de la continuidad de esos vínculos externos que proveen logística, legitimación y know-how represivo.

Irán: ¿el talón de Aquiles?

Pocas veces se conecta la estabilidad de Caracas con los vaivenes de Teherán. Sin embargo, el nexo no es menor. Irán no es solo un aliado diplomático: es un proveedor estratégico de infraestructura energética, logística clandestina y asesoramiento represivo. El colapso interno del régimen iraní —ante una hipotética transición, revolución o derrota regional— no solo debilitaría esa alianza, sino que exhibiría, por contraste, el aislamiento de Maduro en un mundo cada vez más reconfigurado por nuevas alineaciones.

La pregunta entonces no es simplemente “¿puede caer Maduro?”, sino “¿qué debe caer para que caiga Maduro?”. En esa ecuación, Irán aparece como un nodo de poder crucial. Si se desarticula el eje Teherán-Caracas, se interrumpe uno de los flujos vitales del régimen: el de la asesoría operativa y la circulación financiera ilícita. No es casual que los momentos de mayor tensión en Medio Oriente coincidan con un reforzamiento discursivo del oficialismo venezolano: las guerras lejanas tienen efectos inmediatos en el Palacio de Miraflores.

Elecciones, oposición y la ficción democrática

El régimen venezolano perfeccionó un sistema electoral en el que el acto del voto es una ceremonia vaciada de eficacia política. Los recientes intentos opositores de articular una fuerza unificada han chocado contra una maquinaria electoral manipulada, un sistema judicial cooptado, y un aparato represivo que desactiva la disidencia antes de que logre constituirse. La exclusión de candidaturas como la de María Corina Machado no es un error institucional: es la lógica interna del modelo de “autoritarismo competitivo”, al decir de Levitsky y Way, en su versión más desvergonzada.

La oposición, dividida, desmoralizada y muchas veces cooptada, funciona como sparring del régimen. El chavismo necesita que la oposición exista, pero que nunca gane. Este equilibrio se mantiene gracias al blindaje internacional que garantiza que el colapso no escale en intervención, y que la represión no provoque una reacción global coordinada.

Regímenes sostenidos desde afuera: ¿lecciones comparadas?

La historia del siglo XXI ha mostrado que los regímenes autoritarios sobreviven no por fuerza interna, sino por alianzas externas funcionales. Corea del Norte sin China no existiría. Siria sin Rusia habría caído hace una década. Cuba sin Venezuela habría implosionado. Venezuela, sin Irán y sin Moscú, ya no sería lo que es. La autarquía ha muerto: incluso los regímenes más cerrados necesitan del sistema internacional, aunque sea para subvertirlo.

En ese sentido, Maduro es más un síntoma que una causa. Representa la capacidad de los autoritarismos para adaptarse al sistema global, operar en su sombra y sobrevivir gracias a su cinismo estructural. El régimen ha aprendido a negociar sanciones, a explotar fisuras diplomáticas y a seducir a quienes prefieren negocios a principios.

¿Es posible el jaque mate?

Venezuela no se derrumbará por dentro. No caerá por presión ciudadana, ni por elecciones “libres” organizadas por quienes garantizan su opacidad. El eventual “jaque mate” a Maduro solo podría venir por una ruptura en el tablero mayor: un colapso de sus alianzas externas, una implosión financiera de sus redes de sostenimiento, o una recomposición regional que lo vuelva prescindible para sus socios.

Pero incluso entonces, la caída no es garantía de transición democrática. Las estructuras del chavismo trascienden a Maduro. El problema no es solo el hombre, sino el sistema que lo engendró, lo sostuvo y —si cae— es probable y capaz de mutar otra vez.

En última instancia, la pregunta no es solo si puede caer Maduro, sino si el mundo quiere que eso ocurra. Porque en un mundo fragmentado, inestable y cínico, los regímenes como el suyo no son una anomalía… son una advertencia


¿Deseas validar esta nota?

Al Validar estás certificando que lo publicado es información correcta, ayudándonos a luchar contra la desinformación.

Validado por 0 usuarios
Uriel Manzo Diaz

Uriel Manzo Diaz

Hola! Mi nombre es Uriel Manzo Diaz,
actualmente, estoy en proceso de profundizar mis conocimientos en relaciones internacionales y ciencias políticas, y planeo comenzar mis estudios en estos campos en 2026. Soy un apasionado por la política, la educación, la cultura, los libros y los temas internacionales.



LinkedinInstagram

Vistas totales: 8

Comentarios

¿Te Podemos ayudar?