Jesús Daniel Romero desde Miami Strategic Intelligence para FinGurú
I. El fin de la ilusión de paz
Durante décadas, Costa Rica fue la excepción en una región plagada de conflictos. Un país sin ejército, una democracia estable, un refugio de paz que atrajo a turistas y a miles de jubilados y expatriados estadounidenses en busca de seguridad y bienestar. Esa imagen ya no existe.
Hoy, Costa Rica enfrenta una nueva y sombría realidad. Los homicidios han alcanzado cifras récord. Cárteles fuertemente armados circulan con libertad por puertos y autopistas. Las fuerzas del orden están rebasadas. Las instituciones que una vez hicieron de Costa Rica un modelo ahora están bajo ataque.
Pero esto no es solo un problema interno. Lo que ocurre en Costa Rica es consecuencia directa de una invasión más peligrosa y silenciosa: la expansión implacable de la cocaína colombiana.
II. El origen colombiano del colapso
Según la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC), la producción mundial de cocaína superó las 3,700 toneladas métricas en 2023, el nivel más alto jamás registrado (UNODC, 2025). Colombia sigue siendo el núcleo de esta explosión. El cultivo de coca se ha expandido bajo la protección de organizaciones criminales que operan con creciente impunidad.
En lugar de desmantelar esas redes, los gobiernos colombianos recientes han optado por negociar con ellas, tolerarlas o simplemente perder el control. Ante una demanda global creciente y una aplicación débil de la ley, los narcotraficantes han expandido sus rutas, llevando droga, sicarios y corrupción a países vecinos.
Costa Rica, con su ubicación estratégica, rutas logísticas bien establecidas y sin fuerzas armadas, fue el siguiente objetivo natural.
III. El colapso estratégico costarricense
La transformación ha sido rápida y profunda.
Ciudades portuarias como Limón y Moín, antes asociadas con el turismo y el comercio, se han convertido en puntos clave de salida de cargamentos de cocaína. La policía local admite estar constantemente superada en capacidad de fuego. Fiscales y jueces han recibido amenazas de muerte creíbles. Algunos han abandonado sus casos (El País, 2024). Los homicidios por encargo se han disparado. En 2024, Costa Rica registró cerca de 880 homicidios —solo ligeramente por debajo de los 907 en 2023— con una tasa de aproximadamente 16.6 por cada 100,000 habitantes. Alrededor del 70 % de los asesinatos están relacionados con el narcotráfico (The Tico Times, 2025).
Nuevas alianzas criminales han emergido entre actores colombianos, mexicanos, balcánicos y costarricenses. El control del territorio ya no lo ejerce el Estado, sino quien domine los corredores de la droga (Insight Crime, 2024).
Incluso las élites costarricenses han sido infiltradas. En Final Flight: Queen of Air, Jesús Romero y Steve Tochterman relatan cómo el capitán Rodrigo Chaves Montenegro, ex piloto del Servicio Aéreo de Costa Rica, presuntamente utilizó su acceso aéreo para facilitar envíos de cocaína a Estados Unidos. Su esposa, María Fernanda Corrales Jiménez, entonces funcionaria consular en Houston, habría colaborado en operaciones de lavado de dinero y logística (Romero & Tochterman, 2024).
Ambos, con posiciones estratégicas, facilitaron el transporte de droga, dinero y personal sin ser detectados. Aunque las autoridades estadounidenses desmantelaron la operación, el daño institucional ya estaba hecho. Este caso reveló hasta qué punto las redes del crimen organizado han penetrado estructuras del Estado y aprovechado canales diplomáticos y aéreos.
Un comunicado del Departamento del Tesoro de EE. UU. en noviembre de 2023 identificó a Gilbert Hernán de los Ángeles Bell Fernández, alias “Macho Coca”, como uno de los principales narcotraficantes de Costa Rica, vinculado a un incremento del 66 % en los homicidios en Limón en la última década. Bell coordinaba envíos marítimos utilizando empresas fachada sancionadas por la OFAC y trabajaba en conjunto con operaciones de la DEA en el país (Departamento del Tesoro, 2023). Este caso muestra cómo el narcotráfico se ha convertido no solo en una amenaza transnacional, sino en un motor de violencia y corrupción local.
IV. ¿Por qué debe preocuparle a Estados Unidos?
Esto no es un problema lejano. Estados Unidos tiene mucho en juego.
Se estima que entre 70,000 y 100,000 estadounidenses viven en Costa Rica, ya sea como residentes permanentes o migrantes temporales. Muchos son jubilados que han invertido en propiedades, dependen del sistema de salud local y viven en regiones que ahora sufren un aumento alarmante de la violencia.
Costa Rica ha sido durante décadas un socio confiable de Washington en materia de interdicción de drogas, conservación ambiental y control migratorio.
Y la cocaína que fluye por Costa Rica no es para consumo local. Su destino es Estados Unidos. Los países de tránsito como Costa Rica y Ecuador son víctimas de intereses criminales que solo los ven como plataformas de envío. La violencia, corrupción y descomposición institucional que enfrentan es el daño colateral de un mercado cuyo origen y destino final es el consumidor estadounidense.
En audiencias ante el Congreso de EE. UU., tanto la Guardia Costera como el Comando Sur (SOUTHCOM) identificaron a Costa Rica como un punto clave del corredor de cocaína del Pacífico Oriental. El contraalmirante Adam A. Chamie declaró ante el Comité de Comercio del Senado en 2024 que las rutas marítimas que cruzan Costa Rica son de las más utilizadas para llevar droga a Estados Unidos. De igual forma, el almirante Craig Faller, entonces jefe del SOUTHCOM, afirmó que hasta el 65 % de la cocaína con destino a EE. UU. transita esta zona, donde la JIATF-South solo puede interceptar una fracción de los cargamentos conocidos (Chamie, 2024; Faller, 2019; SOUTHCOM, 2024).
V. Una advertencia para todo el hemisferio
Lo que vive Costa Rica recuerda al colapso de Ecuador hace apenas dos años: un país pacífico infiltrado, corrompido y militarizado en cuestión de meses. En ambos casos, la causa fue la misma: cocaína colombiana y las redes que la trafican.
Costa Rica, como Ecuador, está aprendiendo la lección por la vía más dolorosa. Ninguna democracia del continente está a salvo del caos impulsado por la cocaína.
El país no es el epicentro de la crisis. Es el termómetro de un incendio regional, alimentado por una producción récord de droga (UNODC, 2025).
VI. Amenazas por mar y aire
La ubicación de Costa Rica en el corredor del Pacífico la ha convertido en un punto cada vez más frecuente para el uso de embarcaciones sofisticadas, como semisumergibles y botes de bajo perfil.
En agosto de 2024, las autoridades interceptaron frente a la costa del Pacífico sur un semisumergible con dos toneladas métricas de cocaína (The Tico Times, 2024a). Esa sola operación representó casi un tercio de todas las incautaciones del año.
El dominio aéreo también está bajo amenaza. Informes de inteligencia indican que pequeñas aeronaves provenientes de México aterrizan en pistas clandestinas para recoger cocaína previamente almacenada. Estos vuelos evaden radares y regresan sin ser detectados.
VII. Colapso desde la cúpula
Así como México tuvo a García Luna, Costa Rica enfrenta su propio escándalo institucional. Celso Gamboa, exfiscal general y exmagistrado, fue vinculado al narcotráfico internacional. Estados Unidos solicitó formalmente su extradición en 2024 (Departamento de Justicia de EE. UU., 2024).
El Instituto Costarricense sobre Drogas reportó que las incautaciones de cocaína bajaron de 47,127 kg en 2020 a solo 6,149 kg en 2024. Es un claro signo de debilitamiento institucional (ICD, 2024; La República, 2024).
VIII. Lo que debe hacerse
Costa Rica no puede enfrentar esta amenaza sola. La situación exige una respuesta internacional urgente y coordinada. Estados Unidos debe ampliar la cooperación en inteligencia, vigilancia marítima y operaciones conjuntas. Es fundamental invertir en programas contra la corrupción, protección judicial y acciones de incautación financiera a través de la OFAC y la DEA. La JIATF-South debe aumentar su presencia, y Costa Rica debe integrarse plenamente a estas misiones.
En el plano regional, la OEA y el SICA deben priorizar la situación costarricense como un reto a la estabilidad democrática. Si Costa Rica colapsa, el impacto será devastador para toda Centroamérica.
IX. El último muro democrático
Costa Rica ha sido durante décadas un muro de contención moral en Centroamérica. Se mantuvo firme durante las guerras civiles de los 80, los golpes de Estado y el deterioro del Estado de derecho en la región. Perder a Costa Rica no sería solo una derrota simbólica. Sería la victoria de una insurgencia criminal alimentada por la cocaína sobre la última democracia funcional del Istmo.
Fortalecer a Costa Rica no es un acto de caridad. Es una necesidad estratégica para quienes aún creen en el orden democrático en el hemisferio occidental.
X. Conclusión
La caída de Costa Rica en el caos narco no es un episodio aislado. Es una señal de alarma hemisférica. La cocaína colombiana ya no es solo una mercancía ilegal. Es una fuerza geopolítica con capacidad para desmantelar democracias desde adentro.
La ilusión de inmunidad costarricense ha sido destruida. La verdadera pregunta es si Estados Unidos y sus aliados reaccionarán a tiempo… antes de que la región entera corra la misma suerte.
Referencias
Chamie, A. A. (2024, 15 de febrero). Testimonio ante el Comité de Comercio, Ciencia y Transporte del Senado – Audiencia sobre el papel de la Guardia Costera en la interdicción marítima de drogas.
https://www.commerce.senate.gov/services/files/80927E2C-F2C0-4256-A357-04B804003600
DEA, Oficina de Norte y Centroamérica. (s.f.). Centroamérica utilizada como punto de almacenamiento y tránsito de cocaína hacia EE. UU.
https://www.dea.gov/foreign-offices/north-and-central-america
El País. (2024, 23 de octubre). Amenazas de muerte y sospechas de narcotráfico: aumenta la tensión política en Costa Rica.
Faller, C. S. (2019, 4 de junio). Declaración ante el Comité de Servicios Armados de la Cámara de Representantes, Subcomité de la Guardia Costera y Transporte Marítimo.
https://www.congress.gov/event/116th-congress/house-event/LC64707/text
Insight Crime. (2024). Cocaína y marihuana alimentan homicidios cada vez más altos en Costa Rica.
https://insightcrime.org/news/cocaine-and-marijuana-fuel-ever-higher-homicides-in-costa-rica/
Instituto Costarricense sobre Drogas. (2024). Estadísticas de decomisos de cocaína 2014–2024.
https://www.icd.go.cr/portalicd/index.php/publicaciones/main-boletines-estadisticos
La República. (2024, 17 de junio). ¿Es Costa Rica un paraíso narco?
https://www.larepublica.net/noticia/es-costa-rica-un-paraiso-narco
The Tico Times. (2024, 13 de agosto). Costa Rica intercepta un semisumergible con dos toneladas de cocaína.
https://ticotimes.net/2024/08/13/costa-rica-intercepts-semi-submersible-vessel-carrying-cocaine
The Tico Times. (2025, 29 de mayo). Costa Rica aprueba extradición de ciudadanos por narcotráfico y terrorismo.
Departamento de Estado de EE. UU. (2025). Informe sobre la Estrategia Internacional de Control de Narcóticos 2025, Vol. 1.
Departamento del Tesoro de EE. UU. (2023, 15 de noviembre). El Tesoro y el Gobierno de Costa Rica cooperan en sanciones contra narcotraficante notorio.
https://home.treasury.gov/news/press-releases/jy1911
Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito. (2025). Informe Mundial sobre las Drogas 2025.
Comando Sur de EE. UU. (2024). Declaración de Postura del SOUTHCOM 2024.
https://www.southcom.mil/Portals/7/Documents/Posture%20Statements/2024%20SOUTHCOM%20P
Jesús Daniel Romero es Comandante Retirado de Inteligencia Naval de Estados Unidos, y también ha cumplido destacadas misiones diplomáticas representando a su país.
Es Co Fundador y Senior Fellow de Miami Strategic Intelligence Institute, y autor del best seller en Amazon ¨ Final Flight: The Queen of Air ¨
Columnista del Diario Las Américas de la ciudad de Miami, y hombre de consulta permanente de los medios de comunicación del estado de Florida, sobre temas de su especialidad.
Comentarios