Un evento que funciona como una ciudad paralela
Devconnect se desplegó como un ecosistema: cientos de charlas, side-events, hackathons, hubs temáticos, workshops y encuentros autogestionados por comunidades globales. No había un centro ni una autoridad: la descentralización también estaba en la forma del evento.
El espíritu era claro: la infraestructura del futuro no vendrá desde arriba, sino desde redes distribuidas de personas que construyen sin pedir permiso.
Se habló de escalabilidad, ZK proofs, modularidad de chains, nuevos estándares de identidad digital, modelos de gobernanza DAO, tokenomics sostenibles y reestructuración del sistema financiero tradicional. Pero debajo de lo técnico había otra capa: la pregunta por el poder.
Blockchain como territorio ideológico
A diferencia de otras industrias tecnológicas que nacieron bajo estructuras corporativas —la Web2 dominada por Silicon Valley, los gigantes del social media y el capital de riesgo—, la Web3 nació atravesada por corrientes filosóficas, tensiones políticas y disputas éticas.
El anarcocapitalismo tecnológico
Una parte importante del ecosistema se guía por una premisa:
“El Estado es un intermediario innecesario; la tecnología debe reemplazarlo.”
Es la ideología que ve a la blockchain como un arma contra la burocracia y los monopolios estatales. Son quienes abrazan la radicalidad: dinero sin bancos, contratos sin jueces, coordinación sin políticos. No les preocupa el caos: lo ven como precio de la libertad.
El cripto-realismo o “libertarismo pragmático”
Otro grupo entiende que la tecnología puede transformar, pero no abolir, el orden existente. Buscan puentes entre Web3 y Estado, entre reguladores y builders. Ven a la blockchain como infraestructura de confianza, no como herramienta de insurgencia. Son los que hablan de compliance, institucionalización y adopción masiva.
La corriente comunitaria
Hay también un movimiento que ve a la Web3 como un modo de corregir los errores del capitalismo digital:
propiedad colectiva de plataformas,
distribución equitativa de valor,
gobernanzas participativas,
impacto ambiental medido,
identidad digital como derecho humano.
Esta corriente busca que la tecnología no solo descentralice, sino también democratice.
Los tecno-optimistas de la 4ª Revolución Industrial.
Muchos asistentes fueron con un marco más amplio: blockchain como parte de un tsunami tecnológico que incluye IA, IoT, robótica, biotech, machine economies y automatización total.
Desde esta mirada, lo que está en juego es un cambio civilizatorio, donde los sistemas socioeconómicos deben adaptarse o colapsar bajo la velocidad del progreso.
Lo que Devconnect mostró de fondo
Más allá del entusiasmo y la innovación, Devconnect dejó tres conclusiones fundamentales:
La Web3 no es políticamente neutral
Cada protocolo, cada decisión sobre gobernanza, cada modelo económico lleva implícita una filosofía sobre cómo debe organizarse la sociedad. La idea de que “la tecnología es solo un código” ya no se sostiene: la tecnología y sus efectos generan distintas corrientes políticas.
La 4ª revolución industrial es también una revolución del poder
Si la Web3 escala, no solo van a cambiar las finanzas: va a cambiar la forma en que las personas votan, se organizan, trabajan, producen y se identifican. Va a cambiar quién tiene autoridad y quién no.
Las comunidades están escribiendo el futuro que los Estados aún no entienden
Mientras los gobiernos regulan mirando el pasado, estas comunidades construyen el futuro en tiempo real. Y lo que construyen no responde a fronteras, ni a viejos partidos, ni a burocracias heredadas.
Un mundo que todavía no sabe cómo va a ser
Devconnect mostró que la blockchain ya no es solo tecnología: es un territorio de disputa cultural. Cada cadena, DAO, protocolo o workshop es en realidad un ensayo sobre cómo podría organizarse la sociedad en los próximos 10, 20 o 50 años.
La 4ª revolución industrial avanza, y con ella emergen nuevas formas de poder, nuevas tensiones y nuevos imaginarios.
¿Qué modelo triunfará? ¿El libertario radical, el híbrido institucional, el comunitario, o uno que todavía no vimos?
Lo único claro es que este ecosistema no está esperando permiso para inventarlo.


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