El Trabajo
Desde un punto de vista sociológico, tanto el desempleo como el trabajo mal remunerado, producen efectos individuales y sociales que degradan las funciones básicas del empleo.
El trabajo en su dimensión económica es el medio principal a través del cual las personas se relacionan con la sociedad y contribuyen a su mantenimiento. Este vínculo entre la persona y la sociedad posibilita un sentimiento de participación y utilidad.
La primera función del trabajo es la de proveer los medios necesarios para poder subsistir.
El empleo sirve para dar una imagen de nosotros mismos, al mismo tiempo que provee de una posición y estatus reconocidos socialmente. El lugar de trabajo, al establecer una continuidad en las relaciones sociales es el núcleo donde tienen lugar los procesos de identificación y pertenencia a una comunidad.
Por otro lado, mantenerse activo y ocupado es una de las principales motivaciones para trabajar, siendo uno de los mayores precios psicológicos que enfrentan los desempleados misma la inactividad.
En definitiva, el trabajo constituye uno de los nexos principales entre las metas individuales y los objetivos colectivos, de ahí su importancia para la comprensión de las sociedades contemporáneas.
Pero ¿qué pasa cuando el trabajo no resuelve las necesidades económicas básicas?
La historia económica de la República Argentina ha transcurrido entre periodos en los que los costos laborales se situaron muy por encima del promedio regional y otros de subvaluación en los ingresos de los trabajadores.
Esta semana se sucedieron dos hechos muy representativos de lo que ocurre en el mercado laboral local en estos tiempos, en particular, para los empleos menos calificados.
El salario en vivo
Así como los precios de los productos básicos de consumo masivo que se ofrecen en los supermercados sirven de termómetro para analizar el impacto que tiene la inflación en los bolsillos de los consumidores, las charlas con quienes tienen trabajo y quienes lo buscan ponen en evidencia lo que está pasando en el campo laboral.
Preguntando a un empleado acerca de cómo veía en su barrio las oportunidades laborales me comenta que hace tiempo que “falta trabajo”. Es más, para mi asombro me cuenta que en el año 2.020 un obrero de la construcción que hacía changas domiciliarias y reparaciones dentro de su barrio cobraba entre 2.000 y 2.500 pesos por dia de trabajo, obviamente en negro y sin ningun beneficio social o jubilatorio. Hoy, luego de dos años y habiendo acumulado casi un 50% de inflación en el periodo se paga por la misma tarea 800 pesos por día.
Si analizamos los valores actualizados, que alcanzarían entre 3.000 y 3.750, contra los 800 pesos, la pérdida del poder adquisitivo de estas personas supera el 75%.
Las estadísticas del ingreso
El otro hecho significativo ocurrió el 27 de abril cuando el gobierno, empresas y gremios, en el marco del Consejo del Salario Mínimo, Vital y Móvil acordaron una suba para el salario mínimo del 35% que se distribuirá en siete tramos, dejándolo al final del periodo de ajuste en 29.160 pesos, importe que se alcanzará recién en marzo de 2.022, es decir dentro de casi un año.
Lejos está de su definición pues no es vital, ni móvil, ni salario. Solamente cumple con la calificación de mínimo.
Al día de hoy el salario mínimo se ubica en los 21.600 pesos, muy lejos de los 62.958 pesos que el Indec calcula como valor de la canasta básica total para un hogar compuesto por cuatro personas, y los más grave es que ni siquiera alcanza para cubrir la canasta básica alimentaria que se calcula en 26.677 pesos.
Otro dato interesante es que el ingreso promedio individual de los argentinos es de 36.246 pesos, es decir que los trabajadores de nuestro país tampoco pueden hacer frente al costo de la canasta básica total si uno solo de los miembros tiene un empleo formal, para el caso de las personas no asalariadas, el ingreso promedio se reduce a 25.729 pesos.
Pobreza e Indigencia
El Instituto Nacional de Estadísticas y Censos, INDEC, es el encargado de confeccionar la Encuesta Permanente de Hogares que es un programa que sistemáticamente mide las características sociodemográficas y socioeconómicas de la población.
Los conceptos de Canasta Básica Alimentaria y Canasta Básica Total calculan cuáles son las sumas de dinero mínimas y mensuales para hacer frente a las necesidades alimentarias de una familia de cuatro personas en el primer caso y en el segundo para afrontar, en general, todos los gastos “mínimos” de esa misma familia tipo. Ambos importes definirán cual es la línea de indigencia para quienes no alcanzan a cubrir las cuestiones alimentarias y cual es la de la pobreza, para quienes pueden cubrir las necesidades de alimentación pero no alcanzan a satisfacer las otras.
Los indicadores de pobreza e indigencia, tal vez, sean las variables más trascendentales a la hora de medir, tanto los resultados de las políticas que se aplican como el desempeño de los políticos que las gestionan, esto incluye al oficialismo y a la oposición de turno, pues desde el punto de vista del ciudadano es anecdótico quien tiene la lapicera para hacer o el micrófono para quejarse.
La responsabilidad de asumir el poder delegado por el pueblo obliga a todos los representantes a mejorar las condiciones sociales y económicas de los ciudadanos.
Pensar que la pobreza se resuelve distribuyendo la riqueza de unos pocos ricos, lejos de generar riqueza aumenta la pobreza.
El objetivo es generar nueva riqueza y para ello hay que mejorar la distribución de oportunidades.
Los trabajadores han puesto todo
Si tenemos en cuenta que en la Argentina hay alrededor de 8.100.000 personas asalariadas y otros 3.400.000 de personas no asalariadas cuyos ingresos promedio no alcanzan a cubrir las necesidades básicas queda claro que los trabajadores han puesto TODO, incluso por demás.
Esto puede ocurrir solamente en una sociedad carente de todo tipo de representación idónea, incluso la gremial.
Ayuda familiar y ahorros: Planes Sociales
Muchos de los argentinos, tanto trabajadores en relación de dependencia como independientes, profesionales, comerciantes o contratistas de artes u oficios llegan a cubrir sus gastos a fin de mes recurriendo a la ayuda de algún familiar directo que pase por mejor circunstancia o consumiendo los ahorros obtenidos en otros tiempos.
Ambas fuentes de financiamiento no duran para siempre y lo que es peor socavan las necesidades de autorrealización y autoestima de las personas.
En cuanto a las propuestas de los planes sociales ofrecidos por el Estado, muchos chocan con la existencia de un empleo formal, impidiendo al trabajador acceder a los beneficios que tiene una persona desocupada. Si bien en principio resulta razonable ayudar a quien carece de empleo, las circunstancias salariales de estos tiempos pueden generar distorsiones poniendo en desventaja a quien trabaja. Situaciones como estas son muy comunes en trabajos temporales, como algunas actividades cíclicas, tipo las agropecuarias, en las que los trabajadores prefieren seguir cobrando los planes por desempleo que registrarse como empleado eventual.
Asistir a los desempleados es un rol indelegable del Estado y la sociedad en su conjunto. Sin embargo la problemática laboral debe resolver en simultáneo dos cuestiones:
Promover la creación de empleo genuino y hacer que los salarios que perciban los trabajadores sean suficientes para afrontar los costos familiares.
De la descripción de los problemas fácilmente se pueden inferir cuáles han sido sus causales. La crisis de las empresas, principalmente la pequeñas y medianas, fruto de políticas económicas erradas y legislaciones laborales y tributarias confiscatorias redujeron la demanda laboral. Esto ha traído como consecuencia una sobre oferta de trabajadores dispuestos a trabajar cada vez por menos, carentes de representación laboral idónea para contemplar ambos intereses, el de los empleados y el de los empleadores.
Mientras tanto el Estado se limita a asistir con limosnas a las partes que gritan más fuerte, volviendo al país en un griterío de conventillo en el que “no llora no mama y el que no afana es un gil”.
Sin dudas la grieta más profunda es la que se produjo entre quienes hicieron el ajuste y los que, por ahora, vienen zafando.
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