En medio de esfuerzos de diversificación y crecientes tensiones comerciales, México superó a China como la principal fuente de bienes importados por Estados Unidos en 2023 por primera vez en más de dos décadas. Las importaciones desde México aumentaron $20.8 mil millones interanualmente a $475.6 mil millones el año pasado, mientras que las importaciones chinas disminuyeron $109.1 mil millones a $427.2 mil millones, según la Oficina del Censo de Estados Unidos. Los economistas dijeron que los datos son una clara indicación del impacto de la escalada de disputas comerciales entre Washington y Beijing.
Estos resultados parecen ser consecuencia de la aplicación exitosa en algunos países de América Latina de nuevas estrategias de inversión como las denominadas ¨nearshoring¨ y ¨friendshoring¨. En el primer caso una empresa traslada, total o parcialmente, su estructura de producción a otro país, o se asocia con terceros ubicados en él, con la condición que ambos deberán estar ubicados geográficamente en zonas cercanas a sus principales clientes.
El ¨friendshoring¨, por su parte, es una variante de la estrategia anterior que da prioridad a las relaciones diplomáticas, económicas o comerciales amistosas entre el país de origen de una empresa y el de radicación de sus inversiones productivas. En ambos casos, los fundamentos son económicos pero lo que definirá la elección de una u otra alternativa tiene un componente político ineludible. En el caso que nos ocupa está claro que resulta difícil pensar en una corporación china desarrollando sus productos en Estados Unidos, a costos más bajos para venderlos luego en el país a precios inferiores a los de fabricación local. China tiene la capacidad de hacerlo, pero ¿qué gobierno pagaría el costo político y económico de semejante decisión?
Lo expuesto precedentemente no impide que un país como China, por ejemplo, pueda competir comercialmente en el mercado interno de otro, más allá de la distancia que los separe. De hecho, si analizamos la composición del déficit fiscal de Estados Unidos podremos ver que la balanza comercial con China (exportaciones menos importaciones) aporta un déficit de U$S 427.000 millones de dólares, según datos del Departamento de Comercio. Una cifra muy significativa aunque la menor registrada desde 2020, lo cual refleja una caída de importaciones desde el país asiático. ¿Están ingresando menos productos chinos a Estados Unidos realmente? ¿O lo que sucede es que lo hacen desde otro país?
Como expresamos al comienzo, los datos del Departamento de Comercio mostraron que Estados Unidos compró en 2023 más bienes a México que a China. También destacamos que el déficit de balanza comercial entre ambos países es el más bajo desde 2020, ¨casualmente¨ el año donde estalló con toda su intensidad la pandemia de Covid 19 que golpeó fuertemente las cadenas logísticas de distribución utilizadas para el comercio internacional que junto al aumento del costo de la energía y las cuarentenas autoimpuestas por la mayoría de los países, generaron desabastecimiento, aumentos de precios y lesionaron fuertemente, económica y financieramente a la economía global. Un hecho extraordinario que requería una mirada geopolítica para revertir estos efectos. Y China la tuvo a través del ¨nearshoring¨ y del ¨friendshoring¨. Cercanía y ¨amistad¨. Economía y política.
¿Cuál es el papel de México en la movida estratégica de China? Las empresas ¨occidentales¨ que evalúan inversiones productivas en países distintos a los de su origen, además del tema económico y financiero, prestan mucha atención a la seguridad jurídica que estos ofrecen. Básicamente se trata del respeto a los derechos que surgen de la titularidad de marcas, patentes y procesos de producción; y la igualdad ante la ley con respecto a empresas locales en materia de legislación societaria y tributaria. No parece ser el escenario ideal para las inversiones chinas. ¿Por qué México, entonces?
Las autoridades mexicanas creyeron ver una gran oportunidad de desarrollo de su economía luego de la pandemia de Covid 19, por su cercanía al gran mercado que representa Estados Unidos. No fueron los primeros, el gobierno de Xi Jinping ya estaba trabajando al respecto. La estrategia fue muy simple: primero ofrecieron financiamiento para el desarrollo de empresas locales, y luego, cuando el crecimiento superó su capacidad de abastecer la demanda agregada, directamente las adquirieron o presionaron para instalar filiales propias que comenzaron a tener una importancia cada vez mayor en áreas claves de la economía mexicana, como la automotriz y la industrialización del litio. El fabricante de vehículos Cherey Automobile Co. Ltd, conocido internacionalmente por sus marcas ¨Chery¨ (¨Chirey¨, en México), ¨Arrizo¨ y ¨Tiggo¨ ha invertido miles de millones de dólares en los últimos tres años para aumentar su producción. La empresa minera ¨Bacanora Lithium¨ (una filial de Ganfeng Lithium, de China), se encontraba a punto de realizar una inversión de 800 millones de dólares para ampliar su proyecto en el estado de Sonora, cuando la concesión le fue cancelada por una decisión del gobierno de López Obrador de crear la empresa estatal ¨Litio Mx¨, que todavía no tiene presupuesto. ¿Una jugada para asociarse con China en la explotación e industrialización del hoy tan preciado elemento? ¿Resultado de presiones tardías de Estados Unidos, que tiene a la Jefa del estratégico Comando Sur, General Laura Richardson, recorriendo todos los países donde se han descubierto yacimientos de litio? Shein, una empresa china líder global en ventas en línea, la marca de moda favorita de centennials y millennials que está devorando la industria, tiene sus mejores mercados en México y Chile.
La laxitud de las condiciones que México impuso a la instalación de empresas chinas en su territorio quiere ser revertida ahora por un cambio en las reglas de juego. El gobierno de Antonio Manuel López Obrador (AMLO) se ha dado cuenta que han sido más rápidas en identificar y explotar los recursos y las ventajas comerciales que ofrece México, y pretende imponer nuevas condiciones a lo ya acordado. Difícil tarea cuando tiene que enfrentarse a un país milenario, que planea sus estrategias cuidadosamente durante años, sin presión de los tiempos de la política interna, y cuenta con multimillonarios recursos para conseguir sus objetivos. El desprecio y la falta de respeto que AMLO ha demostrado hacia la figura del presidente de Estados Unidos, Joe Biden, también ha jugado a favor de China.
El próximo mes de Junio se llevarán a cabo elecciones generales en México, donde el plato fuerte es el recambio presidencial. López Obrador no será candidato, pero ha sido quien nominó a la representante de su partido político ¨Movimiento de Regeneración Nacional¨ (MORENA), Claudia Sheinbaum, ex Jefa de Gobierno de la Ciudad de México entre 2018 y 2023. El gobierno de China no ve peligrar sus inversiones, ni está dispuesto a perder su posición estratégica en el país centroamericano. En realidad, su preocupación está del otro lado de la frontera.
Cinco meses después, en el mes de Noviembre, Estados Unidos elegirá un nuevo presidente. Si bien el Partido Republicano todavía no ha elegido a su candidato, las primarias realizadas hasta el momento en Iowa, New Hampshire y Nevada; y las encuestas de opinión, marcan a Donald Trump como el gran favorito para ser nominado en la Convención del partido a llevarse a cabo entre el 15 y el 18 de Julio de 2024. Su adversario será el actual presidente, Joe Biden. Durante su primer mandato, Trump marcó claros límites a las relaciones comerciales entre Estados Unidos y China, en defensa de los intereses de las empresas y productos de origen estadounidense. La errática política exterior de la Administración Biden y la falta de una estrategia para frenar la expansión de China anticipan una relación más complicada con Estados Unidos ante un eventual triunfo de Trump. ¿Y México?
El desprecio que López Obrador expresa hacia Biden contrasta con el respeto, casi temeroso podríamos decir, que profesa hacia Trump. El repentino cambio de actitud de su gobierno con respecto a las condiciones para radicación de empresas chinas en México o el otorgamiento de concesiones como es el caso del litio tiene interpretaciones diferentes entre los analistas. Algunos afirman que se trata de una maniobra para mejorar su posición a la hora de negociar las condiciones económicas de los acuerdos. Para otros, está tratando de alejarse de la dependencia de China y enviar una señal al propio Trump. Finalmente, hay quienes dicen que son las dos caras de una misma moneda: mostrarse refractario con China, ratificar las alianzas comerciales pero en mejores condiciones y tener un aliado poderoso si llegara el momento de tener que enfrentarse comercialmente con Estados Unidos bajo un nuevo mandato de Donald Trump.
Una pregunta que muchos nos hacemos es porque México expulsa tantas personas de su territorio hacia la frontera Sur de Estados Unidos, si está viviendo un boom de inversiones productivas chinas. Narcotráfico y violencia creciente, es la respuesta más escuchada. Aunque los más desconfiados creen ver detrás de este descontrolado éxodo cierta complicidad entre China y México para complicar la política doméstica estadounidense. Mientras en Estados Unidos los demócratas dudan de las aptitudes físicas y mentales de Joe Biden para afrontar un nuevo mandato presidencial, la visión geopolítica de China, esta vez con base en México, está haciendo su trabajo. El tiempo juega a su favor.
Cuando el próximo presidente de Estados Unidos asuma su mandato, en Enero de 2025, habrán transcurrido poco más de seis meses desde que en México sucediera lo mismo. Más que suficiente para un país como China, que ya tiene definidas sus estrategias políticas y económicas al menos hasta el año 2030, fecha para la cual Xi Jinping no sólo espera que sea la primera economía del mundo sino también haber instalado un nuevo orden global rompiendo la hegemonía de Estados Unidos.
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