La Antártida, un caso especial en el mundo
Cuando hacemos alusión a quien controla un territorio, ineludiblemente, las miradas se posan sobre la soberanía que un Estado posee sobre este, siendo el espacio geográfico delimitado atributo o aspecto de la soberanía. Sin embargo, la Antártida, es un caso especial, único en el mundo. La Antártida es el sexto continente y el más austral, y cuenta con una superficie de 13.66 km2, pero no pertenece a ningún Estado. Esto último, no quita que sean numerosos los Estados que han (y lo siguen haciendo) reclamando parte de su territorio, ni que no tenga algún tipo de administración.
A simple vista, el continente blanco se presenta como un continente vacío y desierto con duras condiciones climáticas que hacen difícil la vida cotidiana. Sin embargo, el interés que ha despertado en los Estados a lo largo de la historia tiene origen en otras razones. Para comenzar, la Antártida es reservorio del 70% de toda el agua dulce del planeta. Pero también se ha comprobado, gracias a la creciente cantidad de expediciones, la abundancia de muchos otros recursos naturales como el petróleo y gas natural que yacerían debajo de las gruesas capas de hielo.
En la actualidad son siete los países que reclaman soberanía sobre parte de la Antártida: Argentina, Australia, Chile, Francia, Noruega, Nueva Zelanda y Reino Unido. Algunos de ellos, justifican su reclamo por contigüidad y continuidad geográfica, mientras que otros lo hacen por poseer registros de expediciones más remotas en el pasado. Esto no quita que sean los únicos Estados que hoy tienen presencia en el continente, pero no es poco significativo el hecho de que estos siete hayan sido parte de los doce Estados firmantes del Tratado Antártico.
El Tratado Antártico y su importancia en el orden mundial
[caption id="attachment_8093" align="alignright" width="300"] El Orden Mundial (2018)[/caption]
El Tratado Antártico fue firmado en 1959 por 12 países en la ciudad de Washington. En estos tiempos, en el sistema internacional se había configurado un orden bipolar de fuerte disputa ideológica y carrera armamentística y que irradiaba a todo el globo. Con vistas a mantener a la zona alejada de esta rivalidad sistémica, es que se arriba al Tratado Antártico. Este hecho no significó poco, ya que dentro de los firmantes se encontraban tanto Estados Unidos como la Unión Soviética.
La gestión mancomunada de la Antártida que nace entonces en un contexto de desconfianza total entre las partes, se presenta como un gran hito. Pero estos esfuerzos no quedaron plasmados en un único tratado, sino que con el tiempo, a partir de él, fueron muchas las convenciones que se han acordado para regular la conservación de la flora y fauna, actividades y protección del medio ambiente. La razón de la firma de esta serie de instrumentos jurídicos, que conforman lo que podemos denominar como el régimen antártico, se encuentra en el marcado interés que ha despertado el continente blanco en cada vez más actores de la comunidad internacional. Prueba de esto la encontramos en la creciente cantidad de Estados que se han adherido al Tratado Antártico en calidad de partes consultivas y no consultivas. La legitimidad con la que este sistema antártico ha surgido y también con la vigencia que este se ha mantenido, nos permite afirmar que estamos ante uno de los regímenes más fuertes desde la Segunda Guerra Mundial.
Debilidades y amenazas al régimen antártico: superposición de reclamaciones territoriales y rivalidades entre los Estados.
El Tratado Antártico, entre otras disposiciones, prohíbe los ejercicios militares y nucleares, la instalación de bases con fines militares, proclama la libertad de investigación científica y reconoce la existencia de reclamaciones territoriales previas a la firma del acuerdo. No menos importante para este régimen internacional, es el Protocolo de Madrid de 1991, que prohíbe la explotación comercial de recursos mineros por 50 años.
Sin embargo, el régimen antártico, no está exento de debilidades y amenazas. Para empezar, las reclamaciones territoriales de Argentina, Chile y Reino Unido, se superponen, y esto no resulta tema menor. Cada tanto, las tensiones entre estos tres Estados se elevan. Detrás del recelo entre Buenos Aires y Londres, se encuentra la disputa por la soberanía de las Islas Malvinas, de donde el Reino Unido organiza gran parte de su logística antártica. A su vez, para algunos sectores nacionalistas resulta difícil olvidar la rivalidad entre Argentina y Chile (a causa de enfrentamiento por límites fronterizos y recelos geopolíticos) cuyo punto culmine se alcanzó durante el conflicto del Canal del Beagle.
A simple vista, parece que las rivalidades mencionadas no son más que antiguos cortocircuitos que habían quedado sepultadas en el pasado, pero en realidad se han terminado sedimentando en las percepciones de algunos estratos de las sociedades y clases dirigenciales.
En Argentina, la retórica anticolonialista contra Reino Unido se acentuó durante los gobiernos de Néstor Kirchner y Cristina Fernández de Kirchner, con acciones como la delimitación final de la plataforma continental y diversos intercambios de notas diplomáticas con el Foreign Office por ejercicios militares, pesca y extracción de minerales en aguas territoriales en disputa. A su vez, recientemente, en el año 2021, el entonces presidente chileno Federico Pinedo y el actual presidente argentino Alberto Fernández chocaron por el reclamo chileno de un área marítima de 5.500 kilómetros por debajo de la isla de Tierra del Fuego. Además, el gobierno argentino de Fernández incrementó el patrullaje en la inmediaciones antárticas despertando el resquemor chileno y británico.
A pesar de convivir con tensiones, la cooperación antártica ha logrado robustecerse, inclusive entre estos tres países mencionados que tienen superpuestas sus reclamaciones territoriales. El establecimiento de la Patrulla Naval Antártica Combinada entre Chile y Argentina, las diferentes labores en la Comisión Parlamentaria Conjunta, y la reciente creación de la Comisión Binacional en Materia Antártica, demuestran que la cooperación entre ambos países se afianza. Además, lo cierto que detrás de estos esfuerzos por fortalecer el “pilar latinoamericano” del régimen antártico, se encuentra el interés de hacer valer sus reclamaciones territoriales por contigüidad y continuidad geográfica frente a las aspiraciones del Reino Unido.
La arista de la cooperación antártica entre Reino Unido y Argentina, si bien no es tan sólida como la argentina-chilena, también ha dado algunos indicios de distensión pero de forma interrumpida. Más allá del levantamiento de la oposición británica para establecer la Secretaria del Tratado Atlántico en Buenos Aires, un último gran acercamiento se dio en el año 2018 con la firma de un memorándum de entendimiento.
A lo largo de este artículo hemos visto como la Antártida ha despertado, a lo largo del tiempo, cada vez mayor interés y cómo esta tendencia ha contribuido a fortalecer el régimen antártico. Sin embargo, por el momento, parece que las avanzadas de las potencias sobre el territorio parecen mantenerse modestas si comparamos con, por ejemplo, el escenario ártico.
Si bien es cierto, que los diferentes Estados han incrementado su presencia en la Antártida con la instalación de bases científicas y el número de partidas presupuestarias destinadas a la exploración, todo parece indicar que se trata de un reacomodamiento del peso de los Estados dentro del sistema antártico. Lo cierto es que el Tratado Antártico había fijado un status quo de la distribución de poder que tenía el sistema internacional en los albores de la década del sesenta, distribución que se ha visto modificada en el presente. Desde entonces, nuevos actores han ganado poder y otros han visto sus atributos mermados. Un claro ejemplo de esta descripción lo encontramos en China, quien ha adherido al Tratado y ganado el estatus de parte consultiva, además de haber instalado bases en el territorio.
El año 2048 será una nueva gran prueba donde el régimen antártico deberá demostrar su robustez como lo ha venido haciendo a lo largo de su vigencia. Esta fecha, de elevado perfil mediático, no significa el fin del Tratado Antártico, sino la fecha estipulada para la revisión del Protocolo de Madrid relativa a la utilización de recursos minerales que no sea científica.
A modo de cierre, es importante resaltar que este régimen antártico ha logrado sobrevivir gracias al entendimiento entre las potencias involucradas, pero también debido a los grandes esfuerzos de los Estados más débiles para mantenerlo. En este sentido, representa un caso emblemático y esperanzador de cooperación y compromiso entre Estados, en un orden internacional cada vez más inestable y rudo.
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