En el mundo del deporte, principalmente en el tenis se utiliza frecuentemente la expresión “error no forzado”.
Es usual encontrar, cuando se analiza un partido, a los comentaristas considerar que jugador comete mayor cantidad de ellos.
Los errores forzados son aquellos en los que una acción del rival obliga a fallar a otro jugador, por ejemplo un saque potente o un cambio de dirección bien simulado que le impide llegar con precisión.
En cambio, los no forzados son los puntos que se pierden en situaciones cómodas, previsibles y habituales en el juego, en las que las fallas son atribuibles exclusivamente al competidor que las comete.
En estos casos el resultado depende más de la mala práctica del perdedor que de la habilidad, estrategia y preparación del contrincante que ha ganado el punto.
En estos días, observamos que al igual que en el deporte, en la política ocurre algo parecido.
La llegada de una nueva fuerza política: ¿El fin de la vieja política?
Nos estamos acercando a los próximos actos electorales en donde la contienda probablemente se defina entre quienes menos errores no forzados hayan cometido y en verdad, todos los candidatos son prolíficos en ellos.
Según las encuestas los partidos mayoritarios de antes comparten su caudal electoral con una nueva fuerza.
Una fuerza sin antecedentes en la gestión pública, sin aparato político nacional, incluso careciendo de candidatos zonales en muchas de las jurisdicciones.
Sin embargo, todos hablan de ella y muchos ciudadanos han comprometido su voto, al menos en la previa, en su apoyo.
Son claros los motores que impulsan tal crecimiento exponencial y vertiginoso, el enojo y la falta de confianza en la idoneidad y la moral de las propuestas pasadas.
Gran parte de la ciudadanía se ha cansado de las experiencias vividas con las gestiones de las otras alternativas, desconfían de los aparatos políticos que persiguen más los propios intereses que los de sus representados y prefieren entregar el poder a alguien desconocido.
La vieja política parece centrar su estrategia exclusivamente en el antiguo refrán de “más vale malo conocido que bueno por conocer”, algo que podría perder su vigencia en las próximas elecciones.
Los desempeños de las administraciones pasadas han sido tan magros que ni el temor a lo desconocido parece sostener a las propuestas tradicionales.
El “Frente de todos” ya no es de nadie y en “Juntos por el Cambio" parecen estar hoy más separados y sin cambios para proponer.
Se han convertido en la práctica exactamente lo contrario que su denominación propone poniendo en evidencia que sus intereses son, al menos aparentemente, opuestos a lo que predican desde su mismísima denominación. Algo que la nueva fuerza resume como casta y cargos.
¿Será así?
La acumulación permanente de errores no forzados de las otroras fuerzas mayoritarias catapultan a la nueva propuesta, aún cuando sus detractores señalan que son inviables, restrictivas o malintencionadas.
Algunas de las críticas más comunes son:
Falta de experiencia en la administración pública.
Falta de estructura para el ejercicio del poder a nivel nacional y mucho más regional.
Algunas de las propuestas significan cambios radicales que podrían afectar mucho a los sectores que mayor han ajustado durante estos años.
Aún así, se percibe una sensación de fascinación entre los votantes.
Desde una perspectiva filosófica, la fascinación es algo que atrae y aterra a la vez, sin embargo, siempre interesa.
Los jugadores tradicionales cuentan en su haber con los antecedentes de haber aumentado la pobreza, desalentado la inversión privada y empeorado la seguridad, la salud y la educación.
Tan reprochables han sido sus labores que una parte del electorado apuesta por lo desconocido, disruptivo e inesperado, a la espera de que “escoba nueva barra mejor”.
Pareciera ser que quienes cuentan con mayor experiencia son los que peor juegan.
Quizás el futuro próximo permita dilucidar si la acumulación de errores se ha debido a la dificultad que presentaron los oponentes y el entorno o si efectivamente fueron por la mediocridad de los jugadores del pasado que han sabido cosechar más errores no forzados que puntos ganadores.
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