El acto de presentación del nuevo partido nacional "La Libertad Avanza", liderado por Karina y Javier Milei, el 28 de septiembre en el Parque Lezama, puso de manifiesto un fenómeno que ha crecido en los últimos años, tanto a nivel local como internacional, y que merece ser analizado: el aumento de la popularidad del liberalismo económico entre las clases bajas en Argentina y el giro hacia la derecha de los sectores populares en otros países.
Ya en las elecciones legislativas 2021, Milei tuvo un buen desempeño en los barrios con mayores índices de pobreza de CABA, quedando como tercera fuerza a nivel local: en la Comuna 8 (Villa Soldati, Villa Riachuelo y Villa Lugano) logró un 14,8%, y en la 9 (Liniers, Mataderos y Parque Avellaneda) obtuvo el 15,03% de los votos, triplicando los votos del Frente de Izquierda y duplicando al candidato de Republicanos Unidos, Ricardo López Murphy. Lo paradójico es que, en los barrios de mayor poder adquisitivo, como la Comuna 2 (Recoleta) y 14 (Palermo), obtuvo menor porcentaje (13%) y el candidato López Murphy obtuvo 7000 votos más que el libertario. Éstas cifras pudieron haber sido la semilla del fenómeno que se acrecienta actualmente.
En las elecciones presidenciales de 2023, Milei no solo sorprendió a nivel nacional, sino que también se consolidó como el candidato más votado en los barrios populares de la Ciudad de Buenos Aires. En las PASO, obtuvo el mayor porcentaje de votos en la Villa 21-24, "sin militancia, sin punteros ni carteles", según declaró Heber Segovia, un albañil del barrio, en una entrevista para Página 12. Segovia también señaló que "nadie dice cara a cara 'yo voté a Milei'". El Barrio 31 fue otro bastión de la victoria libertaria, donde Milei fue el candidato más votado por una amplia diferencia en la Escuela Náutica Manuel Belgrano y en la Escuela Infantil N°5. Este barrio también fue el lugar que Milei eligió para hacer una recorrida durante su campaña de 2021.
Diversos analistas intentaron explicar en su momento el apoyo popular hacia Milei. Entre los factores principales mencionaron el agotamiento del modelo anterior, el crecimiento de la pobreza, el descontento con la clase política, y las promesas incumplidas. También hizo lo suyo el auge de la idea del trabajo individual como medio de dignificación y ascenso social, impulsada principalmente por las redes sociales y liderada por el propio Milei. A esto se sumó el rechazo hacia los intermediarios o "gerentes" de la pobreza, acusados de extorsionar con fondos públicos para movilización o trabajos forzosos en un sistema clientelista. Este modelo, reflejado en la frase de Karina Milei en Lezama, "no hay nada peor para un político que un trabajador que no lo necesita", contribuyó a generar una "espiral del silencio". Muchas personas, temiendo perder lo poco que los políticos o sus intermediarios les ofrecían, o por miedo al juicio social, permanecían en silencio hasta que en el cuarto oscuro expresaban su frustración votando por la única boleta que desafiaba abiertamente al sistema que ya no les ofrecía ni beneficios reales ni oportunidades de progreso.
En este sentido, Sofia D’Aquino, analista política, afirmó que 7 de cada 10 votantes de Milei proviene de la clase baja y de la economía informal, mientras que los votantes de Patricia Bullrich provenían mayormente de clase alta; ésta última se vincula con el votante histórico del PRO: las clases altas de la Capital Federal, fenómeno que luego se nacionalizó a partir de las elecciones de 2015, donde el voto de clase alta a Mauricio Macri compuso el 40,9% de la totalidad, frente al 28,8% de clases bajas. Esto se replicó en 2019, con el famoso legado de la frase “Macri ganó en el exterior, y Alberto Fernández en las cárceles”.
Esto indica que es la primera vez que surge, en nuestro país, una oposición eficaz en derrotar al kirchnerismo con raíz en la clase baja: es decir, que se construye a partir de la misma base socioeconómica, al menos en las elecciones previas.
Hubo ejemplos diversos a lo largo de la historia mundial donde las clases obreras apoyaron líderes cuyas políticas se asociaban al liberalismo, a la desregulación o al achicamiento del Estado. En Estados Unidos, los “Democrat Reagan” fueron aquellos obreros de fábrica del norte estadounidense que solían votar a los demócratas y sus políticas intervencionistas, pero debido al desencanto en el contexto de la crisis de los 70’s, una situación particularmente difícil de manejar porque el gobierno de los Estados Unidos estaba atrapado entre dos problemas: el desempleo y la inflación derivada de políticas intervencionistas, además de que existía un descontento social por la percepción generalizada de una gran regulación estatal y una protección desmedida a los sindicatos, que disminuyeron la competitividad de las grandes empresas estadounidenses frente a las europeas. Esto generó que las clases bajas, damnificadas por la pérdida de trabajo, la inflación y las regulaciones excesivas, votaran por quien prometía devolverle el poder al pueblo: “Nosotros, el pueblo, le decimos al gobierno qué hacer. No al revés. Nosotros, el pueblo, somos el conductor, el gobierno es el coche, y nosotros decidimos a dónde ir, por qué ruta y a qué velocidad. Casi todas las constituciones del mundo son documentos donde el gobierno le dice al pueblo cuáles son sus privilegios. Nuestra Constitución es un documento en donde nosotros, el pueblo, le dice al gobierno qué tiene permitido hacer. Nosotros, el pueblo, somos libres. A medida que el gobierno se expande, la libertad se contrae”.
Por otro lado, Margaret Thatcher llevó a cabo una serie de reformas que redujeron drásticamente el tamaño del Estado, privatizando empresas públicas y desregulando la economía británica. Aunque su gobierno es recordado por los enfrentamientos con sindicatos, recibió el apoyo de sectores de las clases populares. Esto se dio especialmente en el sur de Inglaterra, donde pequeños propietarios y trabajadores independientes vieron en sus políticas una oportunidad para prosperar sin la intervención del Estado. En la actual Argentina, el gobierno parece tener un “fuego controlado” con el sindicalismo: una posible causa de esto es el electorado en común: los trabajadores que optaron por Milei, también son aquellos que eligen por la continuidad del liderazgo de varios sindicalistas en cada rubro, por lo cual una batalla a cielo abierto entre ellos atentaría a la representatividad de cada uno individualmente.
En Brasil, frente a los escándalos de corrupción y a la crisis institucional que vivió aquel país en la década de 2010, y aunque su política económica estuvo marcada por la reducción del tamaño del Estado y la desregulación, Bolsonaro logró captar el apoyo de sectores populares, sobre todo en áreas rurales y zonas urbanas periféricas. Bolsonaro utilizó un fuerte discurso de orden y seguridad, prometiendo acabar con la corrupción y el crimen, temas que resonaron profundamente con las clases populares cansadas de la violencia y el desorden. Aunque sus políticas favorecían la liberalización de la economía y la reducción de los programas estatales, su mensaje nacionalista y anti-establishment atrajo a una base popular considerable.
Si bien podemos mencionar más ejemplos, incluyendo el beneficio que obtuvo la clase baja de la estabilización durante el gobierno de Carlos Ménem en los 90’s, manteniendo un gran apoyo, nunca antes existió un presidente libertario y anarco-capitalista con apoyo de las clases populares. La crisis económica que derivó en social y cultural debido a las políticas de populismo demagógico y macroeconómico en nuestro país, sumado al financiamiento de déficit con deuda y emisión (gasto de dinero que no tenemos, por ende se imprime causando inflación), y la posterior caída en la pobreza del 53% de la población, con indicadores sociales peores a los del 2001 e índices financieros más deficitarios que aquellos causantes de las crisis más graves de la historia argentina, llevaron a la sociedad a buscar las respuestas que el Estado no daba o empeoraba, en el mercado y en la libertad, dando una insólita coexistencia entre posteos del Presidente con Jordan Belfort o Elon Musk, los multimillonarios más renombrados en Estados Unidos y el mundo, y likes o reposteos de trabajadores informales jóvenes del conurbano bonaerense.
Javier Milei, en campaña electoral, no contrató costosas consultoras ni complejos asesores internacionales de la comunicación; tampoco gastó cifras suntuosas en redes sociales y marketing (de hecho, no gastó); Milei no pagó anuncios extras en televisión o radio, más que los brindados gratuitamente por la Dirección Nacional Electoral; no abonó encuestas multimillonarias a consultores de dudoso prestigio; Milei se encargó de repetir una y otra vez el mismo mensaje al que le dedicó toda su carrera profesional, en las plataformas más diversas, en cada acto electoral, y con las pocas herramientas que tenía a mano. Y el mensaje era simple: responsabilizar a la política tradicional de la inflación, que subía mes a mes, y de todas las crisis de origen fiscal de la Argentina que hundieron a millones de personas a una pobreza crónica, destruyendo las instituciones más nobles que nos había legado nuestra propia historia, y que nos diferenciaba de nuestros vecinos inmediatos: la clase media y la movilidad social ascendente. Hoy por hoy, el empobrecimiento derivado de las sucesivas crisis se tornó crónico y poseemos un 30% de pobreza base que nunca más logró retornar a los indicadores de clase media; y la movilidad social ascendente que embanderaba nuestra educación pública, gratuita y de calidad, se tornó en movilidad descendente y cronificada debido a las malas gestiones de recursos escasos, con la principal causa en el déficit fiscal. En pocas palabras, nos hemos empobrecido tanto que la educación se volvió un privilegio a pesar de su gratuidad, y el trabajo en una obligación de característica informal, y por ende sin límite de tiempos, edades ni derechos laborales.
Quizás sea por esto que, durante los primeros meses de gestión, el gobierno de Milei ha sufrido los embates y movilizaciones más duras desde sectores medios y medios/altos urbanos: sindicalistas, beneficiarios de universidades públicas, políticos tradicionales, empresarios reacios a la competencia y a la apertura comercial, líderes de movimientos sociales y piqueteros, pero con una aceptación que no baja del 50% de la sociedad, con su núcleo en los sectores bajos y bajos/medios, que se pueden explicar por la baja de la inflación (que impacta directamente en la economía informal); la leve recuperación de los salarios registrados en términos reales; el aumento del crédito privado y también la previsibilidad en la política económica, algo no menor debido a la inestabilidad y volatilidad a la que veníamos acostumbrados durante 2023.
La transformación del electorado argentino, marcada por el ascenso de Javier Milei y su enfoque en el liberalismo económico, evidencia un cambio profundo en la base social que históricamente sostenía el sistema político tradicional. El respaldo de sectores populares, anteriormente ligado al clientelismo y al Estado como actor central en sus vidas, revela un hartazgo generalizado y una búsqueda de soluciones fuera del esquema intervencionista. Milei, con un mensaje que simplificó las causas de la crisis económica y social a la ineficiencia estatal y el déficit fiscal, capitalizó el descontento y la necesidad de cambio.
El liberalismo popular que encabeza no solo redefine las alianzas políticas en Argentina, sino que también subraya un fenómeno global atemporal (no tendencioso, sino espontáneo) en el que las clases bajas buscan en el mercado y en la libertad individual respuestas que el Estado no supo o no quiso dar. A medida que su gobierno avance, la clave estará en la capacidad de mantener este apoyo popular frente a las presiones de los sectores tradicionales y los obstáculos de la vieja política, mientras enfrenta los desafíos de implementar un modelo que promete romper con las estructuras que, durante décadas, sostuvieron a gran parte de la población en una relación de dependencia estatal.
El tiempo (y los índices de recuperación económica) dirán si se mantiene el apoyo de dichas clases populares al gobierno de Milei, y si las mejoras en la actividad logran impactar directamente sobre el número de la pobreza la misma redundará, de mínima, en el mantenimiento de la base electoral pre-existente; en la estabilidad del gobierno a corto plazo debido a las minorías legislativas y en la garantía de victorias electorales futuras. Por otro lado, una mejora de la actividad económica que únicamente derrame en las clases medias/altas o altas urbanas, que históricamente han sido tendientes al Partido Socialista y a la UCR, no necesariamente redundará en un crecimiento de la base electoral del espacio de Milei, ya que, posiblemente, este núcleo social continuará demandando conservar el pacto social y político pre-existente sin grandes modificaciones estructurales, y mantendrá su histórica condición de centro-izquierda ideológica.
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