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¿Cómo influye la iglesia evangélica en la política argentina?

Por Uriel Manzo Diaz

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La política argentina atraviesa una mutación silenciosa. No se manifiesta únicamente en el Congreso, ni en los despachos oficiales, ni siquiera en las disputas partidarias tradicionales. Ocurre en un terreno más difuso, más emocional y, por eso mismo, más eficaz: el cruce entre religión, territorio y poder político. En ese espacio, las iglesias evangélicas —especialmente las de raíz pentecostal— dejaron de ser actores periféricos para convertirse en dispositivos de legitimación, movilización y sostén político en un contexto de crisis estructural del Estado y de los partidos.

No se trata de una teocracia en ciernes ni de una conspiración clerical. El fenómeno es más complejo, y por eso más inquietante: la fe como infraestructura política informal, capaz de suplir ausencias estatales, ordenar sentidos y ofrecer refugio simbólico a liderazgos en crisis.

Del margen al centro: visibilidad política y oportunidad

Un dato reciente condensa el cambio de época. En el Parlamento argentino hay nueve legisladores que profesan la fe evangélica o mantienen vínculos directos con iglesias de ese credo, todos ellos actualmente dentro de La Libertad Avanza. No existe entre ellos una agenda legislativa propia ni una coordinación orgánica. Su prioridad, por ahora, es acompañar sin fisuras el programa del presidente Javier Milei.

Este crecimiento no responde a una estrategia planificada por las iglesias, sino a un proceso de visibilización acelerada, catalizado por la irrupción de un espacio político dispuesto a absorber identidades religiosas como capital político. En términos gramscianos, no estamos ante un bloque histórico consolidado, sino frente a una convergencia táctica entre actores que comparten enemigos culturales, lenguajes morales y una lectura común del orden social.

El poder blando del evangelismo mediático

Figuras como Dante Gebel representan una modalidad distinta y particularmente sofisticada de intervención política, la del poder blando religioso. Sin militar partidariamente, su discurso articula valores conservadores, liderazgo carismático y una narrativa de autosuperación que dialoga con imaginarios políticos contemporáneos, tanto en Argentina como en el mundo.

Este tipo de liderazgo moldea climas culturales, legitima visiones del mundo y produce sentido común. En política, esa capacidad de ordenar emociones colectivas suele ser más determinante que una consigna o una boleta.

Milei, los pastores y la lógica del refugio

El vínculo entre el presidente Milei y ciertos líderes evangélicos expuso de forma descarnada esta lógica. En un momento de extrema fragilidad política —con gobernadores y legisladores avanzando en iniciativas que erosionaban el poder presidencial— Milei eligió mostrarse junto a pastores de enorme capacidad de convocatoria, en templos colmados y escenarios cuidadosamente ritualizados.

La historia reciente ofrece paralelos claros: Donald Trump en Estados Unidos, Jair Bolsonaro en Brasil, y buena parte de la ultraderecha global encontraron en el evangelismo un intermediario invaluable. Como señala el investigador Ariel Goldstein, las iglesias pentecostales funcionan como estructuras políticas de apoyo para líderes que carecen de respaldo en los actores tradicionales. A cambio, reciben cercanía al poder, reconocimiento y beneficios estatales.

La fe, así, opera como sustituto de la gobernabilidad.

Dinero, prosperidad y opacidad

El punto más sensible —y menos discutido con honestidad— es el del financiamiento. La llamada Teología de la Prosperidad, dominante en amplios sectores del evangelismo contemporáneo, redefine la relación entre religión y riqueza; el dinero deja de ser sospechoso para convertirse en prueba de bendición divina.

Relatos de milagros financieros, templos construidos con presupuestos millonarios y fundaciones que reciben recursos públicos sin los mismos controles que otros actores sociales revelan una zona gris preocupante. No porque exista una ilegalidad automática, sino porque la opacidad se vuelve estructural.

Las iglesias, a diferencia de los partidos políticos, no rinden cuentas de manera sistemática, pero influyen en políticas públicas, administran asistencia social y articulan territorialmente con el Estado.

El mito del “voto evangélico”

Conviene desmontar una simplificación frecuente. En Argentina no existe un “voto evangélico” homogéneo. El campo evangélico es plural, fragmentado y atravesado por disputas internas. Las tensiones entre federaciones religiosas frente al ascenso de Milei lo demostraron con claridad.

Sin embargo, esa diversidad no neutraliza su influencia. Al contrario: la vuelve más flexible y adaptable. Donde no hay disciplina partidaria, hay capilaridad territorial. Donde no hay estructura electoral rígida, hay redes comunitarias activas en barrios, cárceles y zonas donde el Estado llega tarde o no llega.

Afinidades profundas: moral, mérito y orden

La alianza tácita entre evangelismo y nuevas derechas se explica por la agenda moral (aborto, género, familia) y por una ética del esfuerzo individual, una desconfianza hacia lo colectivo y una lectura moralizada de la pobreza.

Mientras el catolicismo tradicional pudo concebir la pobreza como virtud o destino, el evangelismo propone superarla como mandato espiritual. Esa lógica dialoga sin fricciones con el liberalismo económico contemporáneo: si sos pobre, es porque todavía no hiciste lo suficiente.

Fe, poder y el futuro de la democracia

La influencia de la iglesia evangélica en la política argentina una moda importada. Es el resultado de transformaciones estructurales: crisis de representación, retiro del Estado, deslegitimación de la política tradicional y búsqueda desesperada de sentido en contextos de incertidumbre.

El desafío no es impedir la participación religiosa en la esfera pública —eso sería tan ingenuo como autoritario—, sino establecer límites, reglas y mecanismos de transparencia. Cuando la fe se convierte en poder sin control, deja de ser una creencia privada y se transforma en una arquitectura política informal, difícil de auditar y aún más difícil de desarmar.

Qué tipo de democracia emergerá cuando los rezos, las redes territoriales y el poder político se confundan definitivamente?

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Uriel Manzo Diaz

Uriel Manzo Diaz

Hola! Mi nombre es Uriel Manzo Diaz,
actualmente, estoy en proceso de profundizar mis conocimientos en relaciones internacionales y ciencias políticas, y planeo comenzar mis estudios en estos campos en 2026. Soy un apasionado por la política, la educación, la cultura, los libros y los temas internacionales.



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