Jesús Daniel Romero y William Acosta para Poder & Dinero y FinGurú
La designación de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) como grupo terrorista por parte de Estados Unidos en 1997 tuvo un impacto significativo tanto en el contexto colombiano como en la percepción internacional de la organización. Esta designación, llevada a cabo por varios países, incluidos los Estados Unidos y la Unión Europea, tuvo varias implicaciones importantes.
El aumento de la presión internacional fue una de las consecuencias más notables. La clasificación de la FARC como grupo terrorista permitió a la comunidad internacional imponer sanciones económicas y limitar la cooperación militar y financiera. Estados Unidos impuso restricciones que obstaculizaron la capacidad de la FARC para obtener recursos, afectando su capacidad operativa. Esta estrategia formaba parte de un esfuerzo más amplio para debilitar al grupo y forzarlo a considerar un proceso de paz.
La designación también proporcionó justificación para operaciones militares. Al ser considerada un grupo terrorista, las fuerzas armadas colombianas pudieron operar dentro de un marco legal y moral que respaldaba sus acciones contra la FARC. Un ejemplo destacado es la Operación Jaque en dos mil ocho, que resultó en el rescate de rehenes. Esta operación fue posible gracias al apoyo logístico y militar proporcionado por Estados Unidos, que veía a la FARC como una amenaza terrorista que debía ser confrontada.
Además, la designación contribuyó a la estigmatización y al cambio en la percepción pública de la FARC. Esta clasificación dificultó que el grupo obtuviera legitimidad política, especialmente en el contexto de las negociaciones de paz. A pesar de los intentos de la FARC por presentarse como un movimiento político legítimo, su imagen como grupo terrorista limitó su aceptación en ciertos sectores de la sociedad, afectando su capacidad para ganar apoyo popular.
La presión internacional y la designación como grupo terrorista también facilitaron los procesos de paz. A pesar de la estigmatización, estas dinámicas finalmente llevaron al grupo a buscar un acuerdo de paz. En dos mil dieciséis, se firmó un histórico acuerdo de paz entre el gobierno colombiano y la FARC, un logro que fue posible en parte gracias a la presión ejercida por la comunidad internacional para poner fin al conflicto armado.
En comparación, la administración del presidente Donald Trump también designó a los carteles mexicanos y al Tren de Aragua como grupos terroristas. Esta decisión formalizó la designación de seis carteles mexicanos como terroristas, alegando que el narcotráfico afecta la seguridad nacional de los Estados Unidos. La directiva, revelada por el secretario de Estado Marco Rubio, incluye grupos como el Cartel de Sinaloa, el Cartel Jalisco Nueva Generación, el Cartel del Golfo, el Cartel del Noreste, los Carteles Unidos y la Nueva Familia Michoacana, colocándolos en la misma lista que organizaciones como Al-Qaeda y Boko Haram.
El fenómeno del narcotráfico armado se refiere al uso de redes de narcotráfico no solo para obtener ganancias económicas, sino también para ejercer influencia política y desestabilizar gobiernos. Los grupos criminales han utilizado tácticas de violencia y corrupción para expandir su control territorial y operaciones, debilitando el estado de derecho y la capacidad del gobierno para combatir el crimen.
La inclusión de los carteles mexicanos activa una serie de herramientas legales, económicas y militares que permiten la congelación de cuentas bancarias relacionadas con estas organizaciones, sanciones económicas contra quienes colaboran con ellos y un impulso para arrestos en nombre de la lucha contra el terrorismo. Sin embargo, la presidenta mexicana Claudia Sheinbaum expresó precaución respecto a esta designación, afirmando que si la intención es investigar el lavado de dinero y la presencia de grupos criminales en Estados Unidos, es aceptable. No obstante, enfatizó que no aceptan violaciones a la soberanía mexicana.
Por su parte, Nicolás Maduro ha adoptado una postura similar, aparentemente acordando sobre la necesidad de abordar el narcotráfico y la violencia en la región. Sin embargo, bajo esta superficie de cooperación y consenso, hay intereses más profundos que pueden estar guiando sus respuestas. Tanto Maduro como Sheinbaum pueden dar la impresión de estar alineados con las preocupaciones de sus respectivos países, pero sus agendas políticas pueden estar impulsadas por el deseo de reforzar el socialismo y consolidar el poder en sus administraciones.
El narcotráfico ha sido utilizado como herramienta de guerra y desestabilización por varios grupos en América Latina, y su impacto en los Estados Unidos es significativo. Grupos como el Cartel de Sinaloa y el Cartel Jalisco Nueva Generación han recurrido a la violencia para intimidar a rivales y autoridades, utilizando asesinatos, secuestros y ataques a las fuerzas del orden. Además, han modernizado sus métodos, incluyendo el uso de tecnología avanzada para el transporte y producción de drogas, y han formado alianzas estratégicas con otros grupos criminales, tanto a nivel local como internacional.
El Tren de Aragua, una organización criminal venezolana, también ilustra cómo el narcotráfico se ha entrelazado con la política y la corrupción. Este grupo ha expandido sus operaciones en varios países, aprovechando la inestabilidad y la debilidad institucional en la región. La infiltración de instituciones gubernamentales por parte de estos grupos debilita el estado de derecho y complica la lucha contra el narcotráfico.
La violencia y el narcotráfico han llevado a la inestabilidad en varios países de América Latina, afectando la gobernanza y los derechos humanos. En los Estados Unidos, la demanda de drogas alimenta este ciclo, resultando en una crisis de salud pública, especialmente con la epidemia de opioides y otras sustancias controladas.
La respuesta del gobierno de EE. UU. ha incluido diversas estrategias, desde la cooperación militar e inteligencia con países latinoamericanos hasta iniciativas de prevención y tratamiento para usuarios de drogas. Sin embargo, el enfoque debe ser integral, abordando las causas raíz de los problemas, que incluyen la demanda de drogas y la falta de oportunidades en los países de origen. Desafortunadamente, la administración de Biden eliminó a la FARC de su lista de Organizaciones Terroristas Extranjeras en 2021 para apoyar los acuerdos de paz de 2016 entre el gobierno y la FARC. Esta decisión fue tomada por el Departamento de Estado de EE. UU. bajo el secretario de Estado, creyendo que la FARC ya no representaba una amenaza, pero en realidad resultó en un aumento desmesurado del cultivo de coca y la producción de cocaína.
El narcotráfico como herramienta de desestabilización es un fenómeno complejo que requiere una respuesta integral. La aparente unidad en la lucha contra el crimen organizado puede ser una fachada que oculta intereses más profundos que buscan perpetuar el poder y controlar la narrativa en sus respectivos países. Abordar las causas subyacentes del narcotráfico, promover la colaboración entre países e invertir en programas sociales son pasos necesarios para mitigar este problema a largo plazo.
Créditos
The New York Times
The Guardian
El País
La Jornada
El Universal
Reforma
Los Angeles Times
BBC News
France 24
Reuters
Sobres los Autores: :
William L. Acosta: Graduado Magna Cum Laude de PWU y Alliance University. Es un exoficial de policía de Nueva York y fundador y CEO de Equalizer Private Investigations & Security Services Inc., una agencia con licencia en Nueva York y Florida con alcance global. Desde 1999, ha dirigido investigaciones sobre narcóticos, homicidios y personas desaparecidas, participando también en defensa criminal estatal y federal. Especialista en casos internacionales y multijurisdiccionales, ha coordinado operaciones en América del Norte, Europa y América Latina.
Jesús D. Romero: Graduado Magna Cum Laude de Norfolk State University. Es un exoficial del servicio de inteligencia de la Marina de los Estados Unidos y de Operaciones de Inteligencia del Ejército con 37 años de servicio combinado. Trabajó en la industria de defensa con British Aerospace Systems y Booz Allen Hamilton. Participó en misiones en Bosnia, Irak y Sudán. Comandó una unidad de la Agencia de Inteligencia de Defensa en Panamá y supervisó operaciones en el Caribe, Centro y Suramérica. Es autor de bestsellers en Amazon y comentarista de noticias en varios medios: radio, televisión, YouTube e impresión.
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