31/7/2025 - politica-y-sociedad

Israel, Irán y Estados Unidos: Una guerra, tres agendas

Por Ilanit Bacari

Israel, Irán y Estados Unidos: Una guerra, tres agendas

La intervención de Estados Unidos marcó una toma de posición clara en un conflicto que reordenó alianzas y tensiones globales.

Cuando las Distancias No Importan

Doce, tan solo doce días. ¿Cómo es posible que en esta fracción tan corta de días se comience y resuelva un conflicto latente de décadas? ¿Cómo un país con tanta influencia pero del otro lado del hemisferio logre acabar una guerra?

El pasado 13 de junio de 2025, se inició un enfrentamiento armado entre Israel e Irán ante los avances en la fabricación de armas nucleares por parte de Irán y su negativa en permitir el control de los mismos por parte de la OIEA (Agencia Internacional de la Energía Atómica). Tal como se declaró desde el gobierno israelí, esto amenazaba la seguridad no solo del país sino de todo el mundo. Días posteriores, el gobierno iraní respondió con ataques hacia el territorio israelí, escalando así a un conflicto armado donde se intercambiaron decenas de misiles balísticos causando daños a las poblaciones civiles. 

Sin embargo, el 21 de junio los Estados Unidos, luego de varias declaraciones a raíz del conflicto armado y en apoyo a su aliado histórico en Medio Oriente, decidió crear la operación "Midnight Hammer" enviando  bombarderos furtivos estratégicos B-2 y destruyendo en tan solo 44 horas, tres plantas nucleares  subterráneas iraníes: Fordo, Natanz e Isfahan. Horas más tarde, el gobierno iraní amenazó a los Estados Unidos por su intervención y declaró que no se detectaron daños significativos en las plantas. 

Ahora bien, ¿Cómo es posible que los Estados Unidos intervengan a tantos kilómetros de distancia? ¿Qué interés estratégico puede justificar una intervención militar que, para muchos, roza la ilegalidad internacional? 

Entre aliados no hay distancia

Tal como lo ha hecho en diferentes países del mundo, Estados Unidos, se ha involucrado en Medio Oriente promoviendo la paz y llevando la democracia en la región. Acuerdos como el de Camp David (1978), o más recientemente, los Acuerdos de Abraham (2020) - firmados por países árabes e Israel y Washington como mediador -, son ejemplos concretos de su rol activo en la región y su gran interés por la influencia en la zona.

La alianza con Israel, que data de su fundación en 1948, no ha sido sólo una cuestión ideológica sino también estratégica.  Para Estados Unidos, el costo político, militar y diplomático de respaldar a Israel ha sido, históricamente, menor que los beneficios obtenidos: una posición de influencia en una zona clave, acceso a inteligencia, cooperación tecnológica y, sobre todo, un aliado confiable en una región inestable.

La reciente intervención militar liderada por el presidente Donald Trump —en el marco de la operación "Midnight Hammer"— refuerza esta lógica. Al atacar instalaciones nucleares iraníes, Washington no solo defendió a su aliado, sino que actuó también en nombre de su propia seguridad. Una Irán nuclearizada, más allá del riesgo directo a Israel, podría desestabilizar la región y amenazar indirectamente a los intereses estadounidenses.

Aunque sectores de la opinión pública norteamericana cuestionaron la decisión presidencial, lo cierto es que esta intervención responde a una amenaza que excede lo regional. En ese contexto, la alianza estratégica entre ambos países no solo se mantiene, sino que se refuerza, consolidando a Israel como el ancla estadounidense en Medio Oriente.

Intervenir para prevenir

Tras la intervención militar estadounidense en la región, Irán amenazó al país norteamericano con el ataque a sus bases militares en la región y el cierre del estrecho de Ormuz, situado en el golfo Pérsico, el cual es una vía estratégica por la que transita aproximadamente una quinta parte de la producción mundial de petróleo. Argumentó, junto con otros regímenes aliados, que Estados Unidos violó el principio de la “No Intervención” de la Carta de las Naciones Unidas. 

Si bien muchos sectores plantearon la ilegalidad de la intervención, por la falta de una resolución del Consejo de Seguridad de la ONU que autorizara la misma, se basó en una respuesta a una amenaza nuclear hacia la región y hacia los aliados de países de Medio Oriente. Desde esta perspectiva, podemos aplicar las excepciones al principio de prohibición de uso de la fuerza, también plasmada en la Carta de Naciones Unidas, que justifican una intervención militar por una legítima defensa. 

La proliferación nuclear iraní, sumada a su negativa a permitir inspecciones exhaustivas de la OIEA y sus reiteradas amenazas contra Israel, constituyen un peligro para la paz internacional. En ese contexto, la inacción de los organismos multilaterales no puede ser excusa para tolerar el avance de un programa nuclear con fines ofensivos.

Es por ello, que la intervención estadounidense se considera un acto de legítima defensa ampliada, tanto en respaldo a su aliado estratégico como en resguardo de un orden internacional que no puede sostenerse sobre la pasividad ante violaciones flagrantes. No se trata de una acción arbitraria, sino de una respuesta proporcional y necesaria frente a una amenaza comprobada.

Lo que la guerra nos dejó

Finalmente, tras 12 días de ataques entre Israel e Irán con altos daños a las poblaciones civiles, estos dos países y los Estados Unidos declararon que los tres lograron “ganar” la guerra. Este concepto resulta ambiguo ya que una guerra nunca se gana: deja secuelas en la población civil, fuertes impactos económicos y, principalmente, altos costos a nivel interno e internacional. 

En el caso de Irán, si bien se declaró que la intervención estadounidense no logró destruir todas las plantas ni causar un daño significativo, su población y su economía quedaron gravemente afectadas, acompañado por un descontento de sectores hacia el régimen de Ali Jamenei. Sin embargo, los informes preliminares de la inteligencia militar norteamericana dijeron, que la capacidad de fabricación nuclear de Irán se habría visto retrasada solo por meses, y no por años, como había anticipado Trump.

En Israel, se logró identificar un alto número de eliminaciones a comandantes y científicos nucleares iraníes. Sin embargo, los daños también fueron altos. Destrucciones de edificios en Ramat Gan y sus alrededores, y una alta cantidad de muertos a causa de misiles que el sistema de defensa israelí - “La cúpula de hierro” - no logró interceptar. Aún así, se dio un sorpresivo apoyo al gobierno israelí, el cual el último tiempo había sido muy criticado y cuestionado por la incapacidad de negociar para la liberación de los rehenes aún cautivos en manos de Hamás desde la masacre perpetrada el 7 de octubre de 2023, principalmente por los familiares. Esto se debe a que la población israelí comprende la amenaza que Irán genera en el territorio y la influencia que tiene sobre los grupos terroristas de la región. Entendiendo que, al destruir o disminuir la capacidad de acción del régimen de los ayatollahs, se debilitarían los grupos terroristas como Hamás y serían devueltos los rehenes.

Estados Unidos ha sido el país con más oposición a la decisión presidencial. Activistas y organizaciones han declarado que los estadounidenses no buscan ingresar a conflictos sino salir de ellos. Es posible hacer un paralelismo con los vastos conflictos en los que Estados Unidos se involucró, donde la opinión pública presionó a los gobiernos a la retirada. Casos como Vietnam, la Primera y Segunda Guerra Mundial, Corea, Irak, etc. Además, el partido demócrata denunció que no había sido informado del ataque y que es necesario tomar acciones sobre la decisión unilateral tomada por Donald Trump. 


Tensiones, Decisiones y el Precio de la Seguridad

Las guerras son costosas, dolorosas y destructivas. No se originan de un día para otro, ni se resuelven con una simple reunión bilateral o una llamada diplomática. Son el resultado de tensiones acumuladas durante décadas, donde convergen intereses estratégicos, amenazas reales y decisiones difíciles.

La guerra de los 12 días, al igual que otras, no fue resuelta únicamente por una intervención militar estadounidense, sino que influyeron factores internos y externos que condicionan tanto al régimen iraní, como al gobierno israelí y al estadounidense. 

Poner fin al conflicto, al igual que haberlo iniciado, fue una decisión racional, tomada en función de un cálculo estratégico donde los beneficios superan a los costos. Porque al final, no se trata de glorificar una guerra, sino de entender que hay momentos donde no intervenir implica renunciar a la responsabilidad de proteger. Y en este caso, actuar no solo fue necesario para la seguridad israelí y estadounidense: fue correcto.

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Ilanit Bacari

Ilanit Bacari

Estudiante de Relaciones Internacionales y Ciencias Políticas en la Universidad de Belgrano, con interés en los asuntos internacionales, la diplomacia y el análisis político. Me apasiona entender cómo se relacionan los países, los conflictos globales y las dinámicas de poder que influyen en el escenario mundial.

Participo activamente en espacios de formación y voluntariado vinculados al liderazgo juvenil, la memoria colectiva y el compromiso social. Formé parte del Programa de Diplomacia Pública del CJL y colaboro como voluntaria en Nuevas Generaciones, promoviendo el diálogo y la participación comunitaria.

Soy una persona comprometida, dinámica y con muchas ganas de seguir aprendiendo. Me interesa crecer profesionalmente en entornos que valoren la cooperación, el pensamiento crítico y la mirada internacional.

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