23/10/2024 - politica-y-sociedad

Kicillof frente al Espejo de Larreta

Por Tobias

Kicillof frente al Espejo de Larreta

Axel Kiciloff y Horacio Rodriguez Larreta

Larreta en el retrovisor. 

La interna del peronismo ya está expuesta a cielo abierto. Tras el acto en Berisso, donde el gobernador, desde un escenario rodeado de figuras del peronismo tradicional de la Provincia de Buenos Aires, hizo una venia a la ex presidenta Cristina Kirchner, mientras con una contorsión llamaba a la unidad del peronismo para enfrentar a Milei, la falta de un apoyo contundente hacia Cristina generó reacciones de actores variopintos del kirchnerismo más duro. Oscar Parrilli, senador nacional y hombre cercano a la ex presidenta, afirmó: 'Seguimos esperando un pronunciamiento explícito de Kicillof'. La propia Cristina, durante una reunión en el sindicato Smata, afirmó: 'Los Poncio Pilatos y los Judas en el peronismo no van más'.

El gobernador Axel Kicillof se enfrenta a un doble desafío: construir un espacio político con identidad propia —es decir, componer sus “nuevas canciones”, en sus propias palabras— y, al mismo tiempo, enamorar a la sociedad desde la opacidad de un discurso que tiene más gestión que épica. Este último desafío ya lo enfrentó, en el pasado reciente, Horacio Rodríguez Larreta.

El año 2020 marcó un antes y un después. Horacio Rodríguez Larreta, desde el gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, enfrentó numerosos cuestionamientos dentro de su propia fuerza por haber apoyado las medidas de cuarentena. Esos cuestionamientos se manifestaron en marchas contra las restricciones, lideradas por Patricia Bullrich, entonces Ministra de Seguridad y su futura rival en las internas de Juntos por el Cambio.

Las diferencias se resolvieron durante la campaña electoral de 2021, con el objetivo de lograr un triunfo contundente frente al gobierno de Fernández. Una vez obtenido el triunfo, las diferencias se acentuaron de cara a la campaña de 2023, donde Larreta nuevamente intentó promover su candidatura desde la gestión responsable del estado, carente de toda épica o de cualquier batalla ideológica. Su enfoque principal era la gestión del estado y la tecnocracia.

Mientras tanto, Bullrich proponía un combate total contra el kirchnerismo, desde la lógica del amigo-enemigo. La exministra de Seguridad buscó explotar la polarización a través de una épica del orden y del combate contra todos aquellos que buscaban romperlo. La campaña carecía de una gestión que la respaldara, al menos mientras la misma se llevó a cabo. El eslogan de campaña lo dejaba muy claro, tanto interna como externamente: “El cambio es todo o nada”, en clara alusión a la indefinición del jefe de gobierno porteño.

Fuente: 0221.com

La interna peronista:

Parece que, frente a un nuevo escenario, similar al juego de la silla, el peronismo se encuentra inmerso en la misma situación. Ya no es la pandemia la que obliga a los gobiernos a actuar con responsabilidad, sino cómo enfrentar una política de demolición abierta del estado que lleva adelante el gobierno libertario.

Kicillof, al igual que Larreta, implementa una estrategia de prepotencia de trabajo con escasa participación en los medios y una casi nula disputa ideológica. Su gestión se centra únicamente en la realidad efectiva, estableciendo vínculos cordiales con varios espacios políticos no peronistas de izquierda. Recientemente, Carlos Bianco, Ministro de Gobierno, participó en el acto de lanzamiento del Partido Comunista de la Provincia de Buenos Aires. Está claro que el gobernador busca enfrentar a Milei desde un espacio de centroizquierda más amplio, que incluye a radicales si es necesario.

Mientras tanto, Cristina y Máximo Kirchner tienen otro diagnóstico. Según ellos, la manera de confrontar con Milei no debe ser desde la amplitud, sino desde la concentración de una fuerza que tome al peronismo por asalto, ya sin la amplitud ni la conducción compartida que caracterizó al fracasado Frente dev Todos. Desde un lugar externo al Partido Justicialista, Guillermo Moreno llegó a una misma conclusión. La dirección ya no debe ser colegiada, sino unipersonal. "El que gana conduce, el que pierde acompaña".

Las diferencias entre el Kirchnerismo más ortodoxo y Kicillof han ido creciendo desde la campaña electoral, especialmente cuando el gobernador introdujo el concepto de las "nuevas canciones", lo cual generó el repudio de Máximo Kirchner. Recientemente, Kicillof apoyó discretamente la candidatura de Ricardo Quintela, gobernador de La Rioja, para presidir el Partido Justicialista (PJ), con el respaldo de otros gobernadores. Sin embargo, Cristina Kirchner alteró la armonía con su propia candidatura, obligando a Kicillof a decidir si apoya a ella o al Riojano.

Kicillof respondió de manera moderada y sin grandes definiciones. Afirmó que, aunque "los días más felices fueron con Cristina", no estaba interesado en la interna del Partido Justicialista (PJ) y que su llamado era a la unidad. Por su parte, Cristina Kirchner respondió presentando su propia lista con ella a la cabeza y comparó al gobernador con Poncio Pilato. Además, le exigió que reconociera públicamente que sus funcionarios estaban recolectando avales para Ricardo Quintela.

Una épica que salga del despacho.

Retomando el paralelismo con el escenario político de 2023, es crucial que la interna peronista no sea tan destructiva como para erosionar el capital político de ambos actores principales, ya que esto podría dejarlos vulnerables frente a actores externos que buscan influir desde fuera de la tradicional estructura del peronismo. Estos actores existen y deben ser interpelados, sino el peronismo puede encontrarse con su propio outsider. Un actor que frente a la falta de renovación, la lleva a cabo por asalto.

En este contexto, Axel Kicillof se posiciona como una figura clave en el proceso de reconfiguración del peronismo, que busca no sólo redefinir su futuro sino también enfrentar las divisiones internas y los desafíos que plantean estos nuevos actores políticos. Con las elecciones de 2025 en el horizonte, la tensión entre la necesidad de una unidad firme para enfrentar a adversarios comunes y las disputas internas por el liderazgo subraya una dinámica que podría decidir no solo el futuro del peronismo, sino también el rumbo político general de Argentina. Pero para que Axel Kicillof pueda sintetizar efectivamente estas tensiones y ofrecer una visión atractiva, debe adaptarse a la época y a las expectativas actuales de liderazgo. Esto implica desarrollar una narrativa de futuro que trascienda los confines de una oficina estatal tradicional y gris.




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