En imagen política se dice que la imagen de los políticos tiene tres dimensiones: lo que el candidato realmente es, lo que proyecta y lo que finalmente el público percibe, resultado de comparar al político con su ideal de gobernante que obviamente, subyace como representación mental construida dentro de sí. La brecha entre la segunda dimensión y la tercera es proporcional al grado de apoyo o descontento que le brindaran los ciudadanos a los cuales gobierna o, por lo menos, intenta gobernar.
Según el ranking de imagen presidencial 2022 de la ONG Directorio Legislativo Pedro Castillo de Perú, Guillermo Lasso de Ecuador y Alberto Fernández de Argentina son los presidentes con peor imagen presidencial en América Latina. No queda atrás Gabriel Boric, actual presidente de Chile, que se ubica por encima del 60% de desaprobación ante la opinión pública, el cual perdió 11 puntos de aprobación en sus 10 primeros meses de gobierno.
Cabe recordar que Pedro Castillo ganó las elecciones con el 50,12% de los votos en segunda vuelta y Guillermo Lasso obtuvo el 52,41%, mientras no fue necesario el ballotage para Alberto Fernández que ganó en primera vuelta con el 48% de los votos a su favor. Sin embargo, todos ellos fueron perdiendo el apoyo de sus conciudadanos al pasar el tiempo. La imagen política de Castillo en 5 meses se desmoronó un 25%, la de Guillermo Lasso se redujo un 43% y la de Alberto Fernández un 57% en 2 años, llegando a una imagen negativa del 74,5% en septiembre de 2022 según un estudio realizado por la consultora Giacobbe y Asociados compartido en el programa Casi Patriotas (LN+) en septiembre de 2022.
Con el respaldo ciudadano que los puso frente a los gobiernos de sus países, cabe preguntarse qué lleva a la desaprobación política por parte de la opinión pública de aquellos gobernantes que fueron percibidos como la mejor opción para gobernar (por algo fueron votados), para que luego de, pasado un tiempo, tengan una baja aceptación, sobre todo en un corto o mediano plazo. Recordemos que la mayoría de ellos no llegó a mitad del periodo de su gobierno para ser mal percibidos por las audiencias.
La importancia de la coherencia en la imagen política
Expondré sólo una arista para analizar este fenómeno de desaprobación relacionado con la imagen pública ya que otros factores complejizan el análisis de gobiernos que no pueden satisfacer las expectativas ciudadanas, tales como la fragmentación y polarización política, la cultura política y el contexto internacional post pandemia. Como consultor en imagen política no puedo dejar de recordar uno de los principios de la imagen pública: la coherencia. Este principio aplicado a la política nos dice que las personas buscaremos que los estímulos enviados por un gobernante (apariencia, discursos, lenguaje no verbal, accionar, imagen ambiental, entre otros) se correspondan entre sí. De lo contrario, perderá credibilidad.
Es inevitable tener una imagen y en este caso, la imagen política refiere al conjunto de impresiones o estímulos que se reciben de un político, lo cual da lugar a cómo éste es percibido por los ciudadanos y que al pasar el tiempo, se transformará en su reputación. Imagen es percepción y la incoherencia siempre enviará un mensaje negativo que atentará contra ella. Entonces, coherente es aquel que ajusta lo que proyecta con su apariencia, sus acciones, sus ideas, sus palabras y es capaz de sostenerlo en el tiempo. Las audiencias no perdonan la incoherencia ya que ella les provoca desconfianza. La desconfianza es un sentimiento que carcome y derrumba cualquier liderazgo.
El impacto de la falta de coherencia
Uno de los errores en los que caen varios candidatos políticos es que se acercan a trabajar su imagen previo al período de elecciones. Allí toman relevancia los consultores y asesores que construyen una imagen del candidato para posicionarlo, proyectando credibilidad y confianza. Sin embargo, pareciera que después de ganar las elecciones olvidan que esa imagen debe sostenerse a lo largo del tiempo porque de lo contrario se tendrá una mala percepción de él, atentando contra el objetivo principal: mantenerse en el poder. Uno es (o debería ser) lo que es, antes, durante y posterior a los comicios. La campaña electoral que enfatiza que soy la mejor opción para mi pueblo nunca termina. Un político siempre está en campaña.
Los ciudadanos buscarán coherencia entre las promesas de campaña, el actuar político y su persona. Evaluarán de manera consciente e inconsciente si el mensaje enviado por el gobierno de turno es coherente. Brindarán o retirarán su apoyo. La imagen de un político irá de la mano de cómo es percibido su desempeño al resolver las demandas y necesidades del pueblo. Hoy más que nunca existe la necesidad de que la democracia produzca resultados. Para ello se eligen gobernantes. Por lo tanto, ante los altos niveles de desaprobación presidencial, síntoma de crisis de los canales de representación, el principio de coherencia en la imagen pública toma relevancia y debe ser recordado a cada político en los tiempos que corren.
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