“Las mujeres de Berlin deben ser las mejor vestidas de Europa”, declaró Hitler en 1933 cuando ejercía como canciller. Ese mismo año, Goebbels se puso a sí mismo frente a la cabeza de la ‘Casa de la Moda’ alemana. ¿Acaso la moda y la política pueden coexistir?
La moda como hecho político
¿Cómo es que a un dictador tan imponente como Hitler podría importarle la moda? Para empezar, la moda siempre fue un hecho político. La columnista colombiana Vanessa Rosales se cuestionó el carácter político de la moda y se refirió a ella de la siguiente forma: “la moda bien puede ser política porque las formas en que se hacen y representan las ropas suelen involucrar un ejercicio de poder.” Como todo elemento propio de la sociedad capitalista, el interés por la indumentaria es una lucha de clases divididas en grupos sociales y/o económicos. La Alemania nazi no sería una excepción, y usaría a la indumentaria como una herramienta. Sería un método para enfatizar la figura dominante de quienes ejercían poder alguno, pero también como una forma de rebajar a quienes denominaban inferiores.
El poder de la ropa
Adolf Hitler llega al poder en 1933 con el objetivo de que Alemania vuelva a ser una potencia mundial. Para lograrlo, el dictador debía obtener poder social y económico. Para empezar, quería que la mujer de Berlín fuera la mejor vestida. Sostenía que las parisinas y aquellas mujeres que se mostraban en Hollywood estaban degradando la imagen de la mujer alemana. El régimen nazi quería que ellas se vistieran sencillas y de forma tradicional germana. Se las animaba a rechazar los zapatos de tacón optando por botas de montaña, y a lucir bronceadas por el trabajo al aire libre en lugar de aplicarse polvos de arroz o bases de maquillaje para parecer pálidas. La ropa de las mujeres mayores debía ser sencilla, sensata y respetable. Se las identificaba con características vinculadas a los papeles de madre y esposa. Los corsés se utilizaban para controlar la expansión de las siluetas de la señora, no para recoger traseros ni para levantar escotes.
Los hombres nazis se identificaban con un uniforme determinado siendo llamados por las calles ‘los camisas pardas’. Había un conjunto de ropa regional alemán: el Tratch, el cual no podían usar los judíos ni nadie que no fuera considerado ‘raza aria’ (alemanes puros). En contraparte, aquellos de religión judía llevaban una estrella de David cosida en sus prendas. Dicho símbolo servía para identificarlos, segregarlos y además potenciaba el odio hacia ellos.
La industria textil como financiamiento de la guerra
Goebbels no solo quería dictar la imagen que debían ofrecer los alemanes, sobre todo las mujeres, sino que también pretendía controlar la industria textil desde adentro.
Aproximadamente el 80% de los grandes almacenes y las franquicias en Alemania eran propiedad de judíos. Casi la mitad de las empresas textiles mayoristas, también eran judías. Los nazis relacionaban la moda extranjera como identidad judía, la cual se oponía a la identidad nacional de ‘raza aria’ que querían imponer.
Establecieron medidas para apartar a todos los judíos del sector textil a través de la ADEFA (acrónimo alemán para la Federación de Fabricantes Alemanes Arios de la Industria de la Indumentaria). Dicha entidad aseguraba que todos y cada uno de los pasos de la fabricación de la ropa no eran hechos por manos judías. Estas prendas llevaban sus propias etiquetas como símbolo de validación.
En 1938 se convirtió en ley el Decreto para la Eliminación de los Judíos en la Vida Económica Alemana. En ella se dictaba que todos los negocios regentados por judíos debía cesar su actividad el día del año nuevo de 1939. Les exigieron que todo su capital se convirtiera en bienes colectivos del régimen. Cualquier alemán podría apropiarse de un negocio sin pagar ninguna suma de dinero. Esta fue una de las atrocidades que hicieron los nazis para enriquecerse a costa del pueblo judío. Gran parte de ese dinero fue utilizado para financiar la guerra y los medios de exterminio.
Las costureras de Awschwitz
Sin embargo, la ‘arianización’ de la industria textil no impidió que las esposas de los altos mandos nazis renunciaran a los diseños inspirados en la pasarela de París. Tampoco dejaron de recurrir a mano de obra judía para confeccionar sus vestidos. Utilizaron los campos de exterminio como fábricas textiles; pusieron a las mejores costureras del rubro a trabajar a cambio de vivir. Las prisioneras luchaban por su vida cosiendo bellísimos y finos trajes para las mismas personas que luego las exterminarían. A través del armario de estas esposas e hijas nazis, Alemania simulaba estar en auge y prosperidad económica ante el mundo. Inclusive durante los últimos años de la guerra, donde se predecía la caída del régimen y se rumoreaba una crisis económica de todos los países invadidos y conquistados.
La moda es un fenómeno social. Es un hecho que nos interpela a todos por más que no manifestemos interés en la industria o no nos mostremos deleitados ante la semana de la moda y los desfiles de París. Hitler y Goebbels sabían el impacto que podrían tener en la gente por medio de la indumentaria y la industria textil. A través de ella, enfatizaron su poder y mostraron una imagen victoriosa del régimen al resto del mundo. Si la moda fuera algo tan banal, ¿por qué perderían su tiempo en ella? Al Validar estás certificando que lo publicado es información correcta, ayudándonos a luchar contra la desinformación.¿Deseas validar esta nota?
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