Los argentinos estamos acostumbrados a vivir entre cimbronazos.
De ser los más baratos de la región podemos pasar en cuestión de días a ser los más caros y de elegir durante 20 años a gobiernos que proponían estados omnipresentes a votar a uno que propone el anarcocapitalismo.
Sin dudas, la adaptabilidad y resiliencia al cambio es un atributo que todos los que vivimos por estas tierras compartimos.
Adaptamos nuestras costumbres y rutinas sin ofrecer mayor resistencia con aceptación y paciencia, una verdadera habilidad que sostiene nuestra estabilidad psicológica, emocional y la interacción social.
Recientemente una familia que tiene niños en edad escolar, particularmente en los primeros años de primaria, me comentaban lo que impactan las fiestas de cumpleaños de los compañeros del colegio y las fechas como el día de la maestra o el fin de año, en sus bolsillos.
Estadísticamente, si en un curso hay 20 chicos, en promedio habrán dos cumpleaños por mes.
La costumbre de entregar algún presente a la cumpleañera o cumpleañero fue acomodándose de acuerdo con los vaivenes de la economía y el poder adquisitivo de las familias.
Hace algunos años cada familia compraba un regalo, un poco mejor quizás para los amigos más cercanos. Bolsas de juguetes, libros o ropa se acumulaban en las puertas de las casas o en los guardarropas de los salones de fiestas. El gasto promedio rondaba los 25 dólares, algo así como 500 dólares por año en regalos infantiles del colegio.
Con el tiempo, los regalos pasaron a ser cada vez más sencillos y perecederos. Soldaditos o autitos de plástico, remeritas con impresiones de dudosa autenticidad o libritos para pintar sin lápices. De esta forma el promedio de las erogaciones se redujeron a 6 dólares en cada ocasión, una considerable merma en el gasto anual que llegaba a los 120 dólares por año.
Quizás producto del chat de madres, a alguna se le ocurrió la idea de terminar con la farsa de los regalos basura y propuso juntar dinero para hacer “un regalo importante”. De esta forma se volvió a achicar el gasto. En esta oportunidad, las 20 familias, aportarían 3 dólares cada una, y con 60 se podía comprar algo más digno, perdurable y útil.
Esto fue así hasta hace unos pocos meses en los que a través del mismo canal de comunicación algunas familias comenzaron a manifestar su dificultad para participar en la colecta cumpleañera.
Así fue que otra madre creativa propuso que cada familia compre el regalo de su propio hijo, de esta forma, se reducía el compromiso a una única vez y la adaptabilidad presupuestaria era total.
En la constante búsqueda de la participación de cada uno de los rubros que componen los gastos mensuales de una familia, el peso relativo de agasajar a los compañeros que cumplen años en la escuela parece que ha perdido participación.
Estamos pasando por momentos en los que la adaptación pasa por el achique.
Aferrados a la esperanza de que habiendo pasado por momentos iguales o peores a este hemos salido adelante, los argentinos ponemos el hombro una vez más de las formas más diversas y adaptativas.
Artículo escrito el 9 de Mayo de 2024 por Gustavo Ammaturo, quein nos acompañó en FinGurú desde sus inicios y a quien vamos a extrañar cada dia.
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