El presidente argentino Javier Milei revolucionó la escena política con un discurso intelectual que conjuga las ideas del liberalismo libertario junto a una fuerte oposición al progresismo cultural, ligado al incipiente movimiento anti-globalista y conservador en las democracias occidentales, encabezado por líderes como Donald Trump, Giorgia Meloni y Viktor Orbán. Aunque su prédica económica libertaria encuentra inspiración en diversos referentes de la escuela austríaca como Ludwig von Mises, Friedrich Hayek y Murray Rothbard, una figura clave para comprender su pensamiento político y “batalla cultural” es el filósofo norteamericano Robert Nozick, a quien a quien el propio Milei ha mencionado públicamente como una de sus fuentes de referencia.
En 1974, a través de la reconocida obra Anarquía, Estado y Utopía, Nozick formuló una defensa del “Estado mínimo” en respuesta a la teoría de la justicia distributiva de su colega de Harvard, John Rawls, al igual que contra los anarco-capitalistas, que abogan por la desaparición total del Estado (corriente con la que Milei también muestra cierta simpatía) y los utilitaristas, que subordinan la justicia a "la mayor felicidad para el mayor número", por medio del cálculo de costos y beneficios de las acciones. La visión de Nozick sobre la libertad individual, la propiedad y la ilegitimidad de los procesos de redistribución arbitrarios se refleja en la práctica política de Milei, quien ha encontrado en estos principios un sustento teórico para su rechazo a las políticas intervencionistas impuestas durante décadas en Argentina.
El surgimiento del Estado Mínimo
En su obra, Nozick argumenta que la única justificación legítima del Estado es la protección de los derechos individuales, limitando sus funciones a la seguridad, la justicia y el cumplimiento de los contratos. Además, argumenta que el mismo surge como un proceso natural, en donde juegan un papel fundamental los derechos de propiedad, el libre mercado y la competencia, los cuales fundamenta con criterios deontológicos (orientados al “deber”) inspirados en el pensamiento de Immanuel Kant. Así, es posible justificar moralmente la existencia del Estado.
Al comienzo de la obra, el autor identifica un escenario de “estado de naturaleza” (al estilo de John Locke) en el que se resalta la ausencia de un “juez imparcial” que aplique las leyes de forma justa, dado que las acciones judiciales pueden ser emprendidas de forma privada. Luego, tomando el clásico concepto de "mano invisible" de Adam Smith en una lógica de mercado (y desechando el modelo contractualista de Rawls) Nozick postula que en un principio surge el "Estado ultra-mínimo", como resultado de la competencia entre agencias prestadoras de servicios de protección dentro de un territorio. Posteriormente, a través de un proceso espontáneo, una de las agencias se impone definitivamente como dominante al garantizar una protección y seguridad jurídica superiores, adquiriendo universalidad. En este punto, asume la obligación moral de incorporar a los “independientes” que no formaban parte de ninguna agencia, lo que conduce a la consolidación de un “Estado mínimo” sin recurrir a la coerción en el proceso. La agencia dominante, entonces, termina ejerciendo de facto como el ente con el monopolio de la fuerza legítima. Esto se une con la idea de que elorden político puede emerger sin necesidad de planificación centralizada ni violación de derechos, principio que Milei reivindica recurrentemente en su defensa del libre mercado como mecanismo de organización y cooperación social.
Entonces, cualquier intervención estatal que vaya más allá de estos principios implica una violación de la libertad individual. En este sentido, Milei no solo comparte, sino que también lleva a la práctica esta idea con sus proyectos de reducción drástica del aparato estatal, al igual que con la baja o eliminación de impuestos confiscatorios, los ya iniciados procesos de privatización de empresas públicas y la puesta en marcha de la flamante “motosierra” a cargo del Ministerio de Desregulación y Transformación del Estado, dirigida a recortar de forma masiva las regulaciones heredadas de gobiernos anteriores.
Un eje fundamental en el pensamiento de Nozick es la oposición a los procesos de redistribución forzada. En su teoría, cualquier transferencia de recursos que no surja de intercambios voluntarios o del respeto a los derechos de propiedad es moralmente injustificable. Milei mismo se apropia de esta crítica para rechazar los esquemas asistencialistas que ha dispuesto la política argentina durante las últimas décadas, al considerar que estos programas no solo distorsionan el mercado, sino que también crean dependencia y coartan la libertad individual junto con el sentido de la responsabilidad.
El rechazo a Rawls y la crítica a la política redistributiva argentina
En Teoría de la Justicia (1971), si bien Rawls prioriza el “principio de igual libertad” (en el cual se aclara un esquema de maximización de libertades civiles y políticas iguales para todos los ciudadanos) como base de su teoría liberal, también propone un “principio de la diferencia”, según el cual las desigualdades económicas sólo son justificables si benefician a los sectores más desfavorecidos, permitiendo así una redistribución por medio de la intervención estatal. Dicha premisa sirvió como base para múltiples políticas redistributivas en Argentina, desde subsidios hasta regulaciones en pos de una mayor equidad social. Según Rawls, para lograr consenso sobre los principios de justicia, los ciudadanos, al momento de la redistribución, deben colocar un “velo de la ignorancia” alrededor de su posición e intereses personales, entrando así en una “posición original” en donde desconocen su estatus, procurando que en el reparto los menos favorecidos ex-ante se encuentren en una situación mejorada ex-post.
En respuesta directa a los principios rawlsianos, Nozick elabora la “teoría retributiva”, que contiene tres principios: la “justicia de la adquisición”, por la cual el fruto del trabajo de una persona genera derechos de propiedad sobre el bien obtenido; la “justicia de la transferencia”, en donde toda transacción es legítima siempre y cuando sea libre y voluntaria; y, por último y previendo posibles violaciones a esta última regla, el “principio de rectificación”, que sirve para compensar a la parte perjudicada en caso de una injusticia.
Desde la perspectiva de Nozick, y en la línea argumentativa de Milei, las políticas redistributivas no sólo son injustas, sino que erosionan la responsabilidad individual y el incentivo al progreso. Para Milei, la clase política argentina ha instrumentalizado el concepto de “justicia social” (término que, curiosamente, también emplea Rawls) para justificar un sistema estatal corrupto, que lejos de mejorar la calidad de vida de los más necesitados, ha profundizado la pobreza y fomentado el clientelismo.
La centralidad en el individuo
A pesar de que Nozick pertenecía al campo de la filosofía y Milei de las ciencias económicas, ambos comparten un punto fuerte en común: la defensa del individuo frente al Estado. La obra de Nozick proporciona un andamiaje teórico fundamental para la visión de Milei, quien, tras años de divulgación intelectual, hoy se encuentra llevando esos principios al ejercicio del poder, materializando la reivindicación de la soberanía individual como fundamento normativo del orden social. En línea con el argumento nozickeano, Milei concibe al Estado como una estructura cuya única justificación moral radica en su capacidad de garantizar los derechos inviolables de las personas, sin entrometerse en sus proyectos de vida ni el fruto de sus transacciones. Su agenda "minarquista", dedicada a la drástica reducción del aparato estatal y la eliminación de privilegios corporativos responde, en última instancia, a una convicción deontológica: ningún individuo debe ser instrumentalizado como medio para los fines de otros, y toda expansión del Estado más allá de sus funciones esenciales se convierte en un vehículo de coacción incompatible con la justicia.
Así, el marco teórico libertario le permitió al presidente construir un discurso que, más allá de lo económico, se proyecta como una lucha moral contra la injusticia que supone la extracción forzosa de recursos por parte del Estado. A diferencia de otros liberales “neutralistas” que evitan la confrontación cultural, Milei supo integrar su visión teórica con una narrativa política más amplia, en donde tanto la agenda progresista como el estatismo representan amenazas gemelas a la libertad individual.
La realidad de Argentina luego del primer año de gobierno libertario
Sin embargo, el desafío que Milei tiene por delante sigue siendo grande. Tras un primer año de gestión que resultó aprobado por gran parte de la sociedad, pese a los costos en términos de recesión y desempleo derivados del mayor ajuste fiscal en la historia nacional, el pesimismo inicial ante la amenaza de una hiperinflación parece haberse disipado. En su lugar, se observa un clima económico y social relativamente estable, con el logro fundamental de haber llevado a la inflación a la baja para este 2025, año de elecciones legislativas.
Aunque el Estado argentino todavía dista de ser “mínimo” y las medidas impulsadas por La Libertad Avanza enfrentan una fuerte resistencia opositora, el gobierno ha logrado avanzar con sus reformas, en gran parte, gracias al respaldo legislativo del Pro y otros aliados, que facilitaron la aprobación de leyes fundamentales para la gobernabilidad. Además, en la opinión pública se percibe un considerable apoyo al rumbo del gobierno, en un contexto donde el resto del espectro político sigue sumido en la crisis que se consolidó con el ascenso de Milei en la arena política.
De cualquier forma, resulta notorio que Javier Milei ha logrado trasladar los principales postulados libertarios de Robert Nozick al debate político argentino, formulando una respuesta directa a décadas de políticas redistributivas y sus consecuencias. En su discurso, la lucha contra el estatismo y el colectivismo no representa únicamente una postura pro-mercado, sino fundamentalmente una defensa de la justicia en términos de derechos individuales y propiedad legítima. Su éxito inicial como outsider político demuestra que su impronta, con gran inspiración en las formulaciones filosóficas de Nozick, encontró un eco significativo en una sociedad harta de las promesas incumplidas de una clase política carente de ideas y completamente desconectada de la realidad ciudadana.
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