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Milei concentra poder y se aisla mientras Estados Unidos le exige gobernabilidad

Por Mila Zurbriggen Schaller

Milei concentra poder y se aisla mientras Estados Unidos le exige gobernabilidad

Nuevo gabinete junto al presidente de la nación.

El último recambio de gabinete no es un gesto de fortaleza política, sino una señal de desconfianza interna. En la lógica de los mercados, la concentración de poder sin gestión institucional sólida equivale a riesgo. Lo que Milei llama “eficiencia” es en realidad un intento desesperado de controlar un sistema que se le desarma.
El gobierno se encierra, se aísla y pierde lo más valioso que un país puede ofrecerle al capital: previsibilidad.

Estados Unidos, que entiende perfectamente el lenguaje de la estabilidad, ya lo advirtió con claridad: gobernabilidad o desconfianza. Y el presidente argentino eligió la segunda.

Centralización y señales tóxicas

El ascenso de Manuel Adorni como Jefe de Gabinete concentra decisiones estratégicas y presupuestarias en una sola persona, sin contrapesos técnicos ni autonomía ministerial.
Para los inversores, esto equivale a un riesgo de discrecionalidad: las decisiones económicas se toman por impulso político, no por criterios técnicos.

Los mercados no temen los ajustes, temen la improvisación.
Y un gabinete diseñado para obedecer en lugar de pensar es un gabinete que no corrige errores, los multiplica.

Cada área absorbida por la jefatura no simplifica la gestión: la vuelve opaca y menos predecible.

Un Estado que vigila, no que regula

El traspaso de Migraciones y el RENAPER al Ministerio de Seguridad envía un mensaje claro: la prioridad no es el desarrollo, sino el control.
Un país que destina su energía institucional a vigilar a su población y no a estabilizar su economía termina minando la confianza internacional.

Los inversores buscan países con seguridad jurídica y estabilidad institucional, no con tensiones internas entre poder político y fuerzas de seguridad.
Mientras el gobierno predica libertad de mercado, actúa con reflejos autoritarios que ahuyentan la inversión seria y fomentan solo la especulación de corto plazo.

Estados Unidos pide gobernabilidad, Milei ofrece sumisión

Cuando Washington habla de gobernabilidad, no habla de ideología: habla de sostenibilidad macroeconómica y capacidad de gestión.
El mensaje es inequívoco: la Casa Blanca quiere un socio confiable, no un experimento errático.
Sin embargo, la respuesta argentina es el desmantelamiento de los canales institucionales y la subordinación política a los dictados financieros de turno.

El resultado es un cóctel inestable: déficit político + alineamiento externo = desconfianza sistémica.
Los flujos de capital no se sostienen en un país que renuncia a su propia estrategia naciona. El espejismo del orden

Milei confunde autoridad con poder y disciplina con estabilidad.
Pero los mercados —que entienden de ciclos y señales— ya empezaron a leer entre líneas: el exceso de control y la falta de gobernanza no estabilizan, sino que anticipan crisis.

Un gabinete homogéneo y cerrado puede transmitir fuerza al público, pero al sistema financiero le genera alarma: ¿quién debate las decisiones? ¿quién pone límites a los errores? En economía, la falta de pluralidad no se traduce en eficiencia: se traduce en ceguera institucional.

La contradicción entre el discurso y los hechos

Milei prometió libertad económica, pero ofrece incertidumbre jurídica.
Prometió apertura de mercados, pero gobierna con reflejos autoritarios.
Prometió atraer inversiones, pero entrega el control de la economía a intereses externos sin un marco de planificación nacional. Para cualquier analista, esto se traduce en una curva descendente de credibilidad.
El mercado tolera ajustes, pero no improvisaciones. Tolera reformas, pero no arbitrariedades.

Sin gobernabilidad, no hay confianza

La concentración del poder no es fortaleza: es vulnerabilidad disfrazada.
Cuando un presidente acumula todo el mando y elimina los mecanismos de control, el sistema se vuelve impredecible. Y los mercados —que valoran la previsibilidad por encima de todo— se retraen. La economía argentina no necesita un caudillo digital; necesita un Estado serio, con reglas claras y funcionarios capaces.
Sin eso, cualquier “alianza” con Estados Unidos o los organismos internacionales será un parche financiero sin sustentabilidad. Milei puede sostener su relato, pero no puede sostener la confianza. Y cuando el relato choca con la realidad, el capital siempre se va primero.

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