Entre el 21 y 24 de enero del corriente año tuvo lugar en el Monte de Davos, Suiza, el “Foro económico Mundial”. Tal como expresa en su portada, desde 1970, el Foro Económico Mundial es una Organización Internacional para la Cooperación Público-Privada. Líderes políticos, académicos y empresarios de todo el mundo se reúnen con la pretensión de influir en las agendas de las grandes decisiones. De hecho su principal slogan es “A platform for impact”, tal como lo define el Profesor Klaus Schwab, fundador del Foro: “Lo que necesitamos ahora es una plataforma para integrar iniciativas públicas y privadas en un esfuerzo común para lograr el máximo impacto".
Para entender un poco más la importancia de esta organización en términos de influencia y capacidad de convocatoria, la Asamblea anual reúne a más de 1000 ejecutivos de las empresas de mayor facturación en el mundo. En general las empresas miembro son compañías globales de más de 5.000 millones de dólares de facturación anual y para formar parte de este selecto y exclusivo grupo abonan entre 60.000 y 500.000 Francos Suizos por año, es decir entre 65.000 y 545.000 dólares. En el contexto de la pandemia producto del virus COVID-19 la problemática económica asociada a la sanitaria motivó a los organizadores y miembros del Foro su inclusión en la agenda.
Algunas de las conclusiones a las que arribaron los principales líderes y tomadores de decisiones, de al menos los últimos 50 años han sido:
I) Que el sistema económico global se había vuelto extremadamente frágil, incluso previo al COVID-19 y que una gran depresión estaba en el horizonte.
II) Que la economía global hacia tiempo que privilegiaba a un capitalismo rentista y no a un capitalismo de libre mercado, agregando que desde los años 80 se crearon oportunidades para que la distribución de la riqueza fluya hacia los propietarios de los activos: físicos, financieros e intelectuales, como ser patentes de invención o plataformas informáticas, en detrimento de la participación laboral, tal como se puede apreciar en la siguiente curva. III) Que este proceso distributivo decantó en una plutocracia que posee riquezas obscenas, enorme poder económico y político por un lado, y por el otro, la mayoría de la población, en situación de precariedad, que sobrevive insegura, muchas veces cargando deudas insostenibles.
IV) Que los niveles de deuda financiera, tanto públicas como privadas alcanzan niveles históricos máximos exponiendo al colapso del sistema bancario internacional ante una potencial pequeña recesión, mientras que por otro lado las conclusiones del Foro indican que estaremos frente a una enorme depresión.
V) Que luego de la experiencia con la crisis del año 2008 intentar resolver las deudas públicas con austeridad fiscal y recortes en el gasto público intensificaron las desigualdades fortaleciendo a unos pocos gigantes.
VI) “Que estamos frente a la mayor crisis de demanda de la historia moderna”.
Como dijimos en un principio el sentido del Foro es integrar partes para generar impacto en la sociedad, empezando por las agendas de los gobiernos y las grandes corporaciones. En este caso la propuesta que se ensaya para resolver el panorama descrito es la de la Renta Básica Universal, a tal punto de definir esta herramienta político económica como esencial más que como deseable. La Renta Básica Universal (RBU) es una forma de asistencia social en la que todos los ciudadanos de un país, o comunidad reciben del gobierno, sin condiciones y regularmente una cantidad de dinero por mes que complementa a lo que percibe por su trabajo o por otros programas asistenciales. El sistema pretende cubrir a toda la población con un ingreso asegurado, más allá de las circunstancias laborales, sociales o económicas de las personas, buscando cubrir las necesidades básicas mensuales personales. A diferencia de los subsidios por desempleo que podrían originar trabajos precarios para no perderlos y así fomentar la economía marginal, la RBU se acumula con los ingresos provenientes de la actividad laboral legal. Hasta aquí, palabras más, palabras menos han sido conclusiones y propuestas del Foro Económico Mundial del año 2020.
A partir de estas líneas agrego mis consideraciones. El financiamiento de políticas de distribución del ingreso como la descrita debería provenir de una alícuota creciente del impuesto a las ganancias que genere un recupero del dinero producto del programa cuando los beneficiarios superen determinado nivel de ingreso. Sin embargo los países presentan circunstancias y condiciones políticas, sociales y económicas muy diversas. A modo de ejemplo podemos destacar algunos aspectos: La imposibilidad de distribuir la riqueza que no se tiene. Es probable que muchos de los pueblos que requieran herramientas como la RBU no cuenten con recursos económicos para afrontar un programa tan ambicioso. Un nuevo incremento en la deuda pública de las Naciones, si es que se recurre al endeudamiento para financiar al programa. El riesgo a generar inflación a través de la expansión monetaria cuando se financia con emisión. Los costos operativos para distribuir en forma masiva dinero a millones de personas en forma simultánea y a su vez registrar las transacciones. Contribuir a la permanente concentración de la oferta y por ende de la riqueza, pues los fondos provenientes de la RBU serán destinados en su mayoría al consumo de bienes o servicios masivos, en general ofrecidos por grandes compañías, “especialistas en mercados imperfectos”. Cuestiones como estas podrían ocasionar aumento de precios en los productos a los que el RBU pretende dar acceso. Fomentar el acceso al consumo de bienes o servicios poco saludables, o a generar consumo en comercios o proveedores marginales, fuera del sistema impositivo y legal de la sociedad. Cuando el pago es fácilmente convertible en dinero por parte del beneficiario existe el riesgo a que el esfuerzo asistencial sea destinado a fines distintos a los que originaron el programa, por ejemplo consumo de drogas, alcohol, o porque no adquirir un arma para delinquir.
El Foro de Davos realizó un excelente diagnóstico de la situación caótica en la que se encuentra el sustrato mayoritario socio económico del mundo. Pérdida de participación en la generación de la riqueza del empleo y concentración económica. Disminución de consumo. Destrucción de la demanda laboral y el ineludible rol de los Estados para resolver la cuestión. A la hora de sugerir una alternativa paliativa, la RBU es una de las herramientas que sin duda será muy efectiva a corto plazo, pero, a mi entender, por las nuevas realidades tecnológicas y las modalidades de consumo, con el transcurso del tiempo perderían parte de su efectividad. Ahora bien, si combinamos herramientas como la RBU con plataformas de pago inteligentes, que orienten el consumo de esta porción del ingreso de los ciudadanos hacia el desarrollo de pequeñas y medianas empresas, economías regionales, sectores estratégicos de las naciones, que fomenten exportaciones y sustituyan importaciones, que sean comercializados a través de pequeños comercios de proximidad convertimos a la RBU en una poderosísima herramienta de desarrollo, que permitirá rápidamente aumentar la base de los beneficiarios aportantes al sistema de renta básica.
Existen en la actualidad herramientas tecnológicas que generan un ecosistema transaccional y comercial de muy bajo costo, extremadamente seguro y de rápido despliegue que permitiría darle el poder al RBU de distribuir oportunidades de desarrollo junto con la riqueza. De esta forma 1 + 1 es más que 2. Más allá de las intenciones que movilizaron al Foro de Davos 2020 que pudieron ser desde un extremo luminoso la toma de conciencia de los aspectos morales y éticos de la exclusión que genera la concentración económica, o desde otro lado más oscuro, la codicia de mantener o aumentar el poder de compra de los consumidores para mejorar los resultados corporativos de algunos de los miembros que lo integran , bienvenida sea la inclusión de la agenda de quienes deciden el concepto de RBU. El tiempo nos permitirá saber cuáles fueron los verdaderos motivos.
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