Los años 2020 y 2021 estuvieron marcados por una trágica pandemia del virus SARS-CoV, al que usualmente denominamos Covid, que costó la vida de millones de personas en el mundo entero. En Febrero de 2022, Vladimir Putin toma la decisión de invadir Ucrania, y desata un conflicto militar que aún continúa, con final incierto. Octubre de 2023 nos sorprende con un mortal ataque del grupo terrorista Hamás a Israel. El número de personas asesinadas y de las que murieron luego, durante la dura respuesta armada de Israel, aún se discute, pero se cuentan por miles, además de los 110 rehenes tomados por Hamás que todavía continúan ocultos en algún lugar de Gaza.
Estos tres eventos traumáticos han tenido efectos sobre la economía global de los cuales todavía el mundo no consigue recuperarse. Prolongadas cuarentenas, paralización de actividades en fábricas, empresas de transporte, bancos, centros comerciales, tiendas, etc, caracterizaron las medidas adoptadas por casi todos los gobiernos del mundo como medida para reducir contactos personales y evitar contagios. Los efectos económicos fueron devastadores para empresas y particulares. Las cadenas logísticas de distribución se fracturaron, comenzaron a faltar materias primas, productos terminados y se elevó considerablemente el costo de un elemento clave: la energía. Los gobiernos respondieron con planes de ayuda mayoritariamente financiados con multibillonarias emisiones de dinero que impulsaron los déficits de las cuentas públicas y el resultado de esta ecuación es conocido: pandemia + emisión + aumento del precio de la energía = explosión inflacionaria.
Cuando el mundo intentaba recuperarse del desastre sanitario, humanitario y económico causado por la pandemia, y los bancos centrales de las principales potencias del mundo luchaban por imponer políticas monetarias restrictivas (vía aumento de las tasas de interés principalmente) para evitar que la mayor disponibilidad de dinero en poder de los particulares originada en la emisión no impulsara el consumo y este la inflación, la energía vuelve a dar otro golpe. Esta vez impulsada por los deseos de Vladimir Putin de devolver a Rusia su esplendor imperial. Invade Ucrania, suspende los envíos de gas y petróleo a Europa ante las sanciones económicas que le impone la comunidad internacional, y la inflación toma nuevo vigor: las facturas de gas y electricidad durante el siguiente invierno europeo resultaron impagables para los usuarios, y los gobiernos tuvieron que recurrir nuevamente al auxilio de la maquinita de imprimir dinero. El efecto económico para algunos países fue devastador. Alemania, por ejemplo, que había resuelto suspender sus planes de desarrollo pacífico de energía nuclear y volver al consumo de combustibles fósiles, pagó un costo muy alto por esta desacertada decisión. No nos referimos solamente al cambio de su matriz energética sino a que alguien les había advertido el error, pero en vez de escucharlo, se rieron de él. Era nada más y nada menos que el Presidente de los Estados Unidos de América, Donald Trump, durante una sesión de la Asamblea General de las Naciones Unidas.
Llegamos así al 7 de Octubre de 2023, el día del mortal ataque de Hamás, con Medio Oriente convertido en un polvorín y la amenaza permanente de un enfrentamiento militar abierto entre Israel e Irán. Ya nos hemos referido a las consecuencias, pero ¿cuáles fueron las causas que facilitaron este verdadero genocidio? La mayoría de los analistas coinciden en que la endeble política exterior de Estados Unidos en la región desde que Joe Biden asumiera la presidencia del país, el menosprecio de los Acuerdos de Abraham firmados durante el gobierno de Donald Trump que, entre otras cuestiones, reanudaron las relaciones diplomáticas entre Israel y los Emiratos Árabes Unidos, y la complacencia de la nueva administración con Irán, generaron el marco ideal para el ataque de Hamás.
Toda crisis en Medio Oriente genera inmediatamente incertidumbre sobre la evolución del precio del petróleo. Pero en este caso particular, la aparición de un nuevo protagonista agregó un componente adicional las preocupaciones económicas: el ataque barcos de países aliados a Israel que navegan por el Mar Rojo, a cargo de un grupo armado político y religioso, los hutíes, que se identifica con la minoría musulmana de Yemen, y junto con Hamás y el Hezbollah libanés, se ha posicionado en contra de Israel, Estados Unidos y Occidente. El resultado económico de los ataques es catastrófico: nueva ruptura de las cadenas de abastecimiento, fletes marítimos más caros por cambio de rutas y aumento del costo de los seguros que deberán ser absorbidos por el precio de los bienes transportados.
Tres eventos de consecuencias globales, ocurridos sin solución de continuidad, que a nuestro entender tienen su origen en una errónea percepción de lo que llamamos ¨riesgo geopolítico¨. O sea, el costo de malas decisiones políticas originadas en una equivocada lectura del escenario mundial cuyo resultado son pérdidas humanas y económicas para particulares y empresas, y merma de poder para los estados involucrados. El ejemplo más claro en la actualidad es Estados Unidos: un gobierno que ha perdido preponderancia en su propia región, principalmente en América Latina, que debe hacer concesiones inaceptables a dictaduras como la de Nicolás Maduro en Venezuela a cambio de petróleo por no haber sabido articular una política en Medio Oriente que le permita conservar sus reservas estratégicas y asegurarse la provisión para consumo interno.
En cada uno de los eventos que hemos comentado, hay un error estratégico de Estados Unidos producto de una inadecuada valoración del riesgo geopolítico. 1. Desatender las advertencias sobre los experimentos biológicos de China, y los datos que los confirmaban. El resultado fue el Covid 19. 2. Sobrevalorar la posibilidad de un conflicto armado entre China y Taiwán, mientras Rusia utilizaba esta distracción para preparar su invasión a Ucrania. 3. Desactivar los Acuerdos de Abraham alcanzados por Donald Trump en Medio Oriente, confiar en las promesas de Irán de no continuar con su programa nuclear, mientras Israel quedaba a merced de sus enemigos en la región: Hamás, Hezbollah, Yemen, Siria, El Líbano e Irán.
El riesgo geopolítico se ha convertido en un elemento infaltable (y es bueno que así sea) en la formulación de proyectos y planes de negocios de todas las empresas, más allá de su presencia global, regional o local. La idea subyacente es que no existen hechos relevantes de cuyos efectos están exentas, más allá de en que lugar del mundo se produzcan, y la cercanía o distancia geográfica con el mismo.
Un ícono mundial de lo que se considera el éxito empresario, acaba de comprobar fehacientemente lo que decimos. McDonald’s ha informado de ventas mucho menores de lo esperado en su cuarto trimestre de 2023, ya que la cadena de comida rápida se convirtió en la última empresa en advertir que los boicots relacionados con la guerra en Gaza han perjudicado su negocio.
Dentro de la división que cubre los más de 80 mercados a nivel internacional donde McDonald’s ha licenciado sus derechos de franquicia, las ventas aumentaron sólo un 0,7% en el período, muy por debajo de las expectativas de los analistas de un aumento del 5%.
McDonald’s atribuyó esto principalmente a una caída en la demanda en sus restaurantes en el Medio Oriente, así como en los de países predominantemente musulmanes como Indonesia y Malasia.
«No esperamos ver una mejora significativa hasta que haya una solución en Oriente Medio», dijo el director ejecutivo Chris Kempczinski en una reunión con inversores. Esto es el riesgo geopolítico, y estas son las consecuencias de no prestarle la atención que merece.
Starbucks y The Walt Disney Company también han sido muy afectadas. Las sugerencias de alternativas caseras a Starbucks han proliferado en las redes sociales después de que se viera afectada por protestas globales y campañas de boicot de base desde el inicio de la ofensiva militar de Israel en Gaza. En el caso de Disney se propone la cancelación de suscripciones y el inmediato boycot a sus películas.
En varios pasajes del presente artículo hemos mencionado el nombre de Donald Trump, presidente 45° de los Estados Unidos, que según las opiniones mayoritarias de analistas, comunicadores y datos de las encuestas va camino nuevamente hacia la Casa Blanca. La visión estratégica de Trump es indiscutible, y tal vez, lo más envidiado por sus adversarios. Observador con gran y exitosa experiencia en el mundo de los negocios y de la política, no ignora ningún detalle por más trivial que pueda parecer.
Poco después de la crisis financiera mundial de 2007-2009, entre los políticos y empresarios estadounidenses que argumentaban que la moneda china, el yuan, estaba siendo deliberadamente subvaluada, se destacaba Donald Trump. Mientras todos recurrían a incomprensibles explicaciones monetarias y macroeconómicas, Trump lo hizo simple: ¨Para saberlo, es posible que necesiten pedir una hamburguesa. Comparar el precio de una Big Mac en diferentes países con sus tipos de cambio da una idea aproximada de si sus monedas están sobrevaluadas o infravaloradas¨
La última actualización del índice Big Mac de Estados Unidos sugiere que el yuan está infravalorado en un 39% frente al dólar. Trump sigue teniendo razón: siempre consideró a China como un país “manipulador de divisas”.
Un análisis geopolítico que parece gracioso pero cuyas conclusiones pueden ser muy peligrosas para la balanza comercial y el déficit fiscal de Estados Unidos.
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