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Rodrigo Paz Pereira, el nuevo presidente que hereda la Bolivia del agotamiento

Por Uriel Manzo Diaz

Rodrigo Paz Pereira, el nuevo presidente que hereda la Bolivia del agotamiento

Bolivia ante el fin de un ciclo: entre la fatiga del modelo y el espejismo del consenso

Por más que la historia insista en presentarse como una línea recta, lo cierto es que América Latina avanza a golpes de péndulo. Cada oscilación —a veces suave, otras convulsa— redefine los contornos de su política, reescribe sus lealtades ideológicas y revela los límites de sus promesas económicas. Bolivia acaba de experimentar una de esas oscilaciones que marcan precedente: la victoria de Rodrigo Paz Pereira en las elecciones presidenciales de octubre de 2025, marcando el fin de la hegemonía del Movimiento al Socialismo (MAS), y además inaugurando una etapa de incertidumbre que condensa tanto el agotamiento de un ciclo como la búsqueda de un nuevo relato nacional.

La clausura de un tiempo político

Desde 2006, la política boliviana estuvo atravesada por la gramática del MAS: una mezcla de nacionalismo económico, retórica plebeya y centralización estatal que redefinió la relación entre Estado, territorio y recursos. Evo Morales y luego Luis Arce gobernaron bajo la premisa de que el Estado era el gran redistribuidor del milagro gasífero. Pero el milagro se agotó. La caída de la renta hidrocarburífera desnudó la dependencia estructural de la economía boliviana, erosionando las bases fiscales y simbólicas sobre las que se había construido el “proceso de cambio”.

El colapso no fue súbito, sino progresivo. La recesión, la escasez de dólares, la inflación persistente y la pérdida de confianza institucional convirtieron al Estado en un administrador de escasez. En ese marco, la derrota del MAS no fue tanto el resultado de una campaña electoral eficiente de la oposición, sino la manifestación de una extenuación colectiva: la fatiga de un modelo que ya no prometía nada más que su propia supervivencia.

Rodrigo Paz y el retorno del pragmatismo

El ascenso de Rodrigo Paz Pereira, un centrista moderado, puede leerse como una reacción casi fisiológica del sistema político: cuando las ideologías se desfondan, el pragmatismo emerge como refugio. Su lema de “capitalismo para todos” suena, en principio, a un oxímoron calculado, una fórmula de equilibrio imposible en un país marcado por la desigualdad y la fragmentación territorial. Sin embargo, expresa algo más profundo: la tentativa de reconciliar el dinamismo del mercado con la necesidad de cohesión social, una vieja aspiración latinoamericana tantas veces prometida como frustrada.

La idea de Paz de “hacer que la plata alcance cuando no se roba” es retóricamente eficaz y moralmente seductora, pero carece —por ahora— de un anclaje estructural. Gobernar un país en crisis no requiere solo austeridad y ética pública, sino una arquitectura de poder capaz de sostener decisiones impopulares. Y en Bolivia, esa arquitectura hoy está resquebrajada: ningún partido tiene mayoría legislativa y la fragmentación interna de las fuerzas políticas amenaza con paralizar cualquier intento de reforma sustantiva.

La política de la orfandad

Bolivia ingresa así en una fase de orfandad ideológica. El MAS deja tras de sí un vacío que difícilmente será llenado por la tecnocracia centrista. Durante casi dos décadas, el relato de soberanía y dignidad nacional había otorgado sentido a las clases populares y a los movimientos indígenas. Hoy, la apelación al “consenso” y la “reconciliación” parece más un imperativo moral que una posibilidad política. La memoria de la polarización sigue viva: las fracturas entre el altiplano y el oriente, entre lo urbano y lo rural, entre el Estado central y las regiones, son heridas aún abiertas.

En ese contexto, Paz deberá gobernar un país que no sólo exige soluciones económicas, sino también una recomposición simbólica del pacto nacional. Y ahí reside el desafío más complejo: reconstruir legitimidad en una sociedad que ha perdido la fe tanto en el discurso revolucionario como en el lenguaje tecnocrático.

La deriva del progresismo

El fin del ciclo del MAS se inscribe en un fenómeno regional más amplio: la erosión de los proyectos progresistas que dominaron América Latina durante las dos primeras décadas del siglo XXI. De Brasil a Argentina, de Chile a México, el péndulo ideológico ha comenzado a moverse hacia posiciones más híbridas, donde el eje ya no pasa por izquierda o derecha, sino por la capacidad de gobernar en medio del colapso del contrato social.

Bolivia no es una excepción, sino un laboratorio de esa transición. La disolución del paradigma rentista y la fatiga del populismo económico dejan espacio para una nueva gramática política que todavía carece de nombre. Quizás estemos ante el surgimiento de un “realismo latinoamericano”, un intento de administrar la crisis sin épica, de buscar estabilidad en un continente acostumbrado al sobresalto.

Economía y la legitimidad

El nuevo gobierno boliviano deberá apagar varios incendios simultáneamente. La crisis cambiaria, la escasez de combustible y la caída de los ingresos fiscales son síntomas de una economía en estado de fatiga estructural. Sin margen para endeudarse ni capacidad para grandes reformas, Paz enfrentará la paradoja de todo gobierno que sucede a un régimen prolongado: tendrá que reconstruir confianza sin disponer de recursos.

El país que vendrá

Bolivia se encuentra en un punto que trasciende el resultado electoral. Lo que está en juego no es solo la administración de una crisis económica, sino la redefinición de su contrato político. Paz Pereira asume el poder en un país que debe aprender a gobernarse sin mito fundacional: sin el gobierno de Evo, sin la épica del cambio, sin la renta del gas.

¿Podrá un liderazgo centrista articular una narrativa nacional que no dependa de la confrontación? ¿O estamos ante una tregua temporal antes de un nuevo estallido político?

En última instancia, el desafío de Bolivia no es económico ni institucional, sino existencial: volver a creer que el futuro puede construirse sin héroes ni enemigos, sólo con ciudadanos.

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Uriel Manzo Diaz

Uriel Manzo Diaz

Hola! Mi nombre es Uriel Manzo Diaz,
actualmente, estoy en proceso de profundizar mis conocimientos en relaciones internacionales y ciencias políticas, y planeo comenzar mis estudios en estos campos en 2026. Soy un apasionado por la política, la educación, la cultura, los libros y los temas internacionales.



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