Jesús Daniel Romero y William Acosta para Poder & Dinero y FinGurú
La actual agitación política en Venezuela resalta las complejidades y desafíos de entablar negociaciones con regímenes adversarios. El régimen venezolano, bajo Nicolás Maduro, ha demostrado una notable capacidad para aprender de sus predecesores, particularmente de sus contrapartes cubanas. A lo largo de los años, el régimen ha adaptado numerosas estrategias y tácticas para prolongar su control sobre el poder, a menudo a expensas de las normas y expectativas diplomáticas internacionales. Los esfuerzos liderados por EE. UU. para negociar condiciones favorables que crearan un camino hacia una transición del régimen de Maduro a la oposición venezolana fracasaron bajo la agonizante e inexperta dirección de Biden. Jorge Rodríguez, de Venezuela, superó claramente todas las estrategias diplomáticas y cohesivas empleadas por el líder negociador de Biden, Juan González.
Una de las tácticas más significativas empleadas por el régimen venezolano es el arte de la negociación en sí. El término "negociar" ha evolucionado hacia una estrategia a largo plazo para el liderazgo venezolano, permitiéndoles retrasar o prolongar las demandas de EE. UU. Al participar en un diálogo, crean una ilusión de cooperación mientras simultáneamente compran tiempo para consolidar sus posiciones y socavar cualquier presión de la comunidad internacional. Este enfoque no solo les compra tiempo precioso, sino que también fomenta una narrativa de que están abiertos al diálogo y a la reforma, lo cual puede ser engañoso para los observadores tanto nacionales como internacionales.
Las negociaciones secretas previas durante la presidencia de Joe Biden entre Juan González, un asesor clave del presidente, y Jorge Rodríguez, el jefe de la Asamblea Nacional venezolana, han puesto de manifiesto hasta qué punto el régimen de Maduro puede manipular los esfuerzos diplomáticos. Estas discusiones revelaron que una nación a menudo etiquetada como un país del "tercer mundo" es bastante capaz de maniobrar contra una potencia del "primer mundo". El régimen venezolano ha aprovechado efectivamente sus recursos y redes de inteligencia, similares a las empleadas por Cuba, para obtener información y ventajas dentro del gobierno de EE. UU. Esta capacidad demuestra la agudeza estratégica del régimen y la importancia de entender sus motivaciones y métodos subyacentes.
Las implicaciones para la política exterior de EE. UU. son significativas. La administración Trump, en particular, debe reconocer que el tiempo está del lado del régimen de Maduro a menos que esté dispuesta a adoptar una postura más agresiva en las negociaciones. La administración debe estar dispuesta a emplear estrategias de negociación contundentes que prioricen los intereses de EE. UU. y sus aliados sobre las tácticas engañosas del gobierno venezolano.
Un paso crucial en este proceso es reevaluar las sanciones actuales impuestas contra el régimen venezolano. La Oficina de Control de Activos Extranjeros (OFAC) ha emitido diversas licencias y sanciones destinadas a paralizar al gobierno de Maduro. Sin embargo, hay un creciente sentimiento de que algunas de estas medidas podrían aliviarse sin lograr un progreso significativo hacia una transición gubernamental en Venezuela. La administración Trump debe adoptar una política clara: ninguna sanción contra el régimen venezolano debe levantarse a menos que conduzca directamente a una transición de poder a favor del líder opositor y presidente, Edmundo González Urrutia.
Para mejorar la efectividad de estas sanciones contra el régimen venezolano, la comunidad internacional debería considerar la implementación de sanciones más proactivas. Estas podrían incluir congelamientos de activos específicos, la imposición de sanciones que apunten a sectores clave de la economía venezolana, la prohibición de la exportación de ciertos bienes y servicios críticos para la economía venezolana, la implementación de un embargo total a las exportaciones de petróleo venezolano, la prevención de que instituciones financieras de EE. UU. y aliados realicen transacciones con empresas y entidades estatales venezolanas vinculadas al régimen, la imposición de penalizaciones a empresas y entidades extranjeras que continúen haciendo negocios con el régimen de Maduro, el señalamiento de individuos y empresas involucrados en corrupción vinculada al régimen de Maduro, el deterioro de las relaciones diplomáticas y la expulsión de diplomáticos de países que apoyen al régimen de Maduro, la imposición de sanciones específicamente dirigidas a individuos involucrados en violaciones de derechos humanos, el suministro de apoyo financiero y logístico a grupos de oposición legítimos dentro de Venezuela, la exigencia de transparencia en las transacciones con empresas estatales venezolanas, y la imposición de restricciones de viaje a funcionarios del régimen y sus asociados.
Este enfoque no solo asegura que EE. UU. mantenga influencia sobre el régimen de Maduro, sino que también envía un mensaje contundente a otros gobiernos autoritarios de que las consecuencias de un gobierno opresor no serán pasadas por alto. EE. UU. debe permanecer firme en su compromiso con los principios democráticos y los derechos humanos, reconociendo que las negociaciones con regímenes como el de Venezuela a menudo conllevan riesgos significativos.
Además, la comunidad internacional debe apoyar un frente unido contra el régimen de Maduro. Involucrarse con aliados y socios regionales puede crear una coalición robusta que amplifique la presión sobre el gobierno venezolano. Al coordinar sanciones y esfuerzos diplomáticos, EE. UU. y sus aliados pueden aumentar la probabilidad de una transición exitosa hacia la democracia en Venezuela.
Los peligros de negociar con el enemigo van más allá de meras tácticas; también abarcan las implicaciones más amplias para la política exterior de EE. UU. Participar en un diálogo ineficaz puede llevar a una falsa sensación de progreso, permitiendo que el régimen de Maduro se enraice aún más en el poder. Cuanto más se prolonguen las negociaciones sin resultados significativos, más legitimidad ganará el régimen, tanto a nivel nacional como internacional. Esta legitimidad puede obstaculizar los esfuerzos para movilizar apoyo para una transición democrática, ya que crea la impresión de que el régimen es un gobierno estable y reconocido, capaz de participar en la diplomacia internacional.
Además, el régimen venezolano ha demostrado una disposición a explotar cualquier concesión hecha durante las negociaciones. Por ejemplo, pueden usar la promesa de reforma o adherencia a normas democráticas como una carta de negociación para obtener alivio económico o reconocimiento político, solo para retroceder una vez que aseguran sus intereses. Este ciclo de engaño puede erosionar la confianza entre los socios internacionales y complicar futuros esfuerzos diplomáticos.
Adicionalmente, la crisis humanitaria en Venezuela agrega otra capa de complejidad a las negociaciones. Con millones de venezolanos enfrentando graves escaseces de alimentos, medicinas y servicios básicos, la comunidad internacional está bajo creciente presión para responder. Este imperativo humanitario puede llevar a llamados por un enfoque más conciliatorio hacia el régimen de Maduro, potencialmente socavando la postura firme que es necesaria para lograr un cambio real. Equilibrar la necesidad de asistencia humanitaria con un firme compromiso de responsabilizar al régimen presenta un desafío significativo para los responsables de políticas.
Además, el papel de actores externos, como Rusia y China, complica aún más el panorama de negociaciones. Ambas naciones han apoyado históricamente al régimen de Maduro, proporcionándole asistencia financiera y recursos militares. Su involucramiento no solo refuerza el poder del régimen, sino que también complica los esfuerzos de EE. UU. para aislar a Venezuela diplomáticamente y económicamente. Participar en negociaciones sin abordar la influencia de estos actores externos puede llevar a un enfoque fragmentado que no logre resultados significativos.
El régimen de Maduro ha empleado diversas tácticas engañosas a lo largo de los años para mantener el poder, manipular la percepción pública y socavar los esfuerzos de oposición. Algunas de estas tácticas incluyen falsas promesas de reforma, manipulación de elecciones, control de medios y propaganda, campañas de desinformación, división de la oposición, retórica humanitaria, uso del miedo y la intimidación, negociación como táctica de dilación, cooptación de programas sociales, alianzas internacionales, aplicación selectiva de la ley y control de la ayuda humanitaria.
Estas estrategias engañosas ilustran hasta dónde está dispuesto a llegar el régimen de Maduro para mantener el poder y el control sobre la población venezolana mientras socava cualquier amenaza potencial a su autoridad. Entender estas tácticas es crucial para formular respuestas efectivas tanto de actores nacionales como internacionales.
En conclusión, los peligros de negociar con el enemigo son numerosos y multifacéticos, particularmente al tratar con un régimen que ha dominado el arte del engaño. La capacidad del gobierno venezolano para manipular las negociaciones y prolongar su existencia plantea un desafío significativo para la política exterior de EE. UU. Es fundamental que la administración Trump, junto con la comunidad internacional, adopte una postura firme que priorice la rendición de cuentas y la transparencia. Al hacerlo, EE. UU. puede crear un ambiente propicio para un cambio significativo en Venezuela y garantizar que futuras negociaciones no sirvan meramente como una herramienta para que el régimen retrase lo inevitable. Como la historia ha demostrado, las apuestas son altas y las consecuencias de una diplomacia errónea pueden extenderse más allá de las fronteras de Venezuela, impactando la estabilidad regional y la seguridad global. El momento para una acción decisiva es ahora, ya que la oportunidad de una transición democrática en Venezuela está en juego.
Créditos: Información derivada de diversas fuentes de noticias, incluyendo The Washington Post, The New York Times, Reuters y BBC News.
Jesús Romero se retiró después de 37 años de servicio en el gobierno de EE. UU., abarcando roles militares, de inteligencia y diplomáticos. Comenzó su carrera en la Marina en 1984, ascendiendo desde miembro alistado a Oficial de Inteligencia Naval a través del Programa de Comisión para Enlistados de la Marina. Graduado de la Universidad Estatal de Norfolk con una licenciatura en Ciencias Políticas, Romero también completó el Adoctrinamiento Pre-Vuelo de Aviación Naval y sirvió en diversas capacidades, incluyendo a bordo de un crucero de misiles nucleares y en escuadrones de ataque. Sus despliegues incluyeron Libia, Bosnia,Irak y Somalía. La carrera de inteligencia de Romero incluyó asignaciones clave con la Agencia de Inteligencia de Defensa (DIA) en Panamá, el CentroConjunto de Inteligencia del Pacífico en Hawái y liderando esfuerzos estadounidenses para la localización de personal desaparecido en Asia. Se retiró del servicio activo en 2006, condecorado co nnumerosas medallas como la Medalla por Servicio Meritorio de Defensa y la Medalla de la Marina por Comendación. Tras su carrera militar, Romero trabajó como contratista de defensapara BAE Systems y Booz Allen Hamilton. Pasó 15 años en servicio civil como Especialista en Operaciones de Inteligencia en el Departamento del Ejército en el Grupo de Trabajo Conjunto Interagencial Sur en Florida. Sus roles diplomáticos en el extranjero incluyeron períodos en Perú, Ecuador y Guatemala. Romero ha sido ampliamente reconocido, incluyendo la Medalla de Servicio Civil Meritorio Conjunto de los Jefes de Estado Mayor, la Medalla de Servicio Civil Superior del Ejército y múltiples premios internacionales por su contribución a misiones contra el narcotráfico. Romero escribió su último libro para honrar a sus colegas e iluminarlas estrategias disruptivas contra una organización criminal internacional, que bajo su liderazgo, significativamente obstaculizó el comercio de cocaína hacia los Estados Unidos. Sus esfuerzos contribuyeron a desmantelar operaciones que apoyaban a los carteles mexicanos y redujeron el puente aéreo de cocaína en másde 120 toneladas anuales.
Es autor del libro best seller en Amazon, titulado ¨ El vuelo final: la reina del aire ¨
William Acosta es el fundador y director ejecutivo de Equalizer Private Investigations & Security Services Inc. Ha coordinado investigaciones relacionadas con el tráfico internacional de estupefacientes, lavado de activos y homicidios en los EE. UU. y otros países del mundo como Alemania, Italia, Portugal, España, Francia, Inglaterra y, literalmente, toda Latinoamerica.
William ha sido 10 años Investigador de la Policia de New York, 2 años en el Departamento del Tesoro y 6 años en el Ejercito americano con varios despliegues internacionales por temas de comunicaciones e inteligencia.
CARRERA Y EXPERIENCIA
William Acosta, veterano investigador internacional, coordinó investigaciones multijurisdiccionales sobre tráfico de estupefacientes, blanqueo de dinero y homicidios en Estados Unidos y otros países.
El entrenamiento en artes marciales de Acosta en taekwondo alcanzó el 6º dan, practicando tradicionalmente como estilo de vida y no sólo para luchar.
La transición de la policía a la investigación privada permitió a Acosta hacer sus propias reglas y elegir clientes tras más de 20 años en la profesión.
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