segunda cumbre de gobernadores de las provincias patagónicas, en la que avanzarán en el desarrollo de estrategias regionales frente al escenario nacional.
La reciente pulseada en torno al reparto de los Aportes del Tesoro Nacional (ATN) abrió una discusión de fondo sobre el federalismo argentino. Lo que parecía un debate técnico terminó convirtiéndose en un símbolo político: los gobernadores lograron instalar en el Congreso que esos fondos no pueden ser discrecionales, sino que deben distribuirse de forma automática y proporcional según la coparticipación. Durante décadas, los ATN funcionaron como una palanca de poder presidencial. Raúl Alfonsín ya había advertido sobre los peligros de un federalismo de papel, donde las provincias dependían de favores discrecionales en lugar de reglas claras. Esa discusión sigue viva, y hoy vuelve al centro de la escena. El veto de Javier Milei a la ley que ponía fin a ese esquema chocó con una mayoría transversal en ambas cámaras, revelando la fragilidad parlamentaria del oficialismo y el protagonismo renovado de los mandatarios provinciales.
Hoy los gobernadores se han convertido en árbitros centrales. Según Perfil (13/09), se dividen en tres grandes bloques: los dialoguistas (Cornejo, Frigerio y Zdero), que mantienen un canal abierto con la Casa Rosada; los de Provincias Unidas y patagónicos (Llaryora, Pullaro, Valdés, Torres), que rechazan darle una “foto política” al Presidente y reclaman agenda concreta; y los gobernadores kirchneristas (Kicillof, Quintela, Ziliotto, Gildo Insfrán), directamente enfrentados a la gestión libertaria. Esta fragmentación muestra que ya no existe un bloque uniforme capaz de alinearse sin condiciones con el Ejecutivo. No es casual que varios gobernadores radicales, como Pullaro, Valdés o Zdero, estén en el corazón de esta discusión. El radicalismo, con sus matices internos, conserva un ADN federalista que busca equilibrar poder y tender puentes, incluso en tiempos de polarización extrema.
En paralelo, Milei intentó recuperar terreno con transferencias selectivas. Página/12 (16/09) reveló que el Gobierno giró 12.500 millones de pesos en ATN a Santa Fe, Misiones, Entre Ríos y Chaco justo antes de debatirse vetos sensibles en el Congreso, como los de emergencia pediátrica y financiamiento universitario. La maniobra buscaba blindar apoyos legislativos, pero dejó a gobernadores como Pullaro y Frigerio bajo la lupa: la conducta de sus diputados pasó a ser determinante.
El conflicto no se agota en los ATN. Persisten reclamos estructurales por cajas previsionales no transferidas a la Nación. Según Chequeado (08/08), Buenos Aires exige 1,6 billones, Santa Fe casi 2 y Córdoba logró un acuerdo parcial tras acudir a la Corte Suprema. Estas deudas tensan la relación fiscal entre Nación y provincias, evidenciando que la discusión sobre federalismo excede la coyuntura de un veto.
La Patagonia aparece como bloque cada vez más cohesionado. Weretilneck, gobernador de Río Negro, se sumó a los encuentros de mandatarios patagónicos y firmó documentos conjuntos junto a Chubut, Santa Cruz, Neuquén, Tierra del Fuego y La Pampa. Reclaman mayor respeto por los recursos naturales y rechazan el uso discrecional de los fondos nacionales. Su incorporación refuerza que el federalismo también se construye desde las regiones, con proyectos comunes que trascienden fronteras provinciales.
El Senado se convirtió en el escenario más visible de esta pulseada. Página/12, Perfil y La Nación reseñaron que la oposición —respaldada por los 23 gobernadores y el jefe de Gobierno porteño— avanzó en rechazar el veto presidencial a la ley de ATN. El oficialismo enfrentaba un panorama adverso, marcado por derrotas previas en Diputados con votaciones abrumadoras a favor del financiamiento universitario y la emergencia pediátrica. Para muchos senadores, la clave estaba en un mensaje sencillo: federalismo versus discrecionalidad.
Lo que está en juego es más que una ley puntual. Es la definición de cómo funciona la democracia argentina en un país presidencialista. Si los recursos dependen solo de la voluntad del Presidente, las provincias quedan subordinadas a una lógica centralista que erosiona la autonomía. Si se establece un reparto objetivo y transparente, los gobernadores fortalecen su rol y el federalismo gana densidad institucional.
La coyuntura refleja algo más profundo: el poder ya no se mide solo en decretos ni discursos en cadena nacional, sino en la capacidad de articular consensos, respetar la Constitución y entender que ninguna provincia puede quedar rehén de la discrecionalidad. Por eso, más allá de las diferencias ideológicas, la defensa de un federalismo real debería ser un punto de encuentro.
La Argentina necesita reglas claras. Gobernar no es acumular discrecionalidad, sino construir acuerdos duraderos. La tradición radical de apostar al diálogo, al respeto por la Constitución y a un federalismo auténtico sigue siendo un faro. Como recordaba Alfonsín, “la democracia se construye todos los días”. Gobernadores radicales, patagónicos y otros espacios tienen hoy la oportunidad de hacer valer esa visión de un país más equilibrado y republicano.
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