Julián Schvindlerman desde Comunidades Plus de Israel, para FinGurú
Que en los festivales de cine se cuelen las tensiones políticas del momento no es algo inusual y dos festivales recientes así lo comprueban: ¿acaso Gaza e Israel no tienen convocatoria global? Al contraponer dos estrenos actuales advertimos, por un lado, la cálida acogida en Venecia del film tunecino The Voice of Hind Rajab, acerca de una niña palestina muerta en la guerra en Gaza, y por otro, la censura ejercida en Toronto contra el documental canadiense The Road Between Us: The Ultimate Rescue, centrado en un rescate el 7 de octubre en Israel. El contraste no es anecdótico. Refleja la creciente hostilidad contra Israel que se extiende, ya sin pudor, al ámbito de las artes visuales.
El Festival Internacional de Cine de Toronto (TIFF) decidió excluir el único documental “proisraelí” en competencia alegando problemas de derechos de las imágenes utilizadas, pues pertenecerían a Hamas, cuyos miembros filmaron la masacre del 7 de octubre de 2023. Aunque las autoridades del Festival se echaron atrás luego de quedar en verdadero ridículo moral (si hubieran pedido autorización a Goebbels para mostrar imágenes de Auschwitz, se les cuestionó), el incidente dejó en evidencia el clima de época. Se trató de un veto cultural y una condena ideológica escondidos detrás de un alucinante tecnicismo jurídico.
Tiempo después, en Venecia se celebraba con entusiasmo la proyección de The Voice of Hind Rajab. La película fue ovacionada durante 23 minutos y logró el segundo premio del jurado. Nadie discutió derechos de autor, nadie levantó reparos. Seamos claros: es legítimo que el cine “propalestino” sea reconocido. Lo inquietante no es su éxito, sino el contraste: la empatía ilimitada hacia la narrativa palestina versus la exclusión de la experiencia israelí, incluso cuando se refiere a víctimas de una masacre perpetrada por jihadistas.
Al cotejar Toronto con Venecia vemos que el doble rasero es evidente: las víctimas en Gaza reciben reflectores en tanto que las víctimas del 7 de octubre permanecen en la oscuridad. Las imágenes y testimonios del sufrimiento palestino circulan libremente. Pero cuando un director intenta mostrar el dolor de Israel, le es negado su derecho a contar el trauma de octubre y se lo expulsa de la sala. Lo que en otros contextos sería celebrado como cine de memoria o denuncia, en el caso israelí se convierte en tabú. La motivación es visceral. Desde hace años, una parte significativa del progresismo ha adoptado sin matices el discurso que identifica a Israel con colonialismo, apartheid y genocidio. Estas difamaciones se han convertido en dogmas en ciertos círculos. La industria del cine, siempre sensible a las corrientes de opinión progresistas, está abrazando esta narrativa, potenciando lo que adora y suprimiendo lo que le molesta. La tragedia palestina atrae, el padecimiento israelí fastidia.
Esto transforma al cine en una extensión de la guerra política. Días atrás mil ochocientos actores, directores y productores de cine anunciaron un boicot completo a la filmografía israelí. Cuando los festivales internacionales discriminan por ideología o corrección política, dejan de ser foros abiertos para la expresión plural y se transforman en campos de disputa. El espacio donde debería primar la pluralidad queda reducido a una caja de resonancia de la versión palestina. Curiosamente, se pone en la mira a un cine que es diverso, cuestionador e incluso ferozmente crítico con su propio país, como lo es el cine israelí. Lejos de ser monolítico, es una filmografía que explora dilemas éticos y acontecimientos sociopolíticos con crudeza. Eliminar esa voz del circuito internacional empobrece al arte y parcializa la historia.
La paradoja es que, en nombre de la justicia, se perpetúa una injusticia. El dolor de las víctimas israelíes -asesinadas, mutiladas, violadas, quemadas o secuestradas el 7 de octubre- queda invisibilizado. Se les niega no solo la solidaridad humana, sino también el derecho a ser expresadas en el arte. En cambio, la representación del sufrimiento palestino es premiado y ovacionado. Queda así absurdamente desdibujada una competencia artística en una por el victimismo. El resultado entonces es previsible: un festival abraza una narrativa mientras otro festival cancela la opuesta.
El cine nunca fue ajeno a la polarización política, pero la asimetría actual es muy marcada. No importa ya la reputación de un festival ni la carrera de un director ni el éxito de una película; sino la credibilidad del ámbito cultural. Celebrar a una parte mientras se silencia a la otra es perder todo equilibro, es trocar el mérito artístico por el gusto político, es un acto de propaganda estilizada. Y los festivales que ceden a esa lógica se convierten en cómplices de un sesgo que mezcla el aplauso con la vileza.
El acto original de censura previa camuflado de sensibilidad política en Toronto fracasó, The Road Between Us: The Ultimate Rescue fue exhibido y aplaudido de pie durante cinco minutos, aunque por un auditorio mayormente judío. Su proyección ilustra que la empatía hacia las víctimas palestinas no tiene porque implicar negar la humanidad de las víctimas israelíes. No obstante, hoy la voz “proisraelí” -o “israelí” a secas, quizás- en el cine está siendo acallada, y eso es así porque enoja a una elite cultural que ya decidió quién merece toda la compasión, y quién ninguna.
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Pd. Luego de que esta columna fuese entregada, el TIFF otorgó The People´s Choice Award al film The Road Between Us: The Ultimate Rescue.
Julian Schvindlerman es escritor y analista político internacional especializado en asuntos de Oriente Medio.
Es profesor del programa de Relaciones Internacionales de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Palermo (Buenos Aires) y profesor invitado de la Universidad Hebraica (México).
Es autor de Escape to Utopia: Mao's Red Book and Gaddafi's Green Book (pág. 271); The Hidden Letter: A History of an Arab-Jewish family (pág. 300); Rome and Jerusalem: Vatican policy toward the Jewish state (pág. 527); Land for Peace, Land for War (pág. 487); y Triangle of infamy: Richard Wagner, the Nazis and Israel (pág. 128).
Tiene un blog en The Times of Israel y es columnista de Radio Universidad de Córdoba, colaborador habitual de Perfil e Infobae (Argentina) y Libertad Digital (España). Sus artículos han aparecido en The Washington Times (Estados Unidos), Clarín (Argentina), El País (Uruguay), La Prensa (Panamá), Page Siete (Bolivia) y La Razón (España), entre otros. Ha sido entrevistado por France24 en español, CNN en español, RT en español (Rusia), TV7 Helsinki (Finlandia), I24 News en español (Israel), Televisión Pública Argentina y NTN24 (Colombia), entre otros.
Ha impartido conferencias en universidades e instituciones de Argentina, Aruba, Bolivia, Brasil, Chile, Colombia, Costa Rica, Cuba, Curazao, Ecuador, El Salvador, España, Guatemala, México, Panamá, Perú, Uruguay y Venezuela.
Fue columnista del Miami Herald, Director Ejecutivo Asociado de United Nations Watch (Suiza), asesor de la DAIA (representación política de la comunidad judía en Argentina) y profesor del Seminario Rabínico Latinoamericano (Argentina), así como instructor del Instituto para Jóvenes Líderes del Exterior (Israel). También fue comentarista en diversos programas de radio en Argentina. También es editor de la revista ¨Coloquio¨ del Congreso Judío Latinoamericano.
Es Licenciado en Administración de Empresas por la Facultad de Economía de la Universidad de Buenos Aires y Máster en Ciencias Sociales por la Escuela Internacional Rothberg de la Universidad Hebrea de Jerusalén.
Es miembro de la Asociación de Profesores Republicanos.
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