26/5/2024 - politica-y-sociedad

Un modelo cultural sin regla fiscal: la relación entre déficit fiscal y educación financiera

Por Alejo Lasala

Un modelo cultural sin regla fiscal: la relación entre déficit fiscal y educación financiera

Los políticos no emergen de una burbuja. En la Argentina del S. XXI, buena parte de ellos proviene de la clase media y devienen en alta una vez alcanzado el cargo público: sin ir más lejos, Néstor Kirchner, de padre cartero y escasos bienes en el sur del país, no percibió ingresos importantes hasta alcanzar la gobernación de la provincia santacruceña. Cristina Fernández, en idéntica situación: nacida en una casa precaria que no tenía cloacas en la calle 4 y 32 en Tolosa, fue incluso desalojada en su niñez. Y el actual presidente, Javier Milei, no destaca por un estilo de vida ni una declaración jurada suntuosa, como economista empresarial y panelista de televisión, sumado a un historial de relación de dependencia. Incluso, en su libro, describe diversas situaciones en las cuales percibía bajos o nulos ingresos, ya con el título de economista.

Los políticos provienen de nuestra sociedad, en la actualidad y a lo largo de toda nuestra historia. Y como sociedad, allá por 1880-1900, las ideas liberales primaban por sobre las colectivas, que influyeron en el libre mercado, la educación laica, la promoción de la inmigración y la economía liberal.

Desde la década del 30’ en adelante, las ideas liberales se fueron diluyendo en favor de un estatismo preocupado por infiltrarse e ir creciendo en detrimento de las libertades individuales. En lo económico, y tal vez fomentado por los políticos, se empezó a conformar un corporativismo populista cuyas características se pueden resumir en el "populismo macroeconómico" de Edwards y Dornbusch: un expansionismo fiscal por aumento del gasto, minimizando el problema de la inflación y desentendido de la necesidad de tomar deuda externa. Las consecuencias son el vaciamiento de las arcas del Banco Central y el financiamiento deficitario: resultado de un modelo cultural sin regla fiscal.

Este modelo cultural se fundamenta en un Estado central y redistribuidor de riquezas, que, mediante altas tasas de impuestos y regulaciones, obstaculiza el crecimiento del sector privado y genera una dependencia del ciudadano hacia el gobierno. Con el tiempo, no solo delegamos al Estado nuestra educación y salud, sino también le demandamos el acceso a servicios y transporte a costos inexplicablemente bajos. Como resultado de la inflación, el mercado no funciona adecuadamente, obligándonos a depender de subsidios estatales para vacaciones, cuotas accesibles financiadas por el gobierno, el acceso a la vivienda y otras necesidades, las cuales se convierten en responsabilidad del presidente en turno.

A nivel social, nos alejamos de entender que no se puede gastar más de lo que ingresa. Según una encuesta del CAF y el BCRA en 2018, Argentina es uno de los países peores rankeados en educación financiera a nivel mundial. En esa misma encuesta, un 70% reconoció haber tenido problemas para cubrir sus gastos, utilizando el endeudamiento como medio de pago, y sólo un 29% afirmó haber ahorrado, lo que muestra uno de los porcentajes más bajos del mundo. Los países que lideran la encuesta son Francia, Finlandia, Canadá y Noruega.

Según la Encuesta sobre Capacidades Financieras, del Banco de Desarrollo de América Latina, una medición bajo el indicador “Índice de Actitudes y Conductas”, que muestra la inclinación de los individuos hacia actitudes favorables para su bienestar financiero, como sus preferencias hacia el gasto o el ahorro, si se plantean metas financieras a largo plazo, si tienen en cuenta su capacidad de pago cuando realizan compras, entre otros aspectos, da como resultado el puntaje más bajo de la región para la Argentina, entre los países analizados (Chile, Colombia, Ecuador, Perú y Bolivia): 6,2 puntos, siendo 1 el nivel más bajo, y 10 el más alto.

Los argentinos no tenemos educación financiera, y lo muestra la evidencia empírica. No sabemos aplicar, por desconocimiento y a veces por voluntad, la regla fiscal ni pretendemos avanzar en actitudes ahorristas, y por ende tampoco prevenimos el endeudamiento. Esto puede llevarnos a considerar que los recursos son infinitos y que la capacidad de pago no es una cuestión primordial a la hora de tomar decisiones.

Esto, llevado a la política, se tradujo en 112 años de déficit fiscal sobre 122 analizados. Durante 112 años, el Estado gastó más de lo que recaudó, y se financió por mecanismos que destruyeron y socavaron desde adentro a las instituciones, a las edificaciones públicas, a la educación, a la salud, y a la credibilidad en la política por sí misma: la emisión inflacionaria, para tener pesos no respaldados; la destrucción de las reservas, también inflacionaria; y la toma de deuda pública: los argentinos hemos abonado parte de nuestras tarifas de colectivo, de luz, de gas, nuestra salud, nuestra educación y muchos otros gastos, con fondos de otros países o instituciones prestamistas.

No por casualidad hoy estamos en el top 25 (sobre 211 países analizados) de países más endeudados en el mundo. No por casualidad hoy tenemos la inflación más elevada del mundo. No por casualidad buena parte la sociedad, en este marco, reclama subsidios y tarifas bajas a expensas del Estado, shows gratuitos, planes turísticos financiados por el Estado, etc. Desconocemos la causa de nuestra crisis: la educación financiera.

Se puede descreer de la presencia estatal intrínsecamente (llamados libertarios), quienes aborrecen la actividad estatal en cualquier contexto al ser propiamente distorsiva, pero en Argentina, el problema quizás no pasa por la presencia propia del Estado, sino por su condición de nociva, destructiva, carente de sentido común y de regla fiscal, y de su utilización político-partidaria populista, como una máquina de otorgar a costa de la deuda y del empobrecimiento vía inflación: que es el impuesto que más afecta directamente a las clases bajas.

Milton Friedman habla de cuatro formas de gastar el dinero: 1) mi propio dinero en mí mismo: maximizo el beneficio y minimizo el costo; 2) mi propio dinero en los demás, donde se tiende a reducir el costo y no maximizo el beneficio; 3) el dinero ajeno en mí mismo: maximizo el beneficio y el costo no importa; y 4) el dinero ajeno en otros: no me interesa el costo ni el beneficio: éste último es el rol del Estado.

Ahora bien, en la Argentina no sabemos gastar, ni siquiera, nuestro propio dinero en nosotros mismos. No puede asombrarnos nuestra ineficiencia al gastar dinero ajeno en otros. No puede asombrarnos de la ineficiencia histórica del rol del Estado.

El futuro depende de tomar conciencia de dicha situación, y tomar medidas de autocontrol mientras se va formando a la gente, en instituciones públicas y privadas, en la educación financiera. Las medidas de autocontrol deben tratar la emisión monetaria, el déficit fiscal y la deuda externa. Por otro lado, achicar el Estado es fundamental para el equilibrio, y por ende, para no necesitar más de la deuda como un mecanismo de financiamiento.

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Alejo Lasala

Alejo Lasala

Soy estudiante de Ciencias Políticas en la UCA y analista de calidad en el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires.

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