Sin ánimo de asumir alguna preferencia política, en el marco de las elecciones presidenciales que se llevan a cabo en la Argentina este año, los invito a reflexionar sobre cómo votan los argentinos.
Hace algunos años vi por primera vez la película Lucy, estrenada en el año 2014 y protagonizada por Scarlett Johansson y Morgan Freeman, entre otros actores.
Más allá del guión de la película Lucy, accidentalmente, ingiere algún tipo de droga sintética que la lleva a aumentar su capacidad mental llegando a usar el 100% de las potencialidades cerebrales que tiene el hombre.
De esta manera inicia un camino en el que el razonamiento se impone a la emoción, volviéndose un ser frío, observador, silencioso y efectivo, poniendo en extrema evidencia las cualidades esenciales de todo ser vivo como ser, nacer, crecer, reproducirse, sobrevivir y morir.
Las emociones pueden ser verdaderos espejismos que nos llevan a confundir al desierto con un oasis, que nos alejan de la realidad y que tiñen nuestras observaciones de acuerdo con nuestros estados de ánimo o prejuicios.
Es por eso, que identificar las emociones resulta muy significativo para comprender qué nos pasa y entender cómo nos comportamos.
En resumidas cuentas podemos identificar seis tipos de emociones, cada una con su propia finalidad adaptativa:
- Miedo: anticipación de una amenaza o peligro que produce ansiedad, incertidumbre, inseguridad, que fundamentalmente sirve para protegerse y ser precavidos.
- Sorpresa: sobresalto, asombro, desconcierto que busca reorientarse frente a una situación inesperada.
- Asco:repulsión que busca alejarnos de lo que nos la produce, aunque sea sacando la mirada.
- Enojo: bronca, resentimiento, furia, irritabilidad, que nos incita a la pelea y a la destrucción.
- Alegría: sensación de bienestar, de seguridad que se registra como un buen recuerdo y se busca repetir.
- Tristeza: pena, soledad, pesimismo que dejará huellas en nuestra psique para evitar que volvamos a pasar por esas situaciones.
Obviamente que existen emociones más simpáticas que otras, sin embargo todas coexisten en nuestra psicología y son necesarias.
Algo que distingue a las personas más inteligentes es la regulación de las emociones.
Podemos elegir entre estar tristes o enojados toda la vida o sólo un rato, lo mismo ocurre con la alegría, el optimismo permanente es un indicador de negación.
Se reconoce como inteligencia emocional a la capacidad de gestionar las emociones.
Tener conciencia del concepto de “impermanencia” constituye una de las principales herramientas para poder lidiar con euforias y depresiones, el “esto también va a pasar”, nos ayuda a sobrellevar los momentos desagradables y a disfrutar los buenos.
Al igual en los individuos, las sociedades poseen colectivos emocionales que empañan sus visión y definen sus decisiones, en ocasiones, en circunstancias opuestas a lo que la razón o la conveniencia pudiera indicar.
Los resultados de las elecciones Paso y de la primera vuelta son indicadores del torbellino emocional por el que está pasando nuestro electorado.
Cada uno de los tres candidatos mayoritarios proyectó en los votantes un patrón emocional distintivo para conquistar su voto. Veamos:
Juntos por el Cambio, encarnó la ira hacia todo lo que no fuera afín con su propuesta. Su slogan de “Si no es todo, es nada” fue muy pretencioso y finalmente fue nada. Por otro lado, el enojo eterno frente al mismo enemigo de siempre evidenció el fracaso en la gestión anterior. Enojo, tristeza y asco fueron las emociones a las que sus dirigentes apelaron.
La Libertad Avanza, se fundó sobre enojos viscerales, motosierras, dinamita y destrucción, sin embargo, el discurso vino acompañado de esperanza. Romper todo para estar mejor, proyectando alegría futura. Enojo y asco nuevamente, solo que en este caso se combinó con alegría.
Unión por la Patria, quizás por la responsabilidad que implica ser el partido que gobierna, rescató lo bueno que tenemos, como país, como sociedad, buscando unir en lugar de destruir y mandando el mensaje que “vamos a estar mejor”. Sin embargo, aprovechó la oportunidad para introducir a una de las emociones más poderosas y sostenibles en el tiempo, el miedo. Miedo a perder lo que se tiene, más allá de que sea mucho o poco. Miedo a que después del enojo y la destrucción quede menos, aprovechando, de paso, a valorar lo que se tiene. Alegría y miedo, fueron las emociones a las que apeló el oficialismo.
Veámoslo en un ejemplo.
Vivimos en una casa antigua, con humedades en las paredes, a veces se corta la luz, en invierno está fresco y en verano es caluroso, sin embargo, tenemos techos, paredes, una cama, un baño y una cocina, si bien vemos que las cosas se van deteriorando con el tiempo, todavía cumplen con su función de habitabilidad.
En este ejemplo la analogía con las propuestas electorales serían las siguientes:
- Echar a un familiar que vive en la casa porque lo considero el único responsable del deterioro.
- Demoler la casa para construir una nueva, con el riesgo de quedarme sin techo porque quien va a demoler carece de antecedentes de albañil.
- Atar con alambre lo que queda y apostar a que por alguna circunstancia que hoy no conozco pueda reciclar la propiedad para vivir más confortable.
Estas son las alternativas que se jugaron en las primarias, estas son las emociones que están en juego.
El candidato que mejor interprete cómo llegar a la emoción colectiva será el próximo presidente.
El que ofrezca un discurso que deje claro que estamos en un piso a partir del cuál solo podemos mejorar.
Difícilmente la oferta de un futuro de corto plazo peor para conseguir otro de mediano o largo plazo mejor pueda ser ganadora. La mayoría de los argentinos están sin resto.
Lejos quedamos del voto racional, de ese que hubiera elegido la Lucy de la película, pues todas las propuestas carecen de racionalidad dejando solo al compás de las emociones el futuro de nuestro país.
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