El bitcoin nació como un intercambio P2P (Peer-to-Peer), o entre usuarios, es decir sin intermediarios. Es la primera moneda digital descentralizada del mundo y muchas otras siguieron el camino, incluso mejorándolo. Las criptos pueden ser enviadas y recibidas a través de Internet. Son monedas, como el euro o el dólar, y tienen como objetivo el intercambio de bienes y servicios, lo cual puso nervioso en los últimos años a los reguladores, que tienen a su cargo las finanzas de un país, pero con la particularidad que no tienen injerencia directa en una transacción estrictamente P2P.
Hasta ahora, los intermediarios financieros como los bancos, las tarjetas de crédito o PayPal, entre otros, fueron imprescindibles, sobre todo a la hora de manejar y transferir dinero. Su rol es certificar que somos quienes somos. Pero todo eso está cambiando: blockchain transforma el internet del valor (que incluye títulos, certificaciones, registros) y lo pasa a formato digital y descentralizado, sin necesidad de intermediarios. Está basada en la cofianza y su lógica es que si todos poseen u operan con la misma información, entonces esa información es confiable.
El hecho de ser global y descentralizada en miles de nodos de una red donde se puede escribir sin que haya un nodo central que les organice, hace de la tecnología una comunidad, un ecosistema al estilo del sistema de Apple o de Google con múltiples aplicaciones entrelazadas entre sí. Todos ecosistemas disruptivos sobre los cuales los usuarios basan sus preferencias y resuelven sus problemas.
Los usuarios quieren que los gobiernos no estén incluidos ya que no forma parte de este juego, que nació para que no haya intermediarios y hacer las transacciones más rápidas y baratas. Una tecnología que permite la transferencia de datos digitales con una codificación muy compleja pero de una manera completamente segura.
Es un nuevo sistema que está cambiando la forma de entender los negocios, la economía y la sociedad, algo que a lo reguladores no les gusta porque sienten que pierden el poder y el control sobre los individuos, la economía y el dinero, ya que son competencia directa del dinero “tradicional”.
A través del bitcoin se pueden hacer acuerdos y transacciones de forma segura sin revelar información confidencial entre las dos partes y sin la necesidad de intermediarios: el mundo perfecto, pero toda una tentación para el dinero negro que es muy combatido por los reguladores, que obligan a los bancos y a los exchanges a ser solidarios y responsables de las inversiones.
Por eso el mundo avanzó mucho en materia de regulación: los exchanges en donde se realizan las aperturas de cuenta tienen que ahora identificar a sus usuarios como si fuese una cuenta de inversión tradicional, vinculándola con una cuenta bancaria si lo quiere el usuario. Además, muchas empresas mineras formales están obligadas a pagar impuestos.
Hay más de 100 países que están desarrollando criptomonedas reguladas (como China, aún en etapa de prueba) o que lo harán en un futuro cercano. Los mismos bancos centrales no quieren quedarse atrás y prevén lanzar sus “CBDC” (Central Bank Digital Coins), es decir sus propias criptomonedas. Otros países directamente anunciaron la legalización y la adopción del bitcoin como moneda oficial, como es el caso pionero de El Salvador.
En Argentina, la inflación y la constante debilidad del peso aceleran el uso de las criptomonedas, una rápida adopción que llama la atención de nuestros reguladores y entes gubernamentales y de control, queriendo incorporar nuevos marcos legales y tributarios. Los fiscos son voraces por naturaleza y la intención es aumentar impuestos en lugar de bajar gastos (no importa cuando lean esto), tratando aquí también de sacar provecho mediante impuestos a las criptomonedas.
En síntesis, los reguladores miran esta tecnología de cerca queriendo abrazar este nuevo paradigma y/o destruirlo porque es competencia directa dependiendo del caso.
Podrán ponerle un cepo a su crecimiento, inventar nuevos impuestos para recaudar y tener bajo control a los mineros y a las empresas que son exchanges o prestan servicios de wallets, o billeteras virtuales en donde alojar las criptomendas.
Pero aunque puedan ir cerrrando el cerco, lo que no podrán hacer nunca es impedir una transacción entre dos usuarios entre sí a través de las nuevas tecnologías, que es el mayor porcentaje hoy.
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