La ciencia ficción y la ciencia real están mucho más entrelazadas de lo que creemos. No se trata solo de la famosa imagen del “científico loco” que nos vendió Hollywood, sino que la encontramos en todos los rincones de nuestra vida, incluso en la cocina cuando buscamos la receta perfecta para unos simples fideos con manteca.
Muchas tramas de ficción se construyen a partir de conceptos científicos: metabolismos sobrehumanos, individuos que que adquieren habilidades extraordinarias tras un accidente, microorganismos capaces de terminar con civilizaciones enteras o la inspiración tomada de un simple animal para crear mundos fascinantes, la ficción se nutre de la ciencia, haciendo ver que todo lo irreal puede transformarse en real.
Los creadores de The last of us, no se quedaron atrás a la hora de combinar ciencia con entretenimiento. El famoso videojuego luego convertido en serie cuya trama gira en torno a un hongo real: Ophiocordyceps unilateralis. Si, bastante difícil de pronunciar!
En el relato, una cepa mutada por el calentamiento global causa una infección que acaba con miles de seres humanos y haciendo que se comporten de manera errática y sin control. En Hollywood los llaman “zombies”.
Y así, muchos interrogantes, dudas e incertidumbre sale a la luz, para preguntarnos donde termina la ficción e inicia la ciencia, una delgada línea que a veces se borra
Luego del 2020, la sociedad está en estado de alerta ante cualquier amenaza. El estreno de la segunda temporada de “The last of us” despertó nuevamente miedos sobre civilizaciones pandémicas y escenarios apocalípticos. A medida que avanzaban los episodios, esa inquietud se tornaba cada vez más insistente: ¿Podría algo así suceder realmente en humanos?
La necesidad de responder a la gran pregunta llevó a formular una hipótesis clara: “esto podría suceder en nuestra especie”. Con ese punto de partida, se avanzó en la investigación, se analizaron fuentes y se recopilaron datos que permitieron llegar a conclusiones que valen la pena compartir.
Este tipo de historias enseñan que la intriga es fundamental: sostener la atención, despertar la curiosidad y dejar al lector con ganas de seguir, como si estuviera maratoneando la serie.
O. unilateralis o también llamado “hongo zombie” para los amigos, es un hongo entomopatógeno, es decir, es capaz de infectar y matar insectos actuando como control biológico natural de plagas. En este caso ataca y “zombifica” específicamente a las hormigas carpinteras (Camponotus leonardi), que habitan en los árboles de las selvas tropicales.
El proceso de infección y desarrollo cuenta de 3 fases clave: Adhesión, penetración y replicación en el interior del huésped.
El hongo produce una especie de estructura de anclaje o base, que le permite esparcir sus esporas (células reproductivas, que permiten al hongo multiplicarse y dispersarse en un ambiente adecuado, como si fueran “semillas”). Una vez liberadas, las esporas se propagan con ayuda del viento, lluvia o animales hasta alcanzar a su huésped. Allí se adhieren a la cutícula (capa externa que actúa como exoesqueleto) mediante el reconocimiento de receptores específicos. De este modo finaliza la etapa de adhesión, cual garrapatas y da comienzo la fase de penetración. Es allí donde el hongo emplea dos mecanismos simultáneos:
Uno físico, basado en la presión mecánica ejercida por la estructura fúngica sobre la superficie del insecto y un proceso químico: la liberación de enzimas hidrolíticas, capaces de romper enlaces, como proteasas, lipasas y quitinasas. De esta manera, el tejido del huésped se degrada, facilitando la entrada del hongo al interior del organismo.
Una vez dentro del organismo, el hongo comienza a crecer y a extenderse por todo el interior de la hormiga. Ya instalado en la hemolinfa, (la “sangre” de los invertebrados) inicia la parte más fascinante y perturbadora del proceso de infección: el momento en que el huésped, la hormiga, comienza a cambiar su comportamiento.
El hongo produce y libera dentro del huésped sustancias químicas, similares a neurotransmisores, que afectan el sistema nervioso y la actividad muscular, controlando sus patrones de comportamiento y haciendo que pierdan toda voluntad sobre sus movimientos. La hormiga infectada abandona su colonia, cae del árbol, y se dirige a lo más bajo del bosque, una zona húmeda que favorece el crecimiento de los hongos. Donde la “Hormiga zombie” realiza la famosa mordida de la muerte: se aferra fuertemente a una hoja o rama, para luego morir.
Pero esto no termina aquí, el hongo continuará creciendo y alimentándose dentro del cadáver, hasta finalmente emerger del cuerpo del insecto por la cabeza. Desde allí liberará nuevas esporas, que se quedarán a la espera de nuevas víctimas, repitiendo así el ciclo.

A medida que avanza la investigación, la pregunta se hace más insistente: ¿En el mundo real, esto podría ocurrir en humanos? Suena a argumento de película… pero en las hormigas es totalmente real.
Puede sonar desilusionante, spoiler alert! El resultado se aleja de la ficción, la hipótesis es negativa. Que algo así ocurra en humanos es altamente improbable. La fisiología de estos hongos está adaptada a una relación extremadamente específica a lo largo de millones de años de evolución. Ha sobrevivido a catástrofes y cambios climáticos, y aun así, esa conexión entre el hongo y su huésped permanece intacta. Con el tiempo, se ha vuelto más eficiente y selectiva. Ophiocordyceps unilateralis está diseñado para vivir en ese tipo de organismos, por suerte de esta los humanos nos salvamos, al menos por ahora.
En el caso de los humanos, existen 3 factores que impiden el desarrollo de una infección como la que ocurre en insectos:
-La temperatura corporal, no permite el desarrollo del hongo.
-Barreras físicas como la piel.
-El sistema inmunológico al detectarlo lo atacaría rápidamente.
Son obstáculos insuperables para O. unilateralis .
De hecho convivimos con él desde el origen de nuestra especie, lejos de ser una amenaza, hoy en día se lo está investigando especialmente en el ámbito de la medicina oriental. Aún queda mucho por descubrir y preguntas por responder. Por eso, la invitación es a hacer ciencia desde su living: primero a través de la serie, luego en los libros.
Pregunten, investiguen y repregunten no se queden con la primera respuesta. Esto vale en todos los ámbitos no solo en el científico. Porque una sociedad educada , informada y curiosa es el mejor arma que podemos tener, incluso más poderosa que cualquiera que aparezca en la ficción.
Como diría Miguel Angel Noceda “Una sociedad desinformada es una sociedad manipulable”.
Autor: Guadalupe Yantani, estudiante de la Licenciatura en Biotecnología de UADE
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