Vivimos en un mundo vertiginoso en donde pareciera ser que la única constante es el cambio, como decía Heráclito. La pandemia, la guerra, ChatGPT, la rápida digitalización, para mencionar algunos. En este contexto, los negocios enfrentan desafíos y oportunidades sin precedentes.
Ya en la Grecia clásica, pensadores como Platón y Aristóteles se inquietaban por desentrañar una de las cuestiones fundamentales de la filosofía clásica: cómo es posible que haya ser y permanencia si hay devenir. Cada filósofo, a su manera, ofreció soluciones a este interrogante.
Resulta esto de suma relevancia para nuestro contexto profesional actual. La tecnología y la hiperespecialización del mercado de trabajo actual nos invitan a pensar el cambio repentino. Basta recordar que hace apenas 25 años, Internet era cosa de unos pocos; o el auge de las redes sociales de los últimos 10 años. Una nota de 2018 cuenta que para cuando sea 2030, entre el 75% y el 85% de las profesiones que serán más demandadas aún no existen.
La filosofía no solo ofrece respuestas concretas, sino que también nos brinda la capacidad de cuestionar, analizar y adaptarnos a un entorno en constante mutación. Los principios filosóficos, arraigados en la inquietud de los griegos por lo que permanece, pueden servir como herramientas esenciales para navegar por el panorama empresarial en evolución.
La planificación se convierte en una herramienta esencial para navegar por la incertidumbre y alcanzar objetivos concretos. A lo largo de la historia de la filosofía, diversos pensadores han explorado la importancia de la planificación y cómo los principios filosóficos pueden guiar este proceso.
Un ejemplo de esto es Aristóteles. Uno de los conceptos más importantes en su obra es la teleología o finalidad. Bajo su mirada, cada acción tiene un propósito y un fin que se busca alcanzar. En el mundo empresarial, el enfoque aristotélico se traduce en la importancia de definir objetivos claros y metas concretas al planificar. La planificación se vuelve un proceso dirigido hacia un resultado deseado, donde cada paso contribuye al logro de una finalidad mayor.
La planificación en los negocios, influenciada por la filosofía, se convierte en un proceso reflexivo y sistemático que aborda no solo los aspectos pragmáticos, sino también los valores y la visión de la empresa a futuro. No es casualidad el tremendo valor que tiene la planificación estratégica hoy en día en cualquier proyecto.
Otro aporte interesante son la visión a largo plazo y la sostenibilidad, un concepto en boga. La filosofía ha brindado perspectivas profundas sobre cómo las empresas pueden abordar estos aspectos clave. Aristóteles sostenía que la virtud lleva a la eudaimonía o felicidad, un estado de vida plena y floreciente. En el ámbito empresarial, esto se traduce en la importancia de la ética de la virtud en la toma de decisiones sostenibles. Las empresas que se esfuerzan por actuar responsablemente, tienden a construir una base más sólida para la longevidad. Basta observar lo que sucedió con las marcas ante la guerra en Rusia. La reputación de las marcas entra en juego si no demuestran tener responsabilidad social empresarial.
La filosofía nos enseña que las decisiones no son solo transacciones. Son también una expresión de nuestros valores y creencias. Al aplicar los principios filosóficos en nuestras decisiones y estrategias empresariales, construimos un camino hacia un futuro más sólido aún ante la perspectiva de cambios a futuro.
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