Hace unos años se crearon los “smart contracts” o “contratos inteligentes”, un tipo de contrato del cual quizás escucharon hablar pero que aún no se utiliza de manera generalizada en Argentina. La cuestión entonces es por qué, ya que estos contratos podrían ser la solución a las trabas burocráticas que enfrenta el consumidor cuando realiza un reclamo.
Básicamente, los contratos inteligentes son acuerdos que se ejecutan por sí mismos sin que intermedien terceros, se escriben como un programa informático, se almacenan en blockchains y son inmodificables. Estos acuerdos funcionan y se articulan de una manera simple: “si sucede a, entonces b” y no son las partes quienes tienen que probar que sucedió “a”, el propio programa que crea el contrato lo hace.
Sin ir más lejos, el otro día y a raíz de los cortes de electricidad masivos que hubo en el país, leí una publicación que explicaba cómo tramitar un reclamo ante una empresa de electricidad cuando el usuario había sufrido un corte del servicio en su casa por más de cuatro días, ya que al cliente en ese caso le correspondería acceder a una indemnización. El proceso era tan engorroso como de resultado incierto: llamar (y seguramente esperar una hora) para ser atendido por un operario y registrar tu reclamo; anotar el número de reclamo y llamar a otro número (seguramente, aguardando otro buen rato) para dar aviso de la existencia de ese reclamo -que, cabe aclarar, había sido realizado en la misma empresa-; y luego aguardar a que en alguna factura próxima te reintegren una suma de dinero incierta en concepto de indemnización. Un mecanismo injusto e insalubre para los usuarios y consumidores, así como impredecible para las empresas.
Si se utilizaran los smart contracts, el propio contrato verificaría mensualmente qué usuarios han visto cortado su servicio y ejecutaría el reintegro en forma automática ahorrándole al cliente y a la empresa tiempo y dinero.
Otro ejemplo: el viajero contrata un seguro para su equipaje. Cuando la aerolínea lo pierde, pueden transcurrir una, dos, tres semanas para que se pague el seguro y, muchas veces, no es voluntad de la aerolínea generar ese retraso, sino que es el tiempo estimado entre que el viajero da aviso de la pérdida; se registra y eleva el reclamo; otro servidor verifica el reclamo y avala el pago del seguro; se le informa al sector de “pagos” que debe acreditarse el monto; etc. Si se celebrara la contratación con un smart contract, apenas se registra la pérdida de equipaje el viajero vería acreditado en su cuenta el monto del seguro.
Entonces, si puede brindarse esta solución a los clientes, la pregunta es por qué las empresas todavía no hacen uso de esta nueva herramienta. Posiblemente sea el miedo a dejar en manos de la tecnología la ejecución de un acuerdo… pero la realidad es que la tecnología avanza y los smart contracts son una herramienta que puede ahorrar tiempo y dinero a empresas y consumidores.
¿Qué potencial cliente no optaría por una empresa que garantiza la inmediatez en el pago de los seguros o reintegros? ¿Quién no pagaría por un servicio que le garantiza que no deberá estar horas en el teléfono esperando a ser atendido? Todo llega y los smart contracts de a poco se están introduciendo en nuestro país y, cuando lo hagan, la burocracia en la reclamación desaparecerá beneficiando a los consumidores y empresas que ofrezcan este servicio.
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