Donald Trump, chips y petróleo digital: así se reinventa la relación con Arabia Saudita
Por qué el expresidente llevó Silicon Valley al Golfo y qué significa esto para el futuro de la inteligencia artificial

Una gira con más chips que diplomacia
La reciente visita de Donald Trump a Arabia Saudita y Emiratos Árabes Unidos no fue un viaje diplomático tradicional. Nada de cumbres multilaterales o fotos con apretones de manos. El viaje fue, en esencia, una gran operación comercial. Una operación en la que se mezclaron tecnología de punta, intereses estratégicos y viejos vínculos financieros.
El plato fuerte del recorrido fue el acuerdo para exportar cientos de miles de chips avanzados de Nvidia y AMD al Golfo, un pacto que busca transformar la región —tradicionalmente petrolera— en un polo de poder en inteligencia artificial (IA). Según fuentes involucradas, se trata de uno de los movimientos más grandes de la industria de chips fuera de EE.UU.
El megaproyecto: IA en el desierto
Desde Abu Dhabi se anunció la creación de un nuevo campus de inteligencia artificial respaldado por 5 gigavatios de energía eléctrica, destinado a alojar uno de los mayores centros de datos del planeta. La empresa local G42, presidida por el influyente Tahnoun bin Zayed Al Nahyan, absorberá aproximadamente 100.000 de estos chips, mientras que el resto se distribuirá entre proveedores estadounidenses de servicios en la nube.
El objetivo declarado: expandir la tecnología de IA de EE.UU. hacia África, Asia y Europa. En otras palabras, abrir nuevos mercados mientras se afianza la presencia de empresas estadounidenses en una región con recursos y ambición.
¿Silicon Valley se muda al Golfo?
En paralelo, Arabia Saudita negocia otro acuerdo multimillonario para adquirir tecnología IA estadounidense. Sam Altman (OpenAI), Jensen Huang (Nvidia) y otros pesos pesados de la industria han estado involucrados en las tratativas, junto a los enviados del gobierno de Trump: David Sacks y Sriram Krishnan, conocidos por su pasado como inversores de riesgo en el ecosistema tech.
Desde la administración, se insiste en que el objetivo es mantener el liderazgo global de EE.UU. en IA. “Queremos que la IA estadounidense se extienda”, declaró Krishnan.
Sin embargo, las dudas han empezado a florecer en Washington. ¿Está Trump subcontratando el futuro tecnológico a una región autoritaria por vínculos económicos? ¿Y qué garantías existen de que la tecnología no termine beneficiando a China?

Doble discurso, dilemas geopolíticos
El giro no pasa desapercibido. Trump ha criticado en reiteradas ocasiones la deslocalización de industrias y ha impuesto aranceles para fomentar la producción nacional. Sin embargo, en su primer viaje internacional de este nuevo ciclo político, impulsa acuerdos que exportan infraestructura estratégica y favorecen la inversión extranjera.
Esto genera tensión dentro del propio gobierno. Mientras algunos ven la iniciativa como una jugada audaz para extender el dominio tecnológico de EE.UU., otros advierten sobre el riesgo de perder control sobre una industria clave para la seguridad nacional. La IA no es un videojuego: también puede usarse para coordinar ejércitos, construir armas autónomas o intervenir sistemas críticos.
Entre negocios y geoestrategia
Los antecedentes también alimentan la controversia. Se reveló que empresas vinculadas a Trump recibieron más de 2.000 millones de dólares desde Medio Oriente, incluyendo inversiones en su criptomoneda y hasta planes para un nuevo avión presidencial financiado por Catar.
Klon Kitchen, del American Enterprise Institute, sintetizó el dilema: “En política exterior no hay soluciones, sólo compensaciones”. Y esta parece una de esas decisiones con consecuencias a largo plazo.
La administración Biden, antes que Trump, rechazó un plan casi idéntico, impulsado por Emiratos. El motivo: evitar trasladar empleos y tecnología sensible a una región con estrechos vínculos con China. Pero ahora, con Trump de regreso, el pragmatismo (o el oportunismo) parece haber tomado las riendas.

¿Exportación controlada o puerta trasera?
Para mitigar las preocupaciones, los acuerdos incluyen una serie de condiciones de seguridad: EE.UU. podrá monitorear dónde están los chips y cómo se usan. Además, se negoció un esquema de reciprocidad: por cada centro de datos construido en Medio Oriente, habrá una inversión proporcional en territorio estadounidense.
El gobierno también anunció la creación de un grupo de trabajo conjunto con Emiratos para facilitar la inversión en EE.UU., en un intento por equilibrar la balanza.
Pero nada es definitivo. Muchos detalles siguen sin definirse, y aún queda por ver si estas licencias y mecanismos de control serán suficientes para contener el poder emergente de estas nuevas potencias tecnológicas.

Una apuesta con final abierto
Arabia Saudita y Emiratos Árabes Unidos están comprando, literalmente, su entrada al tablero geopolítico del futuro. Están apostando fuerte por la IA para diversificar sus economías y dejar atrás su dependencia del petróleo. Quieren ser más que centros financieros o compradores de armamento: quieren liderar el siglo XXI desde los algoritmos.
Trump, por su parte, parece haber encontrado una fórmula que mezcla negocio, diplomacia, tecnología y ambición personal. Pero esa mezcla puede volverse inestable.
Lo que está en juego no es solo un acuerdo comercial. Es una visión del mundo. Y una pregunta que sigue flotando entre los pasillos de Washington:
¿Quién liderará el futuro de la inteligencia artificial? ¿Y a qué precio?
Subrayado final: claves del viaje de Trump a Medio Oriente
Acuerdos millonarios con Arabia Saudita y Emiratos Árabes Unidos para exportar chips avanzados de IA.
Creación de un mega campus de datos en Abu Dhabi con tecnología estadounidense.
Participación de figuras clave del sector tecnológico como Sam Altman (OpenAI) y Jensen Huang (Nvidia).
Preocupaciones sobre el control, seguridad y potencial beneficio para China.
Contradicciones en la política exterior de Trump entre retórica nacionalista y apertura comercial.
Vínculos económicos personales del expresidente con inversores de Medio Oriente.
Acuerdo de reciprocidad para balancear inversiones entre Medio Oriente y EE.UU.
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