El impacto de los estímulos instantáneos en nuestros hábitos y en la atención
¿Te pasa que te santas a estudiar, trabajar o leer un libro, y al minuto ya estas revisando el celular o perdiendo el foco? Es como si nuestro cerebro realmente no pudiera retener por una hora seguida la información sin la necesidad de que hagamos otra cosa.
La realidad es que probablemente no se trate solo de tu diciplina, sino del entrenamiento que le brindaste a tu cerebro. Nosotros estamos constantemente adaptándonos al medio, y últimamente nos rodeamos en su mayoría de estímulos instantáneos: notificaciones, comida rápida, videos cortos, información de rápido acceso, etc. Nunca antes habíamos tenido tanta información en un periodo tan corto de tiempo.
Todos estos factores repercuten en nuestra cabeza de muchas maneras. En principio afectan nuestra neuroplasticidad, la cual mide la capacidad del cerebro de adaptarse a lo que repetimos. Según el habito que le brinde de forma continua a mi cuerpo, como va a reaccionar a los estímulos que me rodeen.
También participa la famosa dopamina (neurotransmisor que regula la motivación y el placer), la cual se acostumbra al disfrute que le brinde, como los picos altos y breves de usar el celular y pasar de aplicación en aplicación constantemente.
La corteza prefrontal es la encargada de controlar la atención, la toma de decisiones y la inhibición de impulsos, mientras que la corteza cingulada anterior implica la gestión del error y la atención sostenida; asimismo, tenemos muchos otros reguladores mas.

Progresivamente como sociedad, nos acostumbramos a recibir información rápida y entretenida, la cual nos cuesta soltar por un rato. Dudo ser la única en agarrar mi celular ni bien me aburre el estudio o cuando me frustro, enojo o entristezco. De alguna forma necesitamos tapar el sentimiento y canalizarlo con un pico de dopamina.
Otro ejemplo muy común es la inteligencia artificial, la cual a pesar de brindar numerosos beneficios (resolución de dudas, disminución del trabajo mental, organización), reduce nuestro esfuerzo cognitivo, porque “piensa, investiga y resuelve por nosotros”. Esto nos impacta psicológica y socialmente de manera negativa.
La sobreestimulación constante con el fin de evitar los sentimientos mencionados, provocan un aumento en el llamado estrés basal. Así es como nos cuesta cada vez mas prestar atención en clase, mantener una charla prolongada o mismo un habito a largo plazo.
Y de esta forma se genera la sensación de culpa y frustración, por no llegar a cumplir, sentirnos inútiles o por sufrir dolores de cabeza tras una larga exposición en la pantalla.
La tecnología hoy en día es una herramienta de doble filo que puede acompañarnos o desgastarnos. La solución tal vez no es ver esto como algo a eliminar, pero si a regular.
Reentrenar nuestro cerebro para tolerar el silencio, la espera y la incomodidad emocional es un desafío actual. No se trata de eliminar los estímulos, sino de recuperar el control sobre ellos para disminuir la ansiedad y desvinculación.
Apagar el celular, cocinar sin música, quedarse en silencio, sentir la frustración y el aburrimiento, son entrenamientos para la mente que nos permiten recuperar el control y evitar conductas compulsivas que interfieren en nuestros planes. No sos irresponsable, tu cerebro se adapta al contexto moderno que nos rodea, y eso dificulta mucho mas el estar enfocado.
La concentración tambien se entrena, cuanto mas la cuidemos, más presentes vamos a estar en nuestras vidas, y esa es la verdadera productividad.
Por Camila di Brino, alumna de la Licenciatura en Biotecnología de UADE
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